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Perdón Roberto: Nuestra experiencia con “Virtuales Gurúes Impostores”

Allá por enero de 2018 nos escribió una tal Roberto Lépori. Hasta ese momento, jamás la habíamos sentido nombrar. Por suerte se presentó comentándonos que era parte de una editorial anarquista llamada “Gramilla” y hacedora de artesanales en “Libros de Casa Violeta”. Extrañamente quería enviarnos libros, cosa a la que por supuesto accedimos.

Eran tiempos diferentes para Tribuna Hacker y para el mundillo digital en general, y podíamos dedicar más tiempo a los contenidos que nos gusta escribir, como este, que está destinado a decir, pretende ser leído, pero más por azar que por acierto. En esos días todavía coleteaba cierta búsqueda social de transformaciones revolucionarias, o al menos un pelín estructurales.

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Foto de Marcos Guglielmetti

Había un ánimo social distinto, la gente todavía pensaba en cómo apropiarse de la tecnología y utilizarla en su propio favor, una tendencia que fue fuerte en Argentina entre el 2002 y el 2015 (digo yo… así a ojo), hasta que un grupo de radicales y peronistas ciegas decidió destruir el movimiento del software libre con sabotajes de todo tipo. Por aquel entonces el 100% de quienes integrábamos Tribuna Hacker habíamos sido parte de alguna manera de aquel escenario.

El grupo que escribía estas notas, tenía unos nombres de esos para caerse de culo: Marcos Guglielmetti, Nicolás Reynolds, Roberto M. Bazzo, Walter Galleguindio Ramírez y Pablo Rizzo, eran algunas de las firmas del suple que hacíamos en ese momento, y al mismo tiempo algunas de ellas eran referentas de opinión dentro (y fuera) de esa organización.

Bueno, tampoco es que éramos la vanguardia del hacking, simplemente éramos militantes del software libre y en Argentina (¡imaginate qué chiquito el nicho!). Pero como éramos pocas, la mayoría, por una razón u otra, terminaba coincidiendo en el espacio (que era el único que había además, digo, cuando habían espacios de este tipo).

Lépori sabía quiénes éramos, nos había estudiado con minucia y sentido crítico. Lo tuvimos bien claro al leer uno de los dos libros de su autoría que nos envió, “Virtuales Gurúes Impostores”, que llevaba su firma y llegó a nuestra redacción en Mendoza ese 2018. Roberto no sólo escribió y editó el libro, también pagó el envío. Quería asegurarse de que lo leyéramos. Y lo hicimos. Pero no lo hemos contado, más que personalmente, hasta hoy.

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Virtuales Gurúes Impostores de Roberto Lépori

Una puede fijarse en muchas cosas de un libro, ser sincera y honesta, pero es imposible ser justas a la hora de dar una opinión. Un libro tiene varias facetas: la edición, el diseño, el papel, el contenido, la forma en que está escrito el contenido, el contenido del contenido, la veracidad y la calidad del contenido y muchas otras cuestiones que no tiene sentido enumerar. Si no las conocés, leé un libro. Y si las conocés, suficiente con lo anterior.

Comenzada la lectura, en la pluma de Roberto encontraba una persona enojada, a la que imaginaba con muy pocas amigas (pero cercanas), con un nivel de exigencia y criticidad para con las demás que rayaba lo espartano. Si no hubiera tenido información al respecto, habría pensado que Roberto era trotskista. La pensaba como una persona que otea en silencio como observadora participante y anota con minucia y obstinación. Bueno, hay exigencias espartanas super hermosas, como aquella que dice “No te perdono que no sepas volar”, aunque sólo es espartana si se la lee con ceguera.

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El caso es que las primeras páginas del libro, me resultaron un trago de arena. Soy de esas personas que hacen trono un inodoro si de leer se trata, y entre caca y caca iban pasando las páginas, con dureza y rispidez, algo inhabitual en mis visitas a ese sector de mi casa. Roberto se esforzaba en contar la historia de Germán Doin, haciendo hincapié en sus contradicciones, en sus vínculos criticables, en sus errores. Entre la prosa astillosa y las descalificaciones, me resultaba cada vez más difícil avanzar, a pesar de llevar sólo unas páginas. Pero me había comprometido a leerlo, así que quería al menos tratar de formarme una impresión, razón por la que no pensaba escatimar en cacas hasta lograrlo.

En un momento la historia de Germán, se cruza con la historia del movimiento SOLAR (Software Libre Argentina), donde yo, a fuerza de invitaciones, había terminado participando como parte de una de las facciones internas (la del Movimiento Social del Software Libre), que por entonces estaba enfrentada con el ala moderada, conservadora y “statuqüista” que esbozaban integrantes radicales y peronistas de la misma asociación, conformando una pseudo facción a la que algunas denominábamos “Solar ONG”, para marcar que se trataba de burócratas, en el mejor de los casos.

Por ahí, podríamos haberla llamado “Solar Onga”, porque nos acosaron durante meses, incluyendo un mini golpe de estado institucional que había dado este sector apoderándose de la comisión directiva y muchas otras cosas, como una transferencia dudosa de un dominio.org.ar, que súbitamente pasó a estar a nombre de gente de solaronga, sin que la titular real del dominio pudiese hacer nada ni reclamar. Atenti: gente de solaronga estaba en el gobierno. No era de extrañarse que apareciera una mano negra metida en esto, pero nunca lo confirmaron públicamente, por lo que quedó en una opaca irregularidad de 5 dedos, una palma y una muñeca.

En respuesta, creo, creamos lunar.org.ar y comenzamos a escribir allí también. En fin, la historia de una organización que tiene facciones con opiniones enfrentadas, nada más.

Cuando noté que Roberto profundizaba en la historia de aquel movimiento, y por ser parte implicada en la historia (en mi caso más de refilón que nada), mi voluntad de leer se transformó. Y sí, el ego hace cosas increíbles.

“¿Qué habrá dicho de XXX? ¿Y de XXX?” Al principio me envalentonó la curiosidad de conocer el contenido de esas páginas, pero luego me dí cuenta de de que Roberto, con o sin bronca, se había tomado el descomunal esfuerzo de revisar todos los correos y otras vías de discusión que teníamos en aquella organización (en muchos casos, los correos todavía están y son públicos). Había seguido el hilo temporal de años de discusiones, leído artículos y críticas, un nivel descomunal de información si se la toma en grueso. Roberto era una responsable del carajo, no se puede no querer leer ese laburo.

Me sorprendí.

De pronto el libro comenzó a resultarme entretenido, áspero, tedioso, pero entretenido. Como leer a Marguerite Yourcenar en sus “Memorias de Adriano”, aunque escrita con academicismo y la lisonja de quien tiene el diario del lunes. El relato se había modificado y ya no era un vendaval de pústulas contra Germán. En esta parte, Roberto escribe desde un narrador casi omnisciente, lo que va recorriendo y concluyendo de la recorrida de aquellos intercambios públicos entre gente que buscaba la liberación social y gente que se conformaba con menos que eso.

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Walter “Galleguindio” Ramírez

Es muy importante saber que si bien por el humor de las respuestas era fácil de entender de qué lado de la discusión estaba cada remitente, poder ver las entrelíneas políticas de quienes conformábamos cada sector requiere de mucha formación y de una capacidad de lectura verdaderamente finas. Y Roberto, con ese tono tan ríspido y su búsqueda sobre contar su investigación sobre Germán Doin, demostraba un brillantísimo nivel de lectura de la filigrana política de aquella organización cuántica que fuimos. Llegado ese momento, el libro me parecía la obra de alguna desconocida mente brillante.

Quienes integrábamos Lunar, éramos mayormente hackers, del otro lado, tecnócratas. Eso se lee fácil. Pero dentro del grupo hacker había anarquistas (libertarias, autogestivas y de izquierda), peronistas, frepasistas, independientes y otras tantas líneas. Teníamos un objetivo en común, pero las discusiones se daban desde el prisma ideológico de cada integrante. Si no estás formada en anarquismo, las diferencias entre facciones casi no se notan (a excepcion de las libertarias, que están marcadas por el individualizmo, sí, así con Z).

Roberto había sabido leer e interpretar las diferencias, al punto de que al plasmarlas en su relato, que era el de una mera observadora, recorría esas discusiones, como si hubiera sido parte de ellas, situada perfectamente en el contexto, a pesar de que todo esto llevaba años desarmado. Mi sorpresa no terminó allí: como si fuera poco, Roberto opina constantemente, pero demuestra una búsqueda constante de que su postura no carezca de justicia. Escribe con una notable autocrítica. Seguramente Roberto también escribe poesía, pero no lo sabemos.

Me consterné. A la luz de su honestidad, tenía que empezar el libro de nuevo, volver a las primeras páginas que tantos suruyos me costaron, y reinterpretar el libro. Mi prejuicio sobre las letras academicistas y los textos en los que se puede ver claramente que la autora quiere demostrar conocimiento más que expresarlo, podían haberme impedido comprender lo que quería decir Roberto, que sin conocernos, nos conocía.

En el transcurso, Germán Doin vino a Mendoza. Nos cruzamos en la redacción del diario en que trabajaba. Nos olisqueamos intercambiando opiniones y especulando sobre algunos temas en común. En un momento pregunté: “¿Conocés a Roberto Lépori?”. Ante la respuesta negativa le dije: “Te escribió un libro”. Germán se sorprendió, ahondé en la explicación y le comenté de qué manera estaba dedicado el libro. Sonrió, acusó recibo de varias críticas, con otras estuvo de acuerdo y siguió su camino. Quedé en ese momento en hablar con Roberto y sugerirle que le enviara un ejemplar en PDF, por tracción y por justicia (de indudable presencia en el libro), seguro a Roberto también le parecía buena idea.

El asunto es que a Germán, tampoco le cumplí. Y si bien no me da culpa alguna, porque ella ya es grandecita y puede buscar el libro del que tantos detalles le dí, hoy queremos cumplirle a Roberto hablando de Virtuales Gurúes Impostores, su libro de 2018, que es realmente una joya que debería leer cualquier persona que quiera leer una historia que incluye traición, vedettismo, contradicciones, peleas, hackers, nerds, peronistas, anarcotroskokirchnoperonistas, anarquistas de todos los colores, escrita de una manera infumable que de pronto se torna agradable al paladar. Como el quinto trago de whisky.

En algún momento, sin quererlo, nuestro ejemplar se perdió, y como suele suceder con los buenos libros, la persona a la que se lo prestamos y no recordamos quién es, no nos ha dicho que lo tiene, por lo que en estos días en que me encantaría tenerlo a mano para poder darle una leída, no está. Es una gran razón para cumplirle a Roberto y decirle que no sea guacha y habilite el PDF.

Una nota final: Lunar y el Movimiento Social del Software Libre, estaban integradas por gente verdaderamente ENORME, a la que no nombro no por falta de voluntad, porque merecen ser nombradas, si no porque verdaderamente eran muchas y seguramente deje alguien afuera, por eso menciono a las vinculadas a lo que luego fue el germen de Tribuna Hacker.

¡Gracias y perdón Roberto!
¡Happy Hacking!

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3 comments

  1. Casi me desmayo al ver mi nombre en una nota tuya Pablito Querido. Odio los comentarios de Anónimo, me resultaron/an como el tiro de un sicario desconocido escondido en las sombras. Lunar existió como un acto de resistencia del sector más ortodoxamente libre, porque eramos un oximorón en la época del conectar a maldad o de gran censurador domador de reposeras, bastaron 8 años para que uno de los movimientos mas respetados, con tres distribuciones libres respaldadas por la FSF (Ututo/Musix/Dragora) se diluya en un olvido mitológico, el capitalismo, los nuevos gurúes libertarios, la caída de ese sueño político que fue el PPArg fueron el sintoma de una nueva tendencia “El Capital del conocimiento”. De la misma forma que explotan con extractivismo las entrañas de nuestro suelo, extractivizan nuestro conocimiento que soñabamos libre y al alcance de todos, han patentado nuestros alimentos y nuestra vida. Hoy militamos en Twitter hoy en manos de ese Hitler simpaticón de Musk y el código dejo de ser poesía para transformarse en negocio.

  2. La caída de solar la originó, como decís, el PJ y la UCR. Eso está clarísimo. Pero nadie de lunar fue responsable de la caída de solar, de hecho, quienes estábamos en lunar estábamos ahí de alguna manera expulsadas por solaronga. Si solaronga no hubiera sido segregacionista y autoritaria, lunar no habría tenido razón de existir.

  3. En Lunar no figura Sebastian Lorenzo, que fue quien ocasionó toda la caída de Solar a partir de su proyecto de PJ Digital y la cooptación de la Comisión Directiva. Lo que puede el miedo al verdadero poder político. No el de Lorenzo, sino de Anibal Fernandez, Cristina Fernandez, y el resto del aparato partidario.

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