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No perder el norte

A todo el trabajo de explicación y agitación ilustrada que tenemos que hacer las feministas y demás personas de izquierdas, se añade otro que resulta un preámbulo casi obligado: poner las cosas en su sitio, señalar un orden de prioridades.

En efecto, la primera trampa que nos tienden la reacción y el neoliberalismo es la de imponernos su agenda, sus preferencias. Es difícil zafarse de tales imposiciones pues no en vano tienen el poder y manejan los medios de comunicación. Pero no debemos tragarnos ingenuamente sus anzuelos poniéndonos a discutir como posesas, como si nos fuera la vida en ello, cuestiones que objetivamente son secundarias.

Con todo, a veces, no solo resulta imposible zafarnos de sus temarios sino que debemos entrar en ellos empleándonos a fondo en el debate.

Ilustremos con lo relativo a los vientres de alquiler. A tenor de la cantidad de programas, artículos, conferencias, jornadas, etc. que se le dedican, parecería que este asunto afecta a un altísimo porcentaje de la población…

Pero las cifras y los datos nos dicen otra cosa radicalmente distinta.

Cierto, el índice natalidad (N. de la E: la autora se refiere a España) ha bajado estrepitosamente:

Pero que la causa principal que impide el acceso a la maternidad de las mujeres que la desearían no es la infertilidad (aunque esta también aumenta). El verdadero problema, el escollo fundamental, son las graves consecuencias laborales que les acarrearía, incluida la posible pérdida de su trabajo. A lo que se añaden las dificultades para amamantar, la inadecuación de bajas de maternidad y de paternidad, la escasez de guarderías y demás medidas sociales de apoyo que faciliten la conciliación, la posibilidad de tener hijas sin renunciar totalmente a la vida personal y el propio ocio.

¿Por qué de estos problemas reales se habla tan poco mientras que con la maternidad subrogada -como tan lindamente la llaman- nos inundan por doquier?

Pues porque esas campañas de agitación y propaganda están promovidas por poderosos entramados económicos. Auténticos holdings: clínicas, bufetes de abogadas, agencias de viaje, hoteles, etc. Pero, además, a los poderes públicos les vienen de perlas porque así se sacuden sus responsabilidades con respecto a las políticas públicas que afectan a la maternidad y a la crianza y de las que son responsables.

En efecto, al ponerse el foco mediático en un asunto (que objetivamente es, sin embargo, tan minoritario) se forma una espesa cortina de humo que oculta los verdaderos problemas que afectan a la mayoría de las mujeres. Es decir: mientras toda el mundo está pendiente de las diez parejas que quieren tener hijas biológicas y que lloran en la puerta de un consulado en Rusia, miles de mujeres se enfrentan aisladas y solas, sin apoyo mediático, social, sindical ni político a una legislación y unas estructuras que dificultan o impiden su acceso a la maternidad.

No eludir el debate pero sí situarlo adecuadamente

Lo que acabo de decir no significa que debamos eludir el debate en torno a los vientres de alquiler aún sabiendo que no es una prioridad para la mayoría de la población.

Muy al contrario, hay que implicarse y responder, porque, de fondo, se ventilan asuntos cruciales. Debajo subyace una explotación suplementaria para las mujeres, una nueva forma de comercialización y abuso de nuestros cuerpos, coerciones y retrocesos en derechos básicos (movilidad, libertad sexual, control del propio cuerpo) y la renuncia al derecho al aborto y a la filiación.

Eso sin contar con que una persona, desde el momento que nace, no pertenece a nadie, ni siquiera a su madre y, en consecuencia, una bebé no puede ser objeto de transacción comercial.

En resumen: no se trata de un honrado y generoso comercio y de unas enternecedoras parejas deseosas de propagar sus genes. Hablamos de poderosas redes que buscan “nichos de mercado”  y que, con tal de hacer negocios, no tienen escrúpulos en traficar con humanas (y sobre todo, humanas).

Repito: detrás de este asunto, se dirimen otros fundamentales y graves.

¿Entonces qué hacemos? Pues, desde mi punto de vista, sin rehuir el debate, por supuesto, siempre debemos empezarlo aclarando cuáles son los verdaderos obstáculos que encuentra la maternidad en nuestro país.Empezar señalando que, el hecho de que unos pocos cientos de parejas deseen tener hijas biológicas, no debe servir de tapadera que oculte los impedimentos reales encontrados por cientos de miles de mujeres que desean ser madres y de cuyas sentimientos y proyectos de vida nadie se ocupa.

Es decir: antes de exponer los principios éticos y feministas en los que fundamentamos nuestra oposición al comercio de los cuerpos de mujeres y bebés, hemos de señalar que el grave problema que deberíamos socialmente debatir es por qué muchísimas mujeres no pueden permitirse “el lujo” de quedarse embarazadas.

No es posible escapar completamente de las trampas neoliberales, no, pero, al menos, tenemos que ser conscientes de que existen y tenemos que denunciarlas.

Vía TF

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