Tecnología, glifosato, diamantes de sangre, minería contaminante, ignorancia y complicidad en una sola nota.
Hace poco una lectora nos reclamaba en una nota que habláramos sólo de tecnología, ya que “se supone” que hacemos un sitio sobre tecnología.
El artículo en cuestión explicaba un cambio de rumbo a la hora de hablarle a quienes nos leen. Uno muy importante para nosotras pues desde ese artículo en más nos dedicamos a escribir discriminando el género masculino. Como discriminar nos parece algo malo, aunque lo hagamos sólo con el objetivo de que la parte no discriminada de la sociedad sepa liviana y casi ridículamente de qué se trata eso de hablar de todos y todas, vertimos en esa nota un poco de historia que condimentamos con elucubraciones filosófico políticas sobre el por qué de la decisión y sus fundamentos.
El asunto es que este sí es un espacio de tecnología y no es que hayamos mentido, sino que caímos en una falacia que nosotras mismas combatimos.[pullquote position=”right”] La confusión parte de pensar la tecnología como software y hardware en distintas formas[/pullquote]: celulares, heladeras, televisores, computadoras, sistemas operativos, aplicaciones, programas, todas mayormente vinculadas al consumo, a tal punto que es extraño que en los diarios se hable a usuarias y no a consumidoras. Estos aparatos son resultados de la tecnología, la llevan puesta, pero no lo son, sino que “también” lo son.
Dicen los manuales que tecnología “se define como el conjunto de conocimientos y técnicas que, aplicados de forma lógica y ordenada, permiten al ser humano modificar su entorno material o virtual para satisfacer sus necesidades, esto es, un proceso combinado de pensamiento y acción con la finalidad de crear soluciones útiles”.
No pretendemos que todas programen, desarmen la tecnología sino que quienes quieran puedan hacerlo sin que nadie pueda poner impedimentos ni coerciones, y que además, no nos embutan nada que no sepamos que existe, que no existan supra poderes, ocultos o visibles, que tomen decisiones sobre nuestras vidas y nos impongan qué necesitamos y qué no. Estas son decisiones que debemos tomar las afectadas, no sólo las poderosas.
Sin lugar a dudas, aparatos como los celulares, tecnologías como las que hacen posible Internet, han generado cambios muy positivos en la cotidianeidad de las personas. Pero estas tecnologías traen aparejadas características que hemos podido conocer por filtraciones, por ingeniería inversa, datos que hemos obtenido a tirabuzón. Así, desde hace años, venimos denunciando que redes sociales, smartphones y otros aparatos en realidad están pensados como una red de individualización y control global antes que como sistemas de comunicación. Esto nos hace preguntarnos nuevamente: ¿las necesidades de quién? ¿Necesitamos las usuarias contar con la posibilidad de que empresas obtengan nuestra información sin nuestro permiso para vendernos cosas que no necesitamos? ¿Necesitamos las usuarias poder ser vigiladas las 24 horas por distintos Estados del mundo en simultáneo? ¿Somos las usuarias las que contamos con esas características?
Existen otras tecnologías cuya aplicación redunda en quien las controla, como es el caso de la minería. Aquí no estamos en contra de la minería, sino de la dilapidación de los recursos naturales para obtener beneficios absurdos derritiendo montañas, envenenando ríos y saqueando sociedades con el objetivo de aumentar los beneficios que genere esa actividad. Existen personas que no saben que estas técnicas de extracción no son las únicas, sino que se utilizan para gastar menos y ganar más, o bien, para sacar lo poco que le queda a una montaña, o un pozo petrolero.
[pullquote position=”right”]Los bonos verdes son también un buen ejemplo de tecnologías que no sirven a la sociedad sino a la obtención exorbitante de beneficios tomando el medioambiente como un costo[/pullquote]. Es una cuenta simple: cuando se daña el ambiente, debe repararse el daño que se provoca a la naturaleza, caso contrario, las empresas a las que se le requieren bonos verdes no puede seguir operando. Así es que, por ejemplo, italianos plantan en Argentina el doble de los árboles que talan. No lo hacen por compromiso, lo hacen porque si no no pueden seguir talando árboles. ¿Por qué plantan aquí? Porque aquí la tierra es más barata. ¿Reparan los árboles talados en Italia? No. ¿Los bonos verdes para qué sirven entonces? ¿Y a quién? Mucha gente tampoco sabe que existen los bonos verdes ni para qué son.
¿Esto es culpa de las empresas que tienen estas prácticas? Sí y no. Las empresas y las empresarias no inventaron el sistema. El asunto es que algunas lo nutren, lo sostienen, luchan por él, y están verdaderamente de acuerdo con esas prácticas oprobiosas, les parece un costo necesario. A muchas otras, sí les importa y tienen prácticas distintas, en el marco en que vivimos todas, que es esta realidad donde todo se compra y se vende, incluso la comida y el agua, cosas sin las que no se puede vivir.
[pullquote]Cuando en este espacio hablamos de hackear, hablamos de conocer e intentar conocer, pensar, investigar, e intentar dominar procesos[/pullquote] como los de más arriba, claro que también incluyen redes y chips, pero son verdaderamente una parte menor, pues la fundamental es la conciencia y la decisión. Buscamos un mundo mejor, pero uno que queramos y en el que quepamos todas, incluso aquellas personas que sustentan deliberadamente prácticas deleznables como las de arriba.
De eso se trata hackear. De eso se trata la tecnología. De eso hablamos aquí. De tecnología.
¡Happy Hacking!