De nada servirán sus terminales cuando ya no hayan abejas. Pero ya lo verán por ustedes mismas.
Hace 30 años un tipo cambió las formas de hacer filosofía cambiando el soft que le impedía acceder a una impresora. Hace 30 años yo comenzaba a militar en la Villa de Alvear y la Vía de Rosario.
Hace 30 años tenia 18 y acababa de abandonar la ESPAC Grl Lemos. Pude disfrutar de la desconfianza de las compañeras con las que militaba en el trotskysmo y en el anarquismo por mi formación militar y pude disfrutar de la desconfianza de las otras por mi cercanía a la izquierda. Tal vez por eso me ligué a las luchas de campesinas y marginales; porque me identificaba con su destino de ser perseguidas por uno y otro lado.
En otra oportunidad conté como llegué al software libre de la mano de un cumpa cincuentón que usaba una subnotebook con un slackware muy parecido al DOS+win3.1 de aquella época. Él fue quien me contó de la impresora y el tipo que se burló de sus limitaciones después, supe que ese hombre era Richard M. Stallmann.
En aquella época yo tenía una tandy 1000 (sx 486) y este cumpa entre mate y mate me la hizo andar con un Slackware que después reemplacé por una pentium que compré sin sistema operativo y a la que le puse un Conectiva que compré en un negocio que ya no existe y se dedicaba a dar talleres y enseñarnos a ser autosuficientes con nuestra PC.
Cuando me acerqué al mundo del software libre enseguida vi las discusiones entre Eric Raymond y Richard. Entre el software libre y el open source; entre la mirada sobre los medios de producción y los medios de colaboración.
Son 30 años y me pregunto si son nada como los 20 del tango.
En estos 30 años yo avancé a este hombre que soy hoy, apliqué las cuatro libertades a toda mi vida y no me arrepiento. Elegí el radicalismo ideológico porque los grises son un terreno donde la ética se transforma en algo indefinido. Ya no podemos pensar (hacer filosofía) desde un pensamiento único, el pensamiento ha tomado su forma colaborativa.
Forma colaborativa que aún no podemos consolidar en campos como la educación o la política. Aún seguimos glorificando el “al menos esto” o el “peor es nada” o el “paso a paso” para justificar políticas parciales que se practican para conformar a masas parcializadas por sistemas de control y vigilancia permanentes que se van perfeccionando.
Aún sigo llamando a unir las luchas contra las patentes; a unir las luchas por las comunes. ¿En qué se diferencia mantener la pureza de una semilla, de mantener la pureza de un software? ¿En qué se diferencia la restricción sobre una semilla y la restricción de un software? ¿En qué se diferencian los derechos de autora sobre una obra de arte o un software? En nada absolutamente.
Cada vez que insertan blobs, DRMs o bots en un software, lo perjudican. Cada vez que insertan en una semilla cualidades transgénicas también la perjudican. Cada vez que derriban un monte nos destruyen a todas, nos destruyen nuestros ecosistemas. Cada vez que privatizan un software nos destruyen a todas, destruyen nuestra ecología del conocimiento.
A 30 años de GNU y a 20 de mi ingreso a este mundo; miro hacia atrás y me alegro de no ser programadora, no me malentiendan; no reniego de esa tarea, de esa forma de hacer filosofía que integra la ingeniería social con la de sistemas.
Me alegro por una sola cosa, casi una inocencia: no ser programadora me permitió discutir las necesidades con las desarrolladoras desde la mirada de la usuaria.
Y mi casi vicio por las computadoras se ve limitado por mi vida, la necesidad de trabajar, de hacer el amor, de reír y beber, de sembrar y cosechar. Cuando mi hijo enciende su notebook y veo corriendo el nuevo Trisquel o la net ex-PCI de mi hija corriendo el Kuntur GNU/Linux se me dibuja una sonrisa. Mi hijo diseña dibujos y remixa fotografías; mi hija escribe teatro, yo en mi Dragora o mi Debian Hurd (sí ese que dicen no es estable para producción) escribo poesías, artículos y novelas por ahora inconclusas. Escribo mis novelas en Lyx. No entiendo aún como los sitios de autoedición siguen usando word y no este maravilloso software libre con licencia GNU.
Mi sueño es crear una distribución pensada para las organizaciones sociales, pensada desde sus comisiones y que sirva para que todos entiendan que aquello que aplaudimos con ambas manos como una siembra con un alto rinde ha producido en estos treinta años la casi desaparición de las variantes del maíz, de arroz, café, entre cientos.
Muchos pensarán que mezclo las cosas. Yo puedo asegurarles que no. De nada servirán sus terminales cuando ya no hayan abejas. Pero ya lo verán por ustedes mismas.
Tal vez ese es el gran desafío de la Free Software Foundation y GNU para los 30 años que vienen, apoyar todas las luchas y ser el soporte tecnológico de la vida.
Gracias Leandro
Muy interesante el enfoque para hablar del soft libre.
Saludos
Gabriel no te hacía por acá. Una alegría tener a un opositor aca.
Es bueno discutir con alguen que nunca esta de acuerdo aunque algo debo plantear bien cuando digo porque estas acá. Algo te debe dar una minima duda para venirte a seguir discutiendo conmigo. Un placer querido enemigo espero estar a su altura y poder ser lo suficientemente humilde para aprender de usted como lo hago de paideia. Un abrazo
Y sí, mezcla y bastante. Pero tengo que reconocerle que no anda con medias tintas, al igual que este ignoto comentarista. Claro que cuando dos ideologías apenas si si rozan, no queda más remedio que darse murra. Ni modo, seguiremos intercambiando mano dobles.
Bueno, un comentario aquí es particularmente riesgoso porque no soy parte de ese movimiento que lleva 30 años y por lo tanto, racional y afectivamente mi visión está condicionada por esa lejanía. Pero es importante celebrar la lucha. Con logros y fracasos, con esperanzas y acechanzas. Qué puedo decir… Feliz Aniversario!!!!