En un artículo anterior esbozábamos los desafíos presentados por la Internet con referencia a los datos y servicios del Estado. Hablábamos del alcance incierto de nuestra soberanía jurídica con respecto a datos del Estado en la Internet. Eso nos lleva a generalizar ahora nuestros razonamientos a otros aspectos de la relación entre la Internet, global por su naturaleza actual, y una de las funciones críticas del Estado: mantener y defender su soberanía.
Hay dos aspectos a tratar: 1) el concepto de quién controla la Internet y cómo influye el Estado a través de organismos nacionales e internacionales competentes, y 2) cómo se relaciona funcionalmente el uso de Internet con la tarea permanente de la defensa de la soberanía.
¿Quién controla la Internet?
La Internet nace hace décadas en EEUU, como derivado de un proyecto militar, ARPANET. A principios de los años 80 se convierte, apoyado por fondos para la ciencia del gobierno de EEUU, en herramienta civil que interconecta universidades con centros de investigación privados y estatales. La Internet madura rápidamente, trasciende los muros académicos y se expande, a tal punto que a mediados de los 90 le termina de quitar el oxígeno a las redes comerciales globales de datos como Compuserve, Tymnet y otras1.
Gran parte de este éxito rotundo se basa, creemos, en dos puntos: a) que la usuaria final de Internet solamente tiene pagar por el enlace hasta una proveedora local, y b) las proveedoras de contenido tienen costos ligados al volumen de usuarias que las visiten, lo que crea una economía proporcional con mínimas barreras de acceso. El hecho simultáneo de tener contenidos únicos, sin censura e interesantes, sumado a los bajos costos particularmente al no tener costo por transacción, causa la expansión explosiva y global del fenómeno Internet.
Pero la generalización de la Internet crea dentro del mundo corporativo capitalista una paradoja y un vacío doloroso: ¿cómo explotar la Internet? Todavía buscan la respuesta, solamente las pocas corporaciones entendieron mejor la naturaleza de la red han llenado sus bolsillos. La ausencia de control económico por parte de corporaciones también fuerza una estructura de gestión y control político casi libre de las pezuñas y cornadas fatales de las grandes corporaciones, por lo menos en sus inicios.
Las usuarias iniciales, el sector académico y gubernamental del primer mundo, decíamos que casi a espaldas del mundo corporativo capitalista, pautaron los mecanismos de gestión de la Internet. Esta situación permitió un modelo ético de neutralidad y libertad de expresión sin paralelos que son una extrapolación de los principios universitarios generalizados entre dichas fundadoras.
El crecimiento y globalización de la Internet la llevan a ser un recurso estratégico hoy en día, y por lo tanto un territorio disputado y a disputar. EEUU no tarda en hacer valer su influencia para evitar internacionalizar la gestión de la red. El hecho de que se utilice en todo el mundo y que ahora en gran medida se dependa de ella, hace muy difícil, por parte de EEUU, la mera apropiación (nacionalización) de la gestión de la red, porque inmediatamente se clonarían redes alternativas nacionales en otros lugares como reacción soberana inevitable. Por lo tanto, se eligió el sutil camino de “tercerizar” su gestión a partes interesadas, presuntamente neutrales pero fácilmente controlables por EEUU. Dentro de los “logros” se establece la privatización de la gestión, lo que muestra el ímpetu neoliberal que le dan a la gobernanza de la Internet
Actualmente existen dos grupos principales que gestionan la internet: ICANN e IGF:
ICANN
Wikipedia enuncia:
“La Corporación de Internet para los Nombres y los Números Asignados (ICANN) es la autoridad que coordina la asignación de identificadores únicos en Internet, incluyendo nombres de dominio, direcciones de Protocolos de Internet, números del puerto del protocolo y de parámetros. Un nombre global unificado (es decir, un sistema de nombres exclusivos para sostener cada dominio) es esencial para que Internet funcione.
El ICANN tiene su sede en California, supervisado por una Junta Directiva Internacional con comunidades técnicas, comerciales, académicas y ONG. El gobierno de los Estados Unidos continúa teniendo un papel privilegiado en cambios aprobados en el Domain Name System. Como Internet es una red distribuida que abarca muchas redes voluntariamente interconectadas, Internet, como tal, no tiene ningún cuerpo que lo gobierne.”
El poder real de la Internet lo tiene quien digite las guías telefónicas centrales (DNS raíz), hoy directamente bajo el control del Departamento de Comercio de EEUU. La ICANN controla los sufijos de los sitios web (.com, .edu, etc.), la adjudicación de grupos de números de Internet, y otras tareas de gestión.
Integran ICANN partes interesadas múltiples, llamadas multistakeholders en inglés. Así denominan a las delegadas que participan en este tipo de organismo debido a estar involucradas con el proceso en cuestión, ya sea como proveedoras, consumidoras, gestoras o tener intereses vinculados. Que nosotras sepamos, no hay un criterio claro de inclusión o exclusión, más allá del apoyo de la generación anterior de partes interesadas. Esto es, en lugar de tener una representación democrática, se eligen partes interesadas por las partes interesadas ya encumbradas. Por supuesto, cualquiera puede declararse parte interesada, viajar adonde sea que se hacen las reuniones y esperar a ser elegida en base a los méritos que se aprecien, lo que requiere recursos económicos y apadrinamientos corporativos o estatales. Ninguna parte del proceso garantiza la representatividad de cada elegida ni del grupo así formado.
IGF
Esta organización fue creada por la ONU, con el fin de establecer un órgano internacional de gobernanza de la Internet. Progenie deforme, es el corolario pragmático de desacuerdos previos. Desde 2006 se establece el Foro de Gobernanza de Internet (mejor conocido por su sigla en inglés: IGF). Se decide, a partir de propuestas hechas nada menos que por Argentina, tener una estructura consultiva de 56 (hoy en día) partes interesadas múltiples, supervisadas por una secretariada ad-hoc. Su objetivo es identificar áreas de problema, llamarle la atención sobre ellas a los cuerpos relevantes y al público, y si es posible, hacer recomendaciones, entre otras.
Una imagen emerge de todo esto: la Internet está en piloto automático, sigue la dirección que tomó en sus orígenes. Aunque esto es funcional, o sea la internet cumple bien su propósito de intercomunicar, la titiritera invisible es EEUU, que controla completamente la infraestructura clave para su funcionamiento. Los organismos internacionales creados para su gestión están diseñados para no gestionar mucho, como podemos inferir de la información ofrecida. La lectora podría pensar que esto es una lectura capciosa, que la democracia funciona en el entorno de gestión de la Internet. Por suerte para nosotras, una de las ideólogas de ICANN y del sistema de partes interesadas, Bertrand de La Chapelle4, lo aclara:
“muchas naciones democráticas quieren depender menos de las instituciones universales de la ONU y refugiarse en foros de quienes piensan como ellas, tales como la OECD. El Consejo de Europa, y más recientemente el G8. Este llamado ‘minilateralismo’ puede asegurar mejor la apertura de la Internet y que los derechos humanos serán respetados y prodigados.”
Claro, para de La Chapelle, muchas naciones son, y son las únicas que vale la pena que opinen. Sobre su respeto por los procesos democráticos representativos, nos enseña:
“Tanto ICANN como los procesos de IGF están abiertos a cualquiera que quiera participar, incluyendo individuos. Esto establece un marcado contraste con el monopolio de representación ciudadana por parte de gobiernos y sus correspondientes densos y restrictivos procedimientos de acreditación para actrices no estatales.”
Lo que dice es que cualquier individuo que tenga recursos para pasarse 15 días en algún hotel caro y lejano, sería escuchado, o por lo menos su aporte quedaría en actas. Ser influyente en el proceso me imagino que es otra tarifa. Lo que termina sucediendo es que las actrices no estatales que van tienen sponsores de bolsillos profundos (fundaciones, think-tanks, corporaciones) o los apoya algún Estado.
Cuando entra en calor, nos dice lo que realmente piensa de la soberanía:
“Si la soberanía es la capacidad de ejercer autoridad suprema sobre un territorio, la Internet es un desafío directo a la territorialidad de la ley, uno de los componentes claves del modelo de soberanía”.
En su proclama, de La Chapelle nos quiere convencer que la soberanía territorial es cosa del pasado porque advina la Internet, como si fuera una iluminada que ve el resplandor del futuro en su retina.
Siendo uan referente de ICANN, su visión, profundamente reaccionaria e imperialista, es considerada constitucional por otras en ICANN y IGF. Descarta el valor de la democracia directa por complicado e ineficiente: los países pobres no tienen derecho a opinar sobre el futuro de la Internet, pero desconocidas que no son interpelables, avaladas por corporaciones desconocidas sí tienen ese derecho. Descarta la soberanía territorial como un fenómeno pasajero que terminará en el limbo de la historia junto con los paquetes perdidos de la Internet. De La Chapelle es la ideóloga perfecta para impedir que la ONU tome efectivamente la gestión de la Internet: le pone una capa de caramelo eficientista, globalista a la almendra amarga de que el tercer mundo no está invitado a participar en la gestión de la estructura global más estratégica diseñada por la humanidad en los últimos 50 años.
A esto nos enfrentamos.
No son pocas las compatriotas que se confunden y piensan que porque la Internet tiene carácter mundial o global, las nociones de soberanía, ya sea nacionales o regionales, deben ser exceptuadas. El argumento imperial de que reparar la gestión de la Internet es el equivalente matemático a imponer la censura masiva, caló hondo y las ha convencido, por fantasioso que sea. La realidad es que cuando un país renuncia a su parte de soberanía, otro la agrega a la suya. La naturaleza, los bancos y el Departamento de Estado de EEUU detestan el vacío.
Una Internet para el país, la región, el mundo
El modelo de partes interesadas múltiples tiene méritos en la recolección de requisitos, la formulación de propuestas técnicas y el análisis de tendencias hacia el futuro. Pero es profundamente antidemocrático en la gestión o gobernanza de recursos vitales como la Internet. Eso sin tener en cuenta que está manipulado por el primer mundo y sus corporaciones.
La crisis de gobernanza de Internet es cuestión de tiempo, creemos. En este momento hay tensiones entre el EEUU y China, por la definición soberanista de China en lo que respecta a la Internet. EEUU censura y obliga a las empresas radicadas en su territorio a boicotear el intercambio de datos con Cuba e Irán. Este tipo de intervenciones no va a desaparecer y puede terminar causando la formación de Internet nacionales o regionales paralelas para evitar el control de EEUU y otras.
Un tema de mucha importancia es el control de los nodos raíz de la guía telefónica de Internet, el servicio DNS, que hoy está en la manos de gobierno de EEUU. Para tener redundancia regional en caso de pérdida de conectividad necesitamos tener nodos raíz completamente autónomos (no simples réplicas) en la región. Nuestra política de estado debe apuntar a esto y a lograr redes de datos nacionales y regionales autónomas, claramente por motivos de soberanía.
Como parte de la mencionada política de estado, para el país y la región, se debe promover la representación democrática en los ámbitos de gobernanza de Internet, postulando que todos los pueblos tengan voz y voto en ése o cualquier otro tema global.
Precisamente, uno los problemas que hemos observado en las políticas del área tecnológica es la ausencia de políticas de estado u organismos que las formulen. A los foros internacionales concurren Agesic, Dinatel, Antel, Ursec y otras a defender puntos de vista que en algunas ocasiones son solamente los de la dirección del organismo que las presenta. Proponemos que la Cancillería se encargue de crear coherencia y de que vayamos con una sola voz a los encuentros internacionales, por lo menos en lo que respecta a la gobernanza de la Internet y temas afines. Otra opción interesante es la propuesta, que circula en los entornos programáticos del FA, de crear un ministerio de Tecnología, Ciencia e Innovación que dé coherencia y un marco político a las políticas del Gobierno.
Recientemente se evidencia eje de ejercicio de la soberanía: tomar medidas paliativas contra el espionaje sistemático de las grandes potencias, estableciendo servicios nacionales y regionales para la Internet cuyos paquetes de datos no transiten por lugares donde se pinchen los cables.
El uso de servicios nacionales y regionales es algo que sugeríamos en un artículo que mencionamos al principio, escrito bastante antes de que se desatara la crisis internacional causada por el proyecto de espionaje PRISMA.
No nos pasa desapercibido que este es un tema complejo, y que cualquier propuesta de cambio es instantáneamente polémica y que seguramente debamos elaborar más y elaborar mas colectivamente. Creemos que hay que convencer en círculos concéntricos, primero a nuestras compañeras, acerca de lo fundamental que es la soberanía aun en temas globales.
En conclusión, vemos necesario que nos apropiemos de nuestra parte de la Internet, de la parte que circula por nuestro territorio soberano (tanto como nación o región). Que aseguremos su funcionamiento de acuerdo a criterios hoy bien establecidos, y que nuestra parte pueda funcionar autónomamente si se “rompe” en otro lado. La importancia estratégica de la Internet para el país no nos permite dejar en manos de otras las garantías necesarias.
Vía Mate Amargo