Una carnicería digital en Mendoza

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Durante meses pensé en escribirle e invitarlo a charlar un rato para publicar la charla a modo de entrevista. Porque me parecía novedoso, fresco, porque lo seguía. Porque había algo bizarro en eso de que exista una carnicería digital liderada por alguien que se hace llamar Don Cafre, tajante, educado, irónico y compañero al mismo tiempo.

Allá por 2013 lo hice y accedió muy gentilmente, de aquel tiempo son estas líneas. Los tiempos no son los que una quisiera y esta nota se fue posponiendo hasta hoy, día en que con un enorme placer te hablo de Don Cafre, un emprendimiento, una suerte de carnicería digital comandada por una de esas locas lindas que logran que muchas pensemos que con Internet podemos cambiar algunas de las cosas que pasan en la sociedad y no nos gustan.

Coordinamos un encuentro en algún lugar cómodo para charlar y tuve el honor de ser convocado a la morada de Juan Campos, papá de este mostro de 87 años que reparte felicidad en forma de asado semana a semana. Al llegar, con un gran gesto de hospitalidad, Juan abrió la puerta por completo, convidó con mate y galletas lo que fue una charla corta para mi gusto, pero increíblemente placentera.

Me presentó a Lola y Belén, hija y esposa respectivamente, que fueron partícipes activas de la charla y de quienes me llevé una gran impresión. Dos grandes compañeras de Juan que ponen el hombro a subvertir el comercio tradicional de mostrador, cajas y precios, para transformar estos espacios en lugares donde la gente importa. E importa tanto que muchas veces Don Cafre es más amigo que carnicera virtual, al punto de tener que recordar a sus seguidoras que vende carne.

Mi primer pregunta fue algo desubicada, debo reconocerlo, pero no podía dejar de recordar que haciendo un programa de radio allá por el 2010, una oyente, que tenía por trabajo el modelaje, etiquetó el perfil del programa con una foto en la que podía vérsela desplegando una bandera con la leyenda Carnicería Los Cafres. Grato recuerdo aquel. Por lo que la charla arrancó con ese rumbo. Juan, tipo interesante y amabilísimo. Contestó:

La carnicería era de mis viejos. La quisieron cerrar en una época. A mí me había agarrado la locura de irme a España que le agarró a todo el mundo en esa época. Yo estaba siempre con mi vieja ahí y me dijo bueno, si vos te vas la carnicería la vendo porque no voy a poder estar sola. Mi viejo ya tenía, aparte de la carnicería un frigorífico. Todo fue muy rápido, conocí a Belén (su esposa).

(interviene Belén) Se quedó…

Te quedaste por la carnicería supongo…

50 y 50 (risas). Y bueno, salió lo típico. El pensamiento de, bueno, la conocí a ella y además era irme, para qué, era por un tema mío. Para qué me voy a ir a hacer lo mismo para hacer lo que hacen todos cuando se van, si acá tenía todo armado y lo sabía hacer.

Me quedé y le propuse a mi vieja hacerme cargo de la carnicería. Me quedé con ella y me hice cargo a modo de compra, de todas las deudas de la carnicería, porque de ahí se había sacado para hacer el frigorífico. Me quedé con la carnicería y empecé a renovarla, en todo sentido, para modernizarla. Saqué los carteles escritos con tiza, le puse mucha luz. En todo eso siempre tuve la ayuda de ella (su esposa), y a parte de eso a mi siempre me gustó la idea de ser sponsor, de estar en un equipo de fútbol con una camisetita que diga Los Cafres. Antes tuvimos una rotisería y fue la primera que vi que era sponsor de un club de fútbol de salón, apoyábamos a La Cumbre, el equipo del barrio infanta. Eso lo hice estando con mi vieja. Y todas esas cositas me llevaban a tratar de que la carnicería sea distinta, que no sea la típica carnicería de barrio.

Mis viejos me miraban con cara de este está loco. Cuando hicimos el cambio de titularidad del negocio, como todo negocio familiar, y como me tocaba a mí elegí como nombre Los Cafres, por una cuestión de que me gusta el reggae, y los Cafres fue hasta hace un tiempito atrás uno de mis gustos favoritos.

¿Qué pasó?
Y los últimos dos discos de Los Cafres no me gustan para nada. Y bueno, era cambiarle todo, pasar el nombre, ponerle los colores del reggae.

A todo trataba de ponerle los colores, que no tenían nada que ver con los colores de una carnicería, e ir metiéndome en cositas nuevas de lo que era publicidad. Metí el delivery, que ninguna carnicería lo tenía. Siempre trataba de estar en torneos de fútbol Me ofrecía al principio a entregar un asadito al equipo ganador o un descuento. Hoy por suerte todos esos equipos vienen a buscar a Don Cafre. Hoy día los muchachos si salen campeones prefieren un asado antes que un juego de camisetas (risas). Y más con lo que está la carne hoy.

La computadora llegó al negocio como una cuestión de poner música, todo el día sonaba reggae, salvo algún día que me levantaba rockero y ponía algo más raro para el negocio. Me gusta el punk entonces sonaba el punk en la carnicería, había hardcore a veces. Había mucha gente a la que le gustaba porque era distinto. Iban a comprar carne a un lugar distinto. Y todo eso fue cambiando. Fue cambiando al barrio también. Tenía 24 años.

¿Cómo es ser un carnicero de 24 años? Pregunto y en la charla responde su hijo, Don Cafre en persona, de forma tajante:
Yo no soy carnicero.

¿Cómo se define? Contesto temeroso ante tan importante presencia. Pero Don Cafre se ausenta y aparece Juan a responder.

Don Cafre es un mostro. Es un poquito de todo y el mejor en ese poquito de todo. Obviamente de carne nadie sabe más que yo, aunque yo no he desarmado nunca, lo sé hacer, pero no lo he hecho. Don Cafre siempre dice que no vende vaca, vende novillo, y que no es carnicero, es un mostro.
Bueno, llegó la computadora por el tema de la música al negocio. Apareció Facebook y al principio llegaban invitaciones y no les daba bola, ni me llamaba la atención saber qué era, hasta que me enteré de alguien que tenía. Creé el perfil personal y un día hice el del negocio, que se llamaba Carnicería Los Cafres, y después lo invertí a Los Cafres Carnicería.

Empecé a subir ofertas, fotos, todo era muy comercial. Hasta que alguien se comunica por Facebook y pide hablar con Don Cafre, con el carnicero. Le contesté que estaba hablando con el carnicero, y me pidieron hablar con Hugo, que era el carnicero. Querían hablar con el carnicero que trabajaba en la carnicería. Y ahí empezó a hablar Don Cafre, a través de la carnicería.

Don Cafre tiene una personalidad muy marcada, un humor muy definido, posturas muy claras, y además no tiene empacho en marcarlas, o al menos eso me parece, pero contame: ¿Cómo es Don Cafre?

Don Cafre es machista, como todo carnicero. Es chusma, porque los carniceros son muy chusmas. Trata a todas las personas, de cualquier edad, a todos los trata con cariño, pero hablándoles de mijito, pichón, joven. La manera de hablar de Don Cafre es como todo carnicero. A Don Cafre se lo puede contradecir, ni se le puede discutir porque lo que dice él es así. Los carniceros son empleados muy especiales. El carnicero es muy similar al cocinero. El carnicero que va de un negocio a otro nuevo y quiere hacer todo como a él le parece. Tiene siempre la muletilla de decir porque yo allá lo hacia así, y empiezan a hacerlo como quiere el nuevo patrón, pero de a poquito va metiendo sus mañitas. Don Cafre es así, es terco, tiene muy buen sentido del humor, a todo siempre trata de responder con un chiste. Un chiste lindo o una ironía pero siempre a modo de chiste y sin ofender. Tiene 87 años.

¿Qué día nació?
El mismo día que yo. El 8 de Diciembre de 27, yo nací el 8 de Diciembre del 77. Yo no veo carniceros de mi edad, siempre son grandes. Han vivido, han trabajado mucho. Se han cortado mucho los dedos. Yo no, por suerte. Lo mio era más la parte de incentivar a la gente a que consuma lo que hemos vendido siempre. Y Don Cafre tiene la típica vestimenta de un carnicero, su delantal su barbijo.

Hasta aquí esta primer entrega. ¡El próximo sábado seguimos!

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