feminismo revolucionario

“Ella armó un revolú”

Nuestro artículo previo comentaba sobre la importancia de armar un buen revolú en momentos cruciales. Esto me ha recordado un maravilloso libro titulado “Ella armo un revolú”, de la escritora inglesa Hannah Jewell. En él se reseña la vida de 100 mujeres que en el curso de la historia y alrededor del mundo,  se atrevieron a enfrentar e intentar abolir  estereotipos sexistas impuestos como resultado de  los procesos de discriminación  por sexo que sustentan las sociedades machistas.

En resumidas cuentas,  históricamente aprendemos que ser escritora, ha sido un trote muy fuerte que requiere, casi por definición, que las mujeres echemos de lado y tiremos por la borda, todo  el proceso de  socialización que  nos enseñan desde chiquitas acerca de  cómo ser una niña buena.   Esas 100 mujeres descubrieron no solo que sus pensamientos son importantes: sino que es urgente que los expresaran, que los compartieran y que los dejaran  plasmados en un papel para la posterioridad.

Sintetiza Jewell: “Estos son los nombres de mujeres que fueron demasiado valientes, demasiado brillantes, demasiado poco convencionales, demasiado políticas, demasiado pobres y que no fueron ni lo suficientemente refinadas,  ni lo suficientemente blancas para ser reconocidas por sus contemporáneas. En este mundo repleto de sexismo, a veces no sabemos ni qué  hacer para levantarnos el ánimo. He aquí una sugerencia: ¿Qué tal aprovechar este momento histórico para analizar la vida de todas esas mujeres embromonas que nos precedieron? ¿Qué nos pueden enseñar ellas sobre como armar nuestros propios revolús?”

Entre tantas revoltosas, no es por casualidad que la sección que más  llamó  mi atención se titula: ‘Mujeres que escribieron sobre temas peligrosos’. Aprendemos que, históricamente, ser escritora requiere, casi por definición, que las mujeres tiremos por la borda todo el proceso de socialización que  nos enseñan desde chiquitas acerca de cómo ser una niña buena.

En este libro aprendí  que  la  vocación de la estadounidense Nellie Bly para ser escritora surge luego de leer un artículo, escrito por  un reconocido columnista en su tiempo, en el periódico Pittsburgh Dispatch alrededor del 1870, que se titulo ‘Para qué sirven las mujeres’. A Nellie le dio un pique  tan grande,  que le escribió tremenda réplica y el periódico se la publicó. Al director del medio le encantó tanto el drama que suscitó la situación que la contrató  permanentemente. Pero siendo mujer  en aquellos tiempos, luego del revolú nadie la tomaba por periodista seria y la ponían a escribir sobre temas considerados triviales.

Para desafiar esta imposición y demostrar que ella era “una periodista seria”, se desbocó por los temas sociales, llegando en una ocasión a  hacerse pasar por desquiciada, con el propósito de que la internaran en un manicomio en el 1880. Dentro,  observó las condiciones infrahumanas (maltratos, comida podrida, limitaciones) con los que mantenían a las personas internas. Se percató de que muchas de las mujeres ingresadas eran bastante cuerdas,  y habían sido enviadas allí por sus maridos, bajo  pretextos  dudosos.  Cuando el director de su periódico llamó al centro para pedirles que le devolvieran a su periodista, sus primicias crearon tal presión social que obligaron a la alcaldía de Nueva York a incrementar permanentemente el presupuesto de los centros para personas con enfermedades mentales. Bly terminó escribiendo un libro llamado ‘Diez días en el manicomio’ en el 1887 y continuó complementando su activismo con su estilo periodístico durante  toda su vida.

En este libro también aprendí sobre la haitiana Marie Chauvet, nacida en el año 1916 dentro de la elite de raza mixta en Puerto Príncipe. Interesada por la literatura, escribió sobre temas sociales que analizaban los ejes opresores del sexo, la raza y la clase económica. “Su trabajo criticaba tanto la corrupción de la sociedad elitista a la cual ella pertenecía,  así como la brutalidad del gobierno que se le oponía. Es decir, ¡ella enojaba a todo el mundo!”, escribe Jewell.

En ‘Amor, cólera y locura’, escrito en el 1968, arremetió contra la violencia y el totalitarismo del régimen de Duvalier,  lo cual representaba un peligro potencialmente mortal. “Griten hasta que se desgalillen si algún día llegan a leer este manuscrito. Llámenme loca, inmoral. Roséenme con todas las malapalabras inmundas si eso les hace felices, pero a mí ya nadie me vuelve a intimidar”, escribió.

Chauvet le envió su libro a la mismísima Simone de Beauvoir, quien lo remitió a una alta casa editora en París. Pero la familia de Chauvet estaba aterrada: el peligro para ella y su familia era real. Con la intención de proteger a toda la familia, su esposo la convenció de comprar ella misma todas las copias de su ‘Amor, cólera y locura’… y destruirlas.

Eventualmente, ella escribió sobre cosas menos conflictivas y también se divorció. Viviendo fuera, no volvió a hablar sobre aquel libro. Pero en secreto, la casa editora había guardado varias copias,  aunque Marie Chauvet nunca se enteró. Murió en el 1973 y su libro volvió a ver la luz en el 2005.

Lamento no encontrarme en “Ella armo un revolú” con las mujeres Pankhurst. Emmeline (mamá), Christabel y Sylvia (hijas), fueron fundamentales para la lucha por el derecho al voto en el Reino Unido. Más activistas políticas que escritoras, sus discursos fueron instrumentales para catalizar una militancia enérgica que se torno imposible de suprimir. Siendo tres mujeres con personalidades fuertes y convicciones firmes, las Pankhurst son reconocidas por estar en desacuerdo, constantemente, respecto a las tácticas, las estrategias y sobre cuál era “el mensaje apropiado” que debían enviar al movimiento, desde su rol como lideresas. Pero las unió siempre su convicción de que las mujeres vencerían y obtendrían su derecho humano a la participación política.

Para nosotras, apoyar la causa sufragista es simplemente lo lógico pero, durante su vida las sufragistas fueron vilipendiadas y sufrieron todo tipo de abusos por defender algo que hoy vemos como completamente natural. En momentos en que muchas mujeres todavía se mostraban inseguras respecto a si apoyar o no la causa de su sexo, Christabel Pankhurst se refirió a la misión del movimiento feminista: “Nuestro deber es hacer de este mundo un mejor lugar para las mujeres. Recuérdense de la dignidad de ser mujer. No regateen, no rueguen, no se arrastren. Ármense de valor. Tiéndanos una mano. Únanse a nosotras. Luchen con nosotras”.

Para el deleite de muchas personas, especialmente en mi natal República Dominicana, confieso que este libro es prácticamente mi Biblia. Me sirve para llenarme de inspiración, compromiso  y deseos de  cuestionar  aunque para algunas personas esto no sea  más que estar  embromando demasiado.

De manera muy especial, una escritora dominicana que me hubiese gustado encontrar en esta lista de pioneras intrépidas  es a la muy reconocida  poeta  Aída Cartagena Portalatín. La también reconocida escritora  dominicana Ylonka Nacidit-Perdomo,  describe a su par como  la intelectual dominicana del siglo XX más polifacética.

Abastecida de hechizos, como la describe Nacidit-Perdomo, la maestra instrumentaliza su poema ‘Estación de la tierra’ como un grito de sublevación, tal como probablemente en algún momento lo hicieron todas aquellas mujeres de mi libro preferido, cuando decidieron tomar el guión y pilotear sus propias vidas, no sin importar,  sino a pesar del costo que conlleva ser una mujer que quiere asumir su  derecho a la palabra y escribir sin miedo: “No creo que yo esté aquí demás. Aquí hace falta una mujer, y esa mujer soy yo”.

Vía TribunaFeminista

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