Wikileaks destapa abusos a diario. Los gobiernos nos espían. Los estados nos persiguen y reprimen. Y no decimos nada. ¿Por qué?
Algo extraño pasa. Tal vez sea el momento histórico, pero últimamente parece que estamos perdiendo la capacidad de rebeldía. No me olvido del menemato, ni de la apatía, ni de las “apolíticas”, ni de que no es extraño -pero no por eso justo- encontrarse con que de pronto la vida amorosa y sexual de una persona puede ser objeto de opinión de otra, e incluso del estado, como pasa no sólo con el amor, el sexo y la identidad de una persona, sino con el cuerpo, cuando por ejemplo el estado te prohíbe que decidas sobre tu cuerpo, bueno, eso sólo si sos mujer. Y parece que está bien. Porque hay un importante grupo de personas que ante esto, calla o no hace nada.
El mundo de las funcionarias viene alterado con las revelaciones de Wikileaks y similares como Panamá Papers. Gobiernos que se enemistan con el de EEUU, incluso algunos están formulando legislación específica para obligar a las funcionarias a no utilizar servicios de webmail como Gmail, Hotmail ni Yahoo! porque su privacidad está expuesta. La NSA, la CIA y el FBI aparecen en los medios a diario como protagonistas de las más repudiables intromisiones y a nadie se le mueve un pelo. Es comprensible que quien siente que no tiene nada que esconder no se sienta afectada si la investigan. Lo extraño aquí es la incapacidad de sentir afectada nuestra intimidad en todo esto. Si alguien nos planta una cámara en el baño, seguramente nos encolerice. Pero si alguien nos planta un sistema de trackeo para monitorizar cada cuánto vamos, el peso y consistencia de nuestras heces, pensamos que no tenemos nada que esconder.
Últimamente pasan cosas raras, hay una suerte de síndrome de estocolmo general. De pronto cientos de personas defienden a un estado, gobierno y un sistema que nos miente, que nos dice que las pobres son menos de las que son, que niega la inflación, que desmantela la seguridad social, las jubilaciones, que gobierna mediáticamente (y sin congreso ni república), que reprime, hambrea, que pone a las parientes de la última dictadura militar en el gobierno del pueblo, que pone a la loba a cuidar el gallenero, destroza el estado, culpa al gobierno anterior (cuando podrían haber arreglado los errores y continuado el proceso, nadie las obliga a hambrearnos), en sólo 8 meses y… se escucha a mucha gente decir, somo si no fuera suficiente ya, que hay que darle más tiempo. ¿Para qué?
Algo raro está pasando. ¿De pronto miles de personas mejoraron su vida comprando dólares para irse al exterior? ¿Las casi 200.000 familias desempleadas por el gobierno de Macri, estarán comprando en China desde su computadora? Vos, ¿estás mejor? ¿De qué manera? Se da algo curioso: quienes tienen la comida garantizada están muy interesadas en hablar de corrupción (con una justicia mediática). El nivel de desgobierno y mediocridad de las autoridades está destrozando los triunfos populares de los últmos años, la inflación que hace que los sueldos sean cada vez más bajos y las cosas cada vez más caras. Estabas enojada o en desacuerdo con el gobierno del kirchnerismo, ¿sos más felíz ahora? ¿O sólo sentís que te vengaste? En lugar de quejarnos porque mueren las economías regionales, porque despiden, asesinan nenas, mengua el trabajo genuino y porque los salarios no han mejorado -si no lo contrario- nos quejamos de que Lopez revoleó 9 millones de dólares -cuya ilegalidad no es puesta en duda, auqne lo correcto sería esperar un juicio- y muchas creen que la falta que plata en el estado falta porque la tiró López o se la robó el Kirchnerismo. Seguramente no sea porque este gobierno neoliberal bajó deliberadamente la recaudación de las grandes aportantes y subió la presión impositiva sobre el resto. De pronto a Mendoza, con un gobierno aún más de derecha que el de Macri, se le ocurre que está bien que los docentes ganen menos de la mitad de lo que ganan las policías. Pasa algo raro en Mendoza.
Que una policía gane más que un docente, nos dice clarito qué futuro queremos.
Que una policía gane más que un docente, nos dice clarito qué futuro queremos. Y no, no te asustes, yo también creo que las personas que ponen en riesgo su vida deben tener una remuneración acorde. Sólo creo que, por lo menos, los docentes deberían ser de las mejor remuneradas del país, porque tienen un rol demasiado importante. Esas personas están educando a nuestras hijoas, que no sólo son importantes para nosotras, son importantes para el país, para la sociedad, para que mañana estemos mejor y busquemos estarlo siempre. El problema no son las que ganan más sino las que ganan menos. Una community manager (que cuida el presente de una marca) puede ganar entre 15mil y 20mil con facilidad, y todas miramos al community manager con cierta mezcla de envida y admiración. Pero un docente, ése que va a educar a las que son el futuro (con el detalle de que además son nuestras hijas), gana $4000. Y si los docentes toman las calles, Mendoza las mata a bocinazos y las multa con sumas que obviamente buscan vaciar los fondos con que los gremios sostienen la lucha. Pero cuando la policía se acuartela, pasa por negocios avisando que no van a dar seguridad (lo que es una incitación al miedo), y genera que determinados grupos salgan a saquear (refrescando el tristísimo recuerdo del 2001), Mendoza las aplaude.
Si un docente hace huelga y corta una calle, la matamos a bocinazos (o a tiros, como pasó con Fuentealba) y no decimos nada. Pero que la policía se rebele contra el estado y genere zonas liberadas está bien.
Pasa algo extraño cuando no decimos nada respecto de que nuestra información esté completamente disponible en Internet, a disposición de quien quiera, pero la de las gobernantes y políticos brilla por su ausencia. Pasa algo cuando no nos importa ninguna de estas dos cosas.
Pasa algo extraño cuando no nos importa que existan sistemas que triangulan toda nuestra información genética y social y nos pone a todas en el lugar de posibles delincuentes.
Ante esto se me ocurre que nos falta rebeldía, o que seguimos pensando que la realidad es algo que le pasa a las demás.
Vivimos de una forma trivial, descomprometida, hasta que nos pasa algo en carne propia. Justo en ese momento es cuando “todo” está mal. Salimos a la calle pero sólo a pedir que otras resuelvan nuestra vida. Tal parece que entre la pastilla roja y la azul, ante la alternativa entre la libertad, cruda, dura, pero propia, y un mundo inventado en el que todo es sólo cosméticamente mejor, no nos resulta extraña ni indeseable la actitud dócil, servil, de quien no dice nada, y nos recostamos en no pensar, porque, total.. para eso hemos delegado nuestra soberanía en el gobierno.
La rebeldía me parece una de las capacidades más hermosas de la humanidad. Creo que debemos cuidarla y alentarla. Sin ella no hay ni discusiones, ni mejoras, ni críticas, ni mejor futuro. En el mejor de los casos sólo hay más de lo mismo, aunque tal vez con un mejor sueldo.
De eso se trata hackear.
¡Happy Hacking!