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¿Femenina si, feminista no?

A la sociedad le cuesta entender que el feminismo no odia a los hombres. Lo que nosotras feministas queremos “matar” (y lo pongo entre comillas porque es metáfora, no nos interesa la coacción física) es al macho, definido éste por aquel hombre que cree tener poder ante la mujer, que la cree sumisa y tiene poder de decisión en sus actos. 

Es aquel hombre el cual la agrede con innumerables violencias: ya hablaba Bourdieu, socióloga francesa, de los muchos tipos de ésta. Y si bien la violencia física es la más fácil de detectar y más punida no es la que mayormente día a día estamos sometidas. Por el contrario, la simbólica es más común y puede llegar a ser muy dolorosa.

Pero no sólo son hombres, muchas son las mujeres que están impregnadas de este sistema patriarcal que apoyan dichos pensamientos y afirman que el rol de la mujer, por ejemplo, es de labores domésticas en su casa, con sus hijas, dependiente de la economía de su marido, sin dar elección a más, sin darse cuenta que esto es una opción sumamente aceptada pero no una obligación.

El feminismo entonces quiere la equidad entre el hombre y la mujer, no quiere ser superior, ya que eso sería estar haciendo lo mismo que queremos erradicar. Aquí podemos citar a Rosa Luxemburgo “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.”

Invito de nuevo entremos en el juego de pensar frases comunes: “mejor no trabajes, quédate en casa con las niñas” /“¿cómo vas a salir con ese vestido?”/ “tu vestimenta dará que hablar”/ “no presentes eso/ no te dediques a… no te tomarán en cuenta”/ “no tenés capacidad para opinar o actuar”/ “no te pongas eso que es provocativo”/ “no tomes”/ “quedas fea así y acá” /“deberías ser más femenina” y acá me detengo – ¿femenina pero no feminista? –

Al parecer ser femenina y feminista es antagónico. Feministas como sinónimo de falta de cordura, de desprolijas, groseras, violentas. “ Feminismo es querer romper con lo que durante décadas fue pero ahora no les sirve”, se escucha.

Si soñamos y tratamos de ir tras ellos derribando este sistema patriarcal en el que vivimos estamos locas. No, nunca nos sirvió, a quienes le servía era a los beneficiados por el patriarcado, pero ahora estamos mucho más apegadas al cambio y sensible a los hechos. Y de esto no depende tener o no las uñas arregladas, la cara maquillada, usar vestidos o jeans sueltos.

Si, podemos vestir bien, estar bien peinadas y maquilladas, estar siempre al servicio de quien necesite. Pero ser feministas es decontruirse y unirse al cambio. Es decir basta a lo que nos somete, nos hiere, nos mata.

Por eso tenemos que empezar desde la base de la deconstrucción y romper con este sistema que está clarísimo en casos como por ejemplo de Lucía Pérez o Nahir Galarza en Argentina. Uno, donde absolvieron a los acusados de violar a la menor porque las pruebas para el juez no fueron adecuadas y el otro donde en cuestión de meses a la agresora le dieron cadena perpetua. No justifico la última, pero en temas de tiempos, prioridad e importancia es clara la justicia.

Yéndonos un poco más allá, en algunos países es muchísimo peor la realidad de la que tenemos en América Latina. No
nos permiten mostrar su rostro, no
nos permiten estudiar, nos hacen casar con 12 años o cuando ya podamos ser fértilmente útiles.

Una vez más, imaginate a tu hija pasar por esto, que la obliguen casarse solamente con 13 años con un hombre de 40 y tener relaciones sexuales. Que sea sometida a ser una ignorante y que si no lo es, justamente se debe a que ella sabe y siente que se merece más de lo que tiene. Y esto, quieras o no, es lo que venimos haciendo hace décadas, romper el privilegio de unas pocas para que pueda ser un derecho de todas.

Pues quedémonos con que seguimos un poco locas. En América Latina solamente en lo que va de 2019 han muerto por parte de hombres (los llamados femicidios) al menos 282 mujeres (y contando).

El colectivo Ni Una Menos Perú reportó por lo menos 14 femicidios desde que empezó el año hasta la fecha. México (con 104 femicidios) y Brasil (con 69) tienen las cifras más altas. Siguen Argentina con 20 femicidios —contabilizando las muertes de mujeres transgénero (cuatro) —, Honduras con 16, Colombia con 11, República Dominicana con 10 y Venezuela con 8. Se dieron menos casos en Costa Rica y Paraguay (ambos con 6), Chile (5), Bolivia y Ecuador (4), Uruguay (3) y Nicaragua (2), según datos registrados oficialmente.

Enfocándonos un poco en México, día a día mueren mujeres. Es el índice más alto que presenta América, pero, además son quienes más sufren de tipos de violencia: como trata de personas y secuestros, que terminan en asesinatos.

En Uruguay en este año ya llevamos tres muertas, pero el año pasado cerramos con 31 víctimas, cifra similar a la de 2017. Y dentro de estas cifras no entran los casos que no se contabilizan oficialmente, como en ciudades del interior y fronteras.

¿Y de quién es la culpa?¿De las mujeres que salimos de polleras, de aquellas que vamos a bailar con tops o nos ponemos short, de las que no usamos sostén, de las que usamos prendas llamativas, de las que usamos el pelo recogido y suelto, de las que tenemos cabello largo o corto, rubias, morochas, pelirrojas?.

Cabello lacio o con rulos. Maquilladas o no. Pantalón suelto o calzas. Que se marquen las curvas o que no se note nada. Las que tenemos cola, senos, las que no, las que tenemos cuerpos esbeltos según este sistema, o las que no. Las que tenemos dedos, las que tenemos dientes, quienes tenemos piel.

¿Es absurdo lo anterior verdad? Absurdo es creer en cualquiera de los casos que la culpa es de la víctima. Estamos dando el paso a paso para la liberación del patriarcado, el poder de querer decidir sobre nuestras acciones, sentimientos, deseos. Sobre nuestro cuerpo.

Es una lástima que todavía alrededor del mundo aún vivan miles de mujeres cegadas. No pensemos que es tan fácil el proceso de deconstrucción. Cuando no está el machismo a flor de piel están los micromachismos, como puede ser un chiste, o una opinión ofensiva.

Pero también tenemos que resaltar lo bueno, hay miles de hombres y cada vez más sumándose al proceso de deconstrucción, creyendo en nosotras, ayudándonos a crecer. Es excelente ver que no estamos solas, que si bien es una lucha de nosotras mujeres, tenemos que tener el apoyo de la sociedad toda. Y hacerles saber que por más mínimo acto que hagas antipatriarcal estás mejorando el mundo.

A pesar de todo lo que han vivido nuestras fundadoras, lo que estamos viviendo día a día es reconfortante ver cómo seguimos creciendo juntas,
cómo cada vez más chicas abrimos los ojos. Y estamos ahí, en cada pedacito del mundo apoyándonos y cambiando esta realidad; porque dicen por ahí que la revolución será feminista o no será.  “Hay que actuar como si fuera posible transformar radicalmente el mundo. Y tienes que hacerlo todo el tiempo”,sostiene la luchadora social afroestadounidense Angela Davis.

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