Diversión, evasión y entretenimiento pueden o no ir de la mano. El entretenimiento puede paralizarnos.
Si hay un concepto que me gustó de la película Peter Capusotto es aquel que habla de ir en contra del entretenimiento. Es una piña en la jeta. Cada puesta en escena nos cuestiona algo de nuestra existencia… llega a ser muy molesto, pero vale la pena el viaje.
Es ese cachetazo que merecemos -o necesitamos- de vez en cuando para comprender que la vida no es sólo entretenimiento ni que este forma parte esencial de nuestros días e, incluso, que el entretenimiento es una herramienta del poder para desviar nuestra mirada de las cosas que realmente importan.
Por ejemplo:
¿Se acaba el petróleo? No importa, mirá el TC 2000 o la Fórmula 1, fijate qué rápido andan estas tipas, porque, claro, un valor de la modernidad y de la cultura del consumismo es la rapidez que te impide detenerte a pensar o contemplar la naturaleza, las seres, la vida, la existencia: va todo de la mano. Seguí comprando autos, consumiendo petróleo, fijate, mirá, mirá qué linda propaganda:
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Hasta tal punto el sistema -de valores- se ha sacado la careta que la evasión es puesta en una publicidad como motivo de compra de un auto (rápido) por parte de un hombre que cumplió 40 años y quiere desquitarse un poco de la mala vida que lleva -producto de la misma escala de valores que pone por encima la autoridad y el consumismo, por sobre otros valores como la paridad o la paz mental-.
Se acaba el petróleo: ¿qué haría una persona que no se lo toma a la ligera? ¿Alguna lectora podría responder? Porque… si se acaban los hidrocarburos, es probable que no tengamos siquiera qué comer.
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El mundo de la informática tiene mucho de esto, es la gran punta de lanza del consumismo y el entretenimiento en la actualidad: por tal motivo estuve recopilando notas al respecto en nuestro diario Tribuna Hacker hasta el día de ayer, porque, por ejemplo, el Programa Conectar Igualdad (PCI) crea un estilo de vida, lo crea: crea la necesidad en millones de argentinas de tener una netbook, usar Windows, eventualmente algo de GNU/Linux, emplear Internet, fomentar Facebook (en definitiva esto último se produce por decantación como un virus social de la moda), etc. El PCI es, entonces, una herramienta más del sistema que pone al Estado y las coorporaciones como superiores (dueñas de las máquinas, las ideas, el software) y a las usuarias como inferiores (receptoras de estilos de vida, no pueden hacer lo que quieran con sus equipos, etc.). ¿Y en qué termina todo esto? El 99% del tiempo las netbooks son utilizadas como entretenimiento.
Hace ya 31 años salía a la luz otra película que estaba notablemente en contra del entretenimiento llamada «Brazil».
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En aquel mundo de ficción mediado por extrañas pantallas y teclados que se usaban para todo todo todo, una personaje llamada Sam Lowry soñaba con escapar de la gris rutina consumista gracias al amor. Quizá nos falte un poco más de esto último y menos de aquellas pantallas y teclados burocráticos.
¿Cómo puede ser que, con 31 años de anticipación, nuestro estilo de vida hubiera sido calcado tan claramente por un artista llamado Terry Gilliam?
Es tan crudo como suena, tres décadas más tarde, el proyecto PRISM de EEUU se revela como una realidad pesadillezca que espía a cada ser del planeta conectado a Internet, detrás de las pantallas, detrás de los teclados: nos hemos «burocratizado».
Ojalá nuestra condición humana nos brinde inesperadamente sueños tan hermosos como los de Sam Lowry, ojalá encontremos los caminos de salida a la mediocridad circundante, ojalá quienes tienen algo de poder y pueden decidir qué publicar en un medio comprendan que su misión social está por encima de hacer dinero o mantener determinados estilos de vida, que la ciencia, el saber, el conocimiento son necesarios para el verdadero progreso de la humanidad… de lo contrario, el presente seguirá siendo «un fascismo de bufonas» .
Espero que mis notas para Tribuna Hacker no las entretengan casi nada, y si alguna vez les parecen totalmente pasatistas, háganmelo saber que será momento de dejar de escribir, gracias.