En estos días, sea por motivos religiosos, por costumbre, porque te gusta, o porque no te queda otra, indefectiblemente nos encontramos con toda nuestra familia, amigos, familiares lejanos, etc. Para mí es un momento más que feliz y lo paso verdaderamente bien. Pero he visto que muchas personas se incomodan y enervan a niveles indescriptibles cuando alguno/a de los/as integrantes más pequeños/as o curiosos/as de estas reuniones encuentra a alguno/a otro/a de las personas que participan con su celular y se lo pide para jugar un rato, o para mirarlo.
A no extrañarse: los chicos/as están tanto o más expuestos/as que vos al consumismo y el universo de los smartphones es de los más orientados a generar consumo y dependencia, bueno, la tecnología en general lo es, pero el caso particular de los celulares tiene un atractivo táctil y físico muy potente, que hace que los/as niños/as que no tienen un smartphone quieran conocerlo, jugar un rato. En estos días además, nos la pasamos enviando mensajes, actualizaciones de estado, llamando, y actividades similares vinculadas al teléfono, por lo que además, estamos todo el tiempo mostrando el celular. Esto termina atrayendo a los/as chicos/as y aparecen los comentarios del tipo: “¿y ese es un celular?” que con una bellísima ingenuidad significa: “¿me dejarías jugar un rato con tu teléfono?”. El/la clásico/a neurótico/a que no tiene hijos/as, contestará cosas del estilo: “si” y se dará vuelta para twitear que le un nene/a le pide el teléfono, otras personas dirán: “sí, mirá”, y se pondrán a operar ellos/as el teléfono sin permitir al niño/a que se de el gusto de jugar un rato, otras personas directamente se lo dan y le indican cómo se usa.
Yo creo que los más chiquitos no tienen que estar expuestos/as a este tipo de situaciones, porque verdaderamente me parece horrible ver la necesidad de una persona tan pequeña por algo tan innecesario como un smartphone (convengamos que muy pocas personas tienen una necesidad REAL de tener uno). Pero también creo que cada vez que se puede, hay que convidar alegría, por lo que siempre cedo el teléfono, aunque bueno, tampoco es que me produzca placer que un dedo con restos de pólvora o turrón se pasee por mi pantalla, pero me aguanto y la limpio luego.
El asunto es cuando viene alguno/a de esos/as chicos/as que son muy parecidos/as al demonio de Tazmania y con un ademán de frisbee nos pregunta si le prestamos el celular, lo que nos da la pauta de que en realidad no le interesa el teléfono, sino que quiere ver cuán lejos puede llegar el aparato si es tirado girando de forma horizontal. Para casos como ese, o simples ganas de divertirse, viene bien la aplicación de hoy, una app MUY mala onda.
Se trata de “Rompiste mi pantalla”, una verdadera estupidez, pero que nos da grandes excusas para dar el teléfono y hacer que este vuelva pronto a nuestras manos con un adicional interesante: la persona que nos lo pidió, NO va a querer tenerlo en sus manos de nuevo.
Dentro del universo de las apps de bromas, esta es de las peores, pero se me ocurre que puede ser de utilidad. Se trata de una aplicación bastante simple y liviana: la abrís, la configurás, y la dejás ejecutándose de fondo. Cuando cualquier persona toque la pantalla, esta abruptamente se agrietará y congelará, mientras el teléfono emite sonidos de rotura. Algunos son bastante realistas.
La aplicación cuenta con varios estilos y dos tipos de sonido, permite configurar desenfoque, vibración y otras características. Por lo que si te querés divertir o sos una de esas personas egoistas que encuentran cierto placer en negar un juguete a un/a niño/a te puede venir bien.
Podés bajarla desde aquí.
Yo por lo pronto, la voy borrando.
¡Happy Hacking!