Tocar en la calle no sólo es un derecho, es también una forma de dar lugar a la cultura. ¡Abajo la ordenanza de la dictadura que prohíbe el arte en las calles!
Si hablamos de arte y cultura y su relación con el Estado, en la ciudad de Mendoza todos los días son tristes. Las músicas callejeras de nuestra provincia son constantemente perseguidas cuando tocan en la Ciudad, son maltratadas, robadas, multadas y cesanteadas por el estado bajo la dirección del intendente Fayad. Las mendocinas decimos que somos conservadoras, pero en realidad somos grandes hipócritas. He participado en una gran cantidad de encuestas sobre contenidos musicales. Siempre me pareció curioso que a la pregunta “¿Deberían incluirse más músicas locales en espacios de exposición artística y medios de Mendoza?” cerca del 95% contestaba de manera afirmativa.
Pero las mendocinas, en un horrendo nivel general, piensan (perdone que me separe, soy mendocina pero no pienso esto), que lo local que hay que poner al aire y en los teatros es lo consagrado. Mendoza, conservadora e hipócrita, rinde culto a artistas muertas o aquellos que tienen el visto bueno de las porteñas, que nada aportan a nuestra producción cultural (y a quienes recibimos además de tan buena gana). Tan importante es la hipocresía de quienes piden más cultura local que las pocas “consagradas” que viven en la provincia actualmente -y que viven de la música o de su arte- deben casi pedir permiso para poder tocar o viven aquí pero trabajan en otras provincias. Aquí son docentes o productoras o tienen un sello discográfico, pero no son músicas. Cierto, varias de esos consagradas tienen un conchavo con alguna gestión que las contrata para hacer fechas, y me parece muy bien que se las contrate para hacer fechas, pero que esto sea producto de un conchavo y no de una política cultural, merece todo mi repudio.
Cuando no sustentamos nuevos artistas, la “cultura” no es producción sino repetición
Mendoza tiende a cristalizar la cultura, a petrificarla. Allá por el 2006 Sergio Embrioni, movido vaya saber uno por qué inspiración diabólica, arregló una versión menos pacata de la marcha vendimial. Le quitó un poco el moho al himno de una de las fiestas más hipócritas del planeta, el resultado fue una de las marchas vendimiales más digeribles hasta el momento, y por lo menos, la menos militar. Las pacatas no demoraron en poner el grito en el cielo y manifestar sus quejas. Lo cierto es que sin importar esto, la marcha siguió sonando, y hoy no le eriza el pelo a nadie, al menos no de manera negativa. Sucede distinto cuando miles de mendocinas optan por manifestar su apoyo a la cultura mendocina, pero dar la espalda a las artistas locales y copar estadios cuando viene Arjona.
Lo que piense cada persona sobre qué debemos hacer y qué no en temas culturales y artísticos es una cuestión sujeta al gusto y la opinión. Pero cuando estados demagogos o autoritarios dedican sus esfuerzos y políticas sólo a sostener la existencia de lo consagrado, la cultura deja de crecer, se transforma en la constante iteración de aquello que gustó en un determinado momento y que con los años se configuró en consagrado para luego petrificarse. En estas instancias, la cultura y el arte no son una forma de expresión, una producción social, son sólo la repetición de la expresión y producción social plasmada en el arte al momento en que fue producido. Esto hace, que nuestra cultura “actual”, tienda a ser no nuestra producción cultural vigente, sino la producción cultural de hace unos 50 años. Y eso es lo que “está bien”, porque es “lo que quieren las mendocinas”. Dos grandes mentiras.
Al estado municipal de la capital menduca, con Fayad a la cabeza, se le antoja que las expresiones culturales sólo pueden existir en espacios dedicados exclusivamente para estos fines. Lo cual es ridículo y al mismo tiempo no tiene en cuenta a artistas cuyas obras, encerradas en un teatro o en una sala, serían un absurdo. No existe capacidad instalada en la ciudad para poder dar respuesta a la -por suerte- enorme cantidad de arte que producimos actualmente. Esto genera que, en el lugar de mayor concentración de personas que podrían asistir a una presentación, conseguir una fecha para exponer, tocar, leer o lo que fuere, requiera de varios meses de producción y que el momento sea en sólo una oportunidad o dos al año, porque no hay disponibilidad, a lo que se suma también una ausencia total de políticas culturales de estados municipales y provincial que tiendan a favorecer la producción cultural local.
Paralelo a esto, la provincia está, desde hace unos años, metida en una suerte de moda de la concentración. La Nave Cultural y el Espacio Julio Le Parc son dos buenos ejemplos de esto. Aplaudo su existencia, me parece que son dos grandes espacios, que es formidable que existan y me alegra enormemente que tanto municipios como provincia hayan destinado y destinen recursos para esto. El problema es cuando se intenta “aprovechar la inversión” y concentrar allí la producción cultural. Ninguno de los dos espacios son adecuados para un importante porcentaje de la producción cultural actual, y, paradójicamente, no dan a basto para quienes sí es un buen espacio.
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Debemos tener en cuenta que, con una apretadísima agenda, sólo llegan a dar respuestas a una pequeñísima porción de nuestras artistas, que por otro lado, producto de la apatía de las mendocinas y la inexistencia de políticas culturales al respecto, muchas veces las artistas no pueden solventar los costos de producción de un concierto -aunque en ambas salas pueda trabajarse a bordereaux- o no logran dar respuesta a las condiciones impositivas que significa trabajar en una sala, y otras cuestiones vinculadas a ambos temas, a lo que debemos sumar, tristemente, la constante espalda de la sociedad para con nuestras artistas.
Este modelo de encerrar la cultura tiene plasmado en sí mismo el concepto de la petrificación del que hablo más arriba. ¿Por qué la música debe tener un lugar? ¿Qué hay de malo, nocivo o molesto que bandas, solistas y artistas en general se presenten en plazas, semáforos y veredas?
Allá por 1979 en pleno genocido se sancionó la ordenanza número 55/10592/79. Una ordenanza muy acorde a la dictadura cívico militar que corría y al tipo de sociedad que impulsaron estas lacras que se dedicaron a matar, violar, torturar, mutilar, secuestrar, desaparecer y robar personas. Se trata de una ordenanza que prevé la censura, por ejemplo, en su artículo 37, donde aclara que el estado “podrá denegar la autorización u ordenar el retiro de la publicidad aún cuando hubiese sido originalmente autorizada, cuando a su juicio ello sea necesario por razones de seguridad, estética o moralidad”.
Además de censurarte, te cobran.
El artículo anterior, permite que, a juicio del estado capitalino, pueda censurarse un afiche por razones “morales” o de estética. Si fuera un estado que por ejemplo, quiere imponer una ciudad feliz y mostrar afiches donde se denuncia la persecución a homosexuales, la pobreza o la represión de la que son víctimas las personas (que todos sabemos, son cosas que no pasan en Ciudad y en la provincia ni en Argentina), puede este estado decidir que por razones estéticas, de seguridad o moralidad, estas denuncias deben ser retiradas, para lo que además prevé multas. O sea que además de censurarte, te cobran.
El artículo por el que está prohibida la cultura en la capital, y del que echa mano Fayad, es el número 49, que tiene el siguiente texto: ” “Queda prohibido en todo el ámbito terrestre o aéreo de la Comuna la emisión de sonidos por medio de parlantes u otros elementos similares, ya sea con fines publicitarios o emisiones musicales. La infracción será penada con multa, de acuerdo a lo establecido en el artículo 55º del Código Tributario, siendo responsable aquel que la Comuna determine en cada caso, ya sea anunciante, ejecutor y/o propietario del medio utilizado. En todos los casos y siempre que sea posible, se procederá al secuestro de los elementos utilizados para ese fin, los que serán devueltos al propietario una vez que haya sido abonada la multa correspondiente” (podés consultar otros artículos la ordenanza aquí porque el estado municipal no la ha publicado, o al menos no la encontré).
Lo que sigue es una suposición, pero parece que para el estado de Fayad la cultura y los ruidos molestos son la misma cosa. Lo que hace este artículo es profundizar aún más los problemas que tienen las artistas mendocinas para poder vivir como tales.
¡Fayad: cultura no es algo que se hace en ratos libres!
No sólo se las trata como productoras de molestias, al mismo tiempo se les roba sus herramientas de trabajo (impidiendo que puedan seguir trabajando), se las vilipendia como artistas, se las trata como delincuentes y para colmo se las obliga a pagar, cuando se las ha dejado sin forma de generar ingresos e impedidos poder seguir trabajando.
No soy jurista, no pretendo serlo, y la responsabilidad de un análisis jurídico de la ordenanza no me corresponde, pero esta poderosa mezcla de papel con tinta sancionada por asesinos y soportada por el intendente de Capital (el de la ciudad maravillosa), además de tratar a las artistas como una molestia, los engloba en el apartado de publicidad y propaganda y deja supeditada la expresión social y la única producción humana (la cultura) a la opinión que tenga el ejecutivo sobre la seguridad, estética o moralidad de sus artistas.
Cuando fue el día de la música las músicas celebraron protestando, convocando a la sociedad e informando que arte y cultura no son sólo una producción social, son también derecho y razón de existencia, son vida, son alegría, sonrisa, conciencia, solidaridad y reflexión. Las músicas de Mendoza salieron a convocar, a informarte que el estado municipal les roba, las condena, las maltrata, les cobra por trabajar utilizando matonas rentadas con el dinero de las mendocinas, perras de caza vestidas de amarillo chillón, montadas en pedestales eléctricos (y con gorrita).
Desde Tribuna Hacker apoyamos la protesta de las músicas callejeras y de todas aquellas a quienes roba, desocupa, persigue y cobra el estado capitalino -y cualquier otro- por expresarse.
Es importante que todas asumamos el compromiso de ocupar el lugar que estamos obligadas a tener cuando un estado avanza sobre los derechos de un grupo de personas (o de la sociedad en general). Entre todas tenemos que dar vuelta esta ordenanza, para que la música y las músicas sean legales.
Hoy toman especial vigencia las palabras de Nietzsche: “Sin música la vida sería un error”.
¡Happy Hacking!
Hola Cristian, qué bueno que nos leas desde aquel momento y qué pena perderte. En la nota no veo ningun párrafo que pretenda hacerte cambiar de postura, sí está muy presente mi opinión sobre ciertas formas de organización y en particular de los genocidas y del intendente de capital, pero la nota no apira a que pienses como yo (yo tampoco lo hago). Gracias por la crítica, te esperamos de vuelta cuando quieras. Parte de lo que aspira a construir este espacio es aceptar que otras pueden y tienen derecho a pensar distinto a nosotras y qe nadie tiene la verdad. Proponemos y esperamos eso mismo. Ojalá vuelvas. Saludos y gracias.
Sres. hackers lamento tener que decirles que me voy a “desuscribir” de su boletin, yo los sigo desde hace mucho en mdz y me gusta ver sus notas con respecto a “hackers”, pero este tipo de notas politicas no me gustan y si quisiera verlas miraria otra pagina. Estoy cansado de politica y no me interesa ni paco ni cobos nifayad ni cristina, por mi que se maten todos. pero lo que no soporto es que te metan ideas de que aquel es malo, el otro es bueno etc.. son todos iguales.
asi que me despido de ustedes y les digo “fue bueno mientras duro”. chau.