Microsoft no ha encontrado todavía una forma de superar a su Windows XP. Al cúmulo de problemas que le trajo su versión Vista (rebautizado Bosta, en muchos puntos de Argentina), siguieron los de la versión 7 y lo de la 8, que fueron tan graves, que llevaron a la desarrolladora a directamente saltar a Windows 10 en su nomenclatura, para marcar cuán separada están esas versiones. Pero resulta que desde XP, nadie le cree a Microsoft y sus pésimas políticas para con las usuarias han llevado a que casi nadie quiera actualizar, mucho menos comprar una licencia. ¿Cuál fue su solución? Actualizar a todas las personas que tuvieran alguna de las versiones posteriores a Vista, de manera compulsiva. Sí, como lo leés. Si alguna vez viste un aviso de que debías actualizar ‘esta noche’ el sistema… tu Windows es versión 10, porque Microsoft, claramente, se está volcado hacia las plataformas de servicios, cosa que no puede ofrecerte en versiones anteriores a 10 y por eso te actualizan de manera compulsiva.
Esto de que alguien en EEUU pueda decidir qué sistema operativo usamos en Mendoza (o en cualquier lugar del mundo) y para hacerlo sólo tenga que indicarle a nuestra computadora que se actualice (sin pedirnos permiso ni opinión), a muchas nos cae mal, porque es flagrantemente violatorio de los derechos de las personas. La solución para este tipo de cosas, es dejar de usar Windows, pero algunas personas deciden usar ese sistema a pesar de que claramente las desprecia, por lo que los reclamos judiciales al respecto no demoraron en llegar. Una mujer de California no sólo demandó a la gigante de Redmond sino que ganó el litigio y recibió una suma de u$s10.000 en concepto de lucro cesante (que es cuando no podemos trabajar por decisión de otras personas o instituciones). Este fallo tiene dos flancos interesantes, el primero es que cualquier persona que se encuentre en la situación de la demandante, está además en condiciones de iniciar un reclamo similar y recibir la indemnización que le corresponda (lo que claramente puede significar la quiebra de la empresa) y por otro, deja de manifiesto -y reconocido jurídicamente- que la política interna de Microsoft afecta los derechos de sus usuarias.
Una de las situaciones más frustrantes de la vida mediada por computadoras -que es lo que sucede en la actualidad, en que los medios no median, pero sí todo lo que hay en una PC o smartphone- es descubrir que no funciona, necesitar estudiar, trabajar, comunicarse o la acción que se le antoje a la usuaria, y no poder hacerlo. Se trata de una crisis terrible, ya que en el caso del que hablamos, es una empresa que decidió que Teri Goldstein -tales el nombre de nuestra heroína de hoy- no podría utilizar el sistema que compró, sino otro, a su antojo, en este caso Windows 10.
“Nunca escuché sobre Windows 10, nadie me preguntó si yo quería instalarlo” sostiene Teri. El asunto es que la actualización no fue sólo compulsiva, además falló y generó que la computadora no pudiera utilizarse pues quedó en una situación mucho peor que la que tenía antes de la ‘actualización’. El sistema se tornó inestable, mostró múltiples errores, esto generó que la PC no pudiera utilizarse durante varios días, lo que motivó la demanda.
Situaciones como esta ponen de manifiesto la necesidad de crear legislación que ampare a las personas ante situaciones como esta. El desamparo realmente es enorme, deliberado y sostenido por una megacorporación de las más poderosas del mundo, por lo que la desigualdad de poder abraza niveles pornográficos, con el agravante de que el derecho asiste a las menos empoderadas. Entre el poder de las corporaciones y los derechos de las usuarias existe una enorme grieta que ningún gobierno ni estado parece querer enfrentar, lo que convierte a gobiernos e instituciones en cómplices de la política avasalladora de derechos de esta empresa.
Como era de esperarse, la corporación que se dedica a perseguir a las personas y extorsionar a los estados que no quieren sumirse, negó cualquier intento de daño o actitud malintencionada de su parte. Luego del fallo favorable, anunciaron su intención de apelar, cosa que quedó sin efecto cuando dejaron caer la apelación producto de que el costo de sostener el litigio supera el monto indemnizatorio.
Sin lugar a dudas, una situación que tiene que servir como precedente. Insistimos, lo mejor es formatear e instalar un sistema que sí sea operativo y que te beneficie total y exclusivamente a vos misma, pero esta es una situación de la que podemos sacar unos u$s10.000, tal vez más, tal vez menos, lo que no podemos dejar pasar de largo, porque sirve el dinero, pero fundamentalmente porque una lluvia de demandas similares contra la empresa la dejarían obviamente en bancarrota.
¡A demandar!
Vía The Seattle Times