El modelo actual de control social cambia el punto de control disminuyendo la cantidad de personas explotadas y aumentando las cantidad de endeudadas. En sociedades disciplinarias existe una marca individual de la posición de una individuo, en las de control esto se da a través del acceso a la información. Apuntes para sentirse “libres”.
Internet y los aparatos/servicios/software tecnológicos vinculados o impulsados por el consumo permiten individualizar a las personas. Tal vez te suene extraño, suena un poco redundante, pero una cosa es poder identificar a alguien de forma personal y por los métodos tradicionales (DNI, huellas dactilares) y otra mucho más preocupante es poder saber quién sos a partir de tus gustos personales. Cuando hablamos de que Internet, aparatos, servicios y software colaboraron individualizara las personas, hablamos de hardware y software dispuestos para obtener tu información de manera repugnantemente minuciosa. TU perfil de Facebook, TUS amigas, TUS fotos, TUS likes, TUS retweet, TUS twits, TU información bancaria, TU teléfono, TU agenda, TUS mensajes de texto, TU información biométrica, TU historia clínica, TU situación frente al estado. Y todas las conclusiones que pueden sacarse de esos datos, combinaciones y triangulaciones.
El trackeo de personas, esto es recopilar la información, gustos y actividades de una persona a través de su comportamiento (incluído el consumo), como hemos sostenido en otros momentos, es similar a la trata de personas, insistimos en no querer frivolizar un flagelo tan atroz como el de la trata de personas, pero nos parece una terminología análoga, la diferencia es que aquí se trata de tu persona, pero en calidad de información. El trackeo es utilizado, por el sector privado, para individualizarte y vender a auspiciantes o interesados, tu información. Esta venta de información no es total, pues lo que se vende a privadas e interesadas es la posibilidad de ofrecerte algo que a vos te resulte interesante con el objetivo de permitir optimizar el gasto publicitario. De nada sirve a un portal, que puede ser accesado por personas de Tokyo y Jujuy al mismo tiempo, ofrecer la candidatura de una política de Agrelo y este es el punto donde todas esas empresas que dan servicios “gratis” como Google te transforman en un producto.
En años anteriores comenzó a conocerse mediáticamente, algo que venimos denunciando desde el movimiento del software libre desde hace décadas: esta práctica de trackear personas está siendo realizada con asiduidad no sólo por los emporios de la venta de datos de personas como Google y Facebook sino además por estados, que encuentran en ella una técnica de control insuperable.
Según algunas autoras desde un par de años a esta parte venimos atravesando un cambio desde las sociedades disciplinarias y las de control. Haciendo un rapidísimo -e irrespetuoso- resumen puede decirse, que en las sociedades disciplinarias el control se ejerce a través mecanismos diversos, que atraviesan la sociedad, a través de mecanismos informales o sociales e institucionales como los centros de encierro como pueden ser una fábrica, la escuela, las cárceles o los hospitales. Todas instituciones que atraviesan una crisis general, mientras funcionarias anuncian reformas “necesarias” que en realidad apuntan a poder gestionar la agonía institucional, mantener la gente ocupada y calmar las repercusiones sociales de la crisis institucional hasta que se logre completar el paso a las sociedades de control, que están sustituyendo a las disciplinarias. Es necesario recalcar, que este no es un proceso “natural”, esto no es algo que suceda sin ánimos de que sea así, no se trata de formas de control carentes de ingenieras y arquitectas, ni de ingenieras y arquitectas que carecen de jefas o personas que las contraten. Es así que mientras las derechas conservadoras plantean herramientas de manutención y claman por el sostenimiento de las formas de control tradicionales, las derechas liberales -que terminan ocupando el lugar de progresistas- alientan a vaciar aun más estos centros de encierro. Una suerte de lucha por a qué diablo vender el alma.
Aparece entonces el impulso de la formación online, del teletrabajo, entornos sin horarios, sin nadie vigilando, sin “lugar” ni “autoridad”, planteados como espacios de mayor libertad, de fomento de la creatividad y de la independencia, cuando en realidad se trata ya no de impedir la salida sino de extender la vigilancia a todo punto posible de la vida de una persona.
Cuando la vigilancia y el control se centran en fábricas, hospitales o cárceles, esa vigilancia y ese control en determinados -y por lo general insoslayables- momentos se pierden o tornan menos estrictos (al terminar la jornada, al ser dada de alta, al ser liberada) y estas sujetos ya no son pasibles del mismo control, aunque no se encuentran libres. El viraje hacia la “vigilancia abierta” comprende no impedir la salida, sino impedir la entrada, para esto se dificulta el acceso a posiciones de privilegio y el ejercicio del control se da en este punto. Dice una teórica del asunto (Deleuze) que en las sociedades de control la individuo deja de ser la individuo explotada para ser la individuo endeudada (lo que no significa que no sea explotado, sino que cambia el punto de control). En sociedades disciplinarias existe una marca individual de la posición de una individuo, en las de control esto se da a través del acceso a la información.
El ejercicio del control a través de dificultar el ingreso tiene un marcado talante económico -que es el factor que da origen a sistemas como el que tenemos actualmente- y este factor, el económico, es el principal obstáculo de ingreso y con ello, de control. Pero la dificultad no se ejerce sólo en el ingreso sino también en el mantenimiento, pues permanecer, es tanto o más difícil que ingresar. El hecho de poder capacitarnos sin espacios físicos ni horarios -el famoso elearning- da pie para poder aumentar la exigencia en puestos de trabajo, lo que hace todavía más controlables a las personas pues estas capacitaciones -realizadas mayormente con el objetivo de lograr un mejor puesto, no un mejor trabajo- son tareas que restan tiempo al sueño, diría que al tiempo libre, pero esto no sucede pues en los modelos de éxito actual, el tiempo libre no existe. ¿Notaste que las “exitosas y millonarias” de hace unos años no necesitaban trabajar mientras que las actuales sostienen a diario una o varias empresas? El tiempo que unas ocupan en no morir, otras lo destinan a pertenecer.
Resulta natural en un contexto en el que nos quejamos más por no cruzar en minutos a Chile para volver atiborradas de electrodomésticos, que por la Ley Antiterrorista, sancionada por el gobierno anterior pero todavía más nefasta en manos del actual. El control “invisible” y “natural” en sociedades de control no tiene fin. Contrario al ejercido en centros de encierro, donde como decía más arriba el control puede tornarse bobo en algún punto, el control invisible no comienza ni termina para una individuo, la acompaña desde el nacimiento hasta su muerte. En la actualidad no es el encierro la forma de control, que tiene pausas, sino el control continuo a través, entre otros mecanismos, de la comunicación instantánea.
Todas nuestras conductas y prácticas dejan huellas. El email, las redes sociales, las tarjetas de crédito, los teléfonos (fijos y analógicos) son parte del seguimiento cotidiano que no sólo resultan útiles para el control de conducta sino que además informan sobre qué consumimos, qué opinión política tenemos, qué nos entretiene. Todo esto se profundiza además con el entorno de una persona, ese lugar al que hemos logrado pertenecer, que va a determinar aun más nuestra individualidad, al punto de que ya no es necesario encerrarnos para controlarnos, no estamos confinadas, pero es posible saber a cada momento dónde estamos.
El poder además utiliza el miedo como forma de control, que obviamente además es fuente de negocios, dinero y de más poder. Así es que a partir del miedo se crean comunidades (como son los countries), sistemas de control y seguimiento (como las cámaras de seguridad), sistemas de amedrentamiento directo (como preventoras, policías y gendarmes), entre otras herramientas que vienen a colaborar con la construcción de una destinataria general del odio, una encarnación de “lo malo”, que además cuenta con una imagen predeterminada. Se trata de gente utilizada como fusible de las crisis que “sufren” las clases con capacidad de movilización, que se autoconciben como “buenas” y ejemplares del “bienhacer”. El ideario que sostienen y alimentan estos sectores, plantea que lo igual, similar o superior (aquello ante lo que se sienten inferiores) es parte del universo de lo deseable, y toda aquella persona que no responda a esos estándares es, necesariamente, parte del grupo de las “malas”. Así vestimenta, opciones culturales, ideológicas, partidarias, gustos musicales, orientaciones sexuales y otras características determinan la pertenencia al sector del bien o mal hacer. Aquí aparecen otras herramientas de control como es el perseguir al sector “malo” (o aparentar hacerlo) para que el sector “bueno” se sienta resguardado.
Una de las búsquedas más perversas en este contexto, viene de víctimas de este miedo impuesto como forma de control y es el de las cuadrillas y cámaras, que se instalan para que toda persona que se sienta “buena”, entienda que la están “cuidando” de las “malas”.
Hace un tiempo publicamos qué herramientas dispone el gobierno nacional y los gobiernos provinciales para ejercer esta vigilancia abierta. Se trata de programas que han sido dados a conocer por el mismo gobierno. Una colega, tal vez con menos análisis que pasión, nos acusaba de fomentar la paranoia en las redes sociales. Estas son también herramientas de control. El hecho de tachar de mentirosas, ultras o paranoicas a quienes denuncian planes de control e individualización nos habla de la complicidad con ellos o de éxito a la hora de tornarse invisibles.
Este es un tema que resulta inabarcable en una simple nota como esta, que además no pretende ser “aleccionadora”, sino invitarte a pensar, a cuestionar estas herramientas de control “invisibles”, porque la libertad, es algo que no sólo se pierde a balazos, en contextos como el actual, se puede perder por costumbre.
Por lo pronto podríamos decir que mientras menos miedo tengamos, menos control estaremos fomentando… y al revés. Es decir, seremos un poco más libres.
¡Happy Hacking!