El derecho de las editoriales sobre la producción científica, bajo la ilusión de un derecho que protege a las autoras es una doble trampera; por un lado condena a un conocimiento limitado a la mayoría de la población y a ser perseguida -como si de una delincuente se tratara- a la que se anima a difundirlos.
Muchos casos van sumándose a estas condenadas por compartir, sin duda la más emblemática es la de la joven Aaron Swartz; pero antes y después de ella podemos contar por cientos a las científicas, profesoras, alumnas, y divulgadoras perseguidas por las Universidades Privadas y las Organizaciones de Derecho de Autora.
Hoy; volvemos sobre este problema que nos convierte en lo que no somos: DELINCUENTES. ¿Por qué no aprendemos y seguimos insistiendo con compartir? PORQUE COMPARTIR ES BUENO.
Compartir esta idea me hace sentir generosa, desinteresada. La idea me interesa y quiero tomar parte activa en que triunfe, en que se extienda. Estoy indignada y quiero que otras se sumen a mi indignación. Alguien que conozco o con quien me siento implicada me lo pide directamente. Puedo usarla para unir a diferentes personas y construir comunidad. Economías de escala, tu servicio – que yo ya utilizo – funcionará mejor para mí si mucha gente lo usa. Tu idea me permite expresar algo que yo tengo dificultad para expresar o explicar directamente. Me permite ayudar a alguien que me importa o interesa. Me gusta lo que haces y es mi manera de pagarte por ello.
Aquí lo que nos cuenta Diego Gomez de su propia experiencia:
“Hace tres años, a través de un grupo de Facebook en el que participábamos interesadas en el estudio de las anfibios y reptiles, conocí una tesis de maestría que era fundamental para identificar algunas anfibios que encontraba en las visitas de campo que realizaba a algunas áreas protegidas del país. Para acceder a esta información, era necesario viajar a Bogotá y consultar en la biblioteca, pero pensé que era algo que le interesaba a otras más allá del grupo así que lo compartí por Internet. Aunque no fui la primera ni la única (el documento se encontraba en varios sitios ya) por compartir conocimiento respetando la autoría de quien hizo la investigación, hoy su autora adelanta un proceso penal en mi contra por “violación de derechos patrimoniales de autora y derechos conexos”, me dicen que esto puede suponer de 4 a 8 años de cárcel para mí.
En unos meses mi vida ha cambiado, ahora estoy aprendiendo de audiencias, imputaciones, juicios y abogadas, estoy muy preocupada y desconcertada. Sobre todo, me desconcierta que esta actividad que realicé con fines académicos pueda considerarse un delito, y me convierta en “delincuente”. Hoy resulta que lo que hacemos la gran mayoría de investigadoras y conservacionistas del país, que nos hemos comprometido con difundir el conocimiento, nos hace delincuentes.
Hoy me sorprende que lo que es indispensable para las actividades de investigación y conservación (compartir conocimiento) pueda ser considerado un delito. Hoy me sorprende que la investigación y el conocimiento generado sobre historia natural, taxonomía, sistemática, ecología y otros campos de las ciencias biológicas, que por regla general no obedecen a la lógica del mercado, sean considerados análogas a un software o a una obra artística para explotación comercial; que pasen de ser una pasión a un instrumento del mercado. Por su naturaleza puedo entender que para las editoriales las publicaciones académicas sean instrumentos de mercado, pero me sorprende que algunas investigadoras en ciencias biológicas también consideren impertinente, y sobre todo ilegal, que otras difundan su trabajo sin buscar ánimo de lucro; el trabajo que varias compartimos en Internet y por el cual se me acusa, fue el resultado de un ciclo de estudios de postgrado en la más importante universidad pública de Colombia. Si no estoy equivocado, lo que nos interesa a las investigadoras es la difusión de los aportes que hemos hecho a la ciencia, y si estos han sido generados desde una institución pública, con mayor razón.
Creo que mi caso no es único, sin embargo, es posible que termine en la cárcel aunque esté convencido de que “compartir no es delito”. No somos delincuentes por compartir conocimiento, por hacer investigación, por aportar con nuestro esfuerzo a la conservación de nuestra biodiversidad y al crecimiento de la ciencia en Colombia. ¿Usted qué piensa?”
Hoy debemos exigir desde todas las redes que la opción sea acceso libre a todo el conocimiento científico; si el conocimiento científico se comparte nos beneficiamos todas y esa debe ser la prioridad de todo proyecto científico.
Desde Tribuna Hacker apoyamos la campaña por la libertad de Diego Gómez y las instamos a hacer oír la voz de todas.
Aquí pueden leer el caso completo.
Y más info sobre su desarrollo.
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