Esta muñeca la hizo mi vieja, la Laura Botella, estando en cana, en algún momento entre el 75 y el 76. Hay muchas y pocas cosas que decir ¿no? Te podés poner a pensar en su mirada, en que la muñeca está un poco triste, en su expresión de confusión, pero después la mirás y la muñeca está ensimismada, como pensando en algo con mucha atención, tal vez disimula un plan, tal vez simplemente intenta procesar lo que pasa, o por ahí, simplemente son los ojos, la boca, el pelo, la muñeca que pudo hacer mi mamá estando en cana. Yo la había visto de chica, o tal vez haya sido otra muñeca, no sé, pero la recordaba entre cosas que estaban en mi casa y que hoy tengo en la memoria con el aura de mi infancia.
Luego pasó el tiempo, muchos años, y un día apareció en una mesa en el living, ahí, tranquila, como posando con disimulo, acompañando la cosa, con presencia simplemente. Estaba como escondida a la vista de todo el mundo. Apoyadita. Y para mí era una muñeca muy bonita que había hecho mi mamá y además un atajo a mi infancia, hasta que le ví las mejillas y me dí cuenta de que esta muñeca es un acto de resistencia y denuncia, es mi mamá vociferando el oprobio y la rebeldía, es mi vieja escupiendo a las dictadura. Ahí donde estaba la requisa y la tortura, estaban las mejillas de esta muñeca, que se fue de la cárcel con mi vieja, que después con la “libertad” se fue buscar al Pepe (que se llama Jose Heriberto Lozano), que también había pasado de desaparecida a presa política y tiempo después de blanquearla se la habían llevado a La Plata. Fue a sacarla de la cárcel, sin importar cuántos años ni cuán grande pudiera ser el sufrimiento que eso llevara. Y ganó. Esta muñeca es rebeldía y revolución, es burla y es denuncia. Y la vida de mis viejas, la de sus compañeras, es el causticismo de decir entre risas “ud cree que la voy a cumplir?” al consejo militar que te condena a perpetua.
En estos días en que cuesta tanto la rebeldía y la irreverencia, de tanto celu, televisor, de peleas entre gente de la misma vereda, se me ocurre bueno insistir con que el golpe de estado y el genocidio, la tortura y el horror tuvieron como objetivo principal aplacar un movimiento revolucionario sin precedentes, que llevaba décadas de gestación y tenía capacidad real de transformación social.
Que buscaron destruir el cúmulo de voluntades que se atrevió a perder la vida para cambiar el mundo. Gente a la que el peor de los destinos le resultaba un costo a asumir. Que,sabiendo que esa proclama podía tornarse en antagonismo, fue a vencer y vivir. Creo que es bueno recordar que las genocidas buscaron destruir a un pueblo que estaba organizado política y militarmente porque eran conscientes de que de la dignidad no se vuelve.
Que existieron esas personas que usaron su vida como un arma, de esas personas que saben que la valentía no está en no temer si no en hacer con miedo. Gente que como mínimo fue un cúmulo informe y a la vez organizado, heterogéneo, diverso, de personas que enfrentaron los horrores desde la organización y la alegría, que se rebelaron, que desafiaron, que se atrevieron a disputar el poder sin control remoto. Compartieron el objetivo de crear un mundo más justo, igualitario, equitativo, y se atrevieron a buscarlo.
Pensar un 24 de marzo sin pensar en revolución resulta una contradicción, una desmemoria. Hoy marchamos por todas esas que nos quitaron, y las llevamos puestas en cada paso, en cada aplauso, en todo el canto, pero marchamos también por ese mundo que quisieron y queremos construir.
Hoy, se me ocurre, ese mundo se ve más lejos, más difícil, en esta coyuntura de derechización general, y aunque desmotive, esa es una razón para avanzar, para buscarlo.
Porque memoria no es sólo recordar, memoria es llevar lo que somos como sociedad, puesto. Llevar todo lo que producimos y vivimos. Llevamos lo que vivimos, llevamos lo que hacemos, llevamos el trabajo, llevamos los descubrimientos, llevamos todo. La memoria, entonces, es la consecuencia de la vida misma. Es la vida que llevamos puesta. Llevo al Pepe, a la Laura, a mis hermanas (Leo Lozano y Laura Lozano), a mi familia y todas las que hoy forman parte de ella, a Pablo Marín, a las que pude conocer y a las que no, pero también a todas esas que nunca escuché nombrar. Hoy les brindo y les agradezco, y a quien no se haya puesto a pensarlo, le recomiendo que por favor, haga una, dos, muchas muñecas!
¡Nos vemos en la marcha!
Gracias Pau!!! Qué lindo que como hijo mires tan profundo, para afuera y para adentro.