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¿Dulcificar el patriarcado llamándolo “heteropatriarcado”?

Cada vez que oigo “heteropatriarcado” doy un bote.

A ver: llamando al patriarcado así se destaca una faceta de la dominación patriarcal pero, inevitablemente, se restringe su significado, se invisibilizan sus otras opresiones, se ignoran, se diluyen y difuminan las demás caras del avasallamiento salvaje que el patriarcado practica sobre las mujeres.

El patriarcado es el sistema de opresión global que ejercen los hombres (en su conjunto aunque individualmente las realidades sean variadas) sobre las mujeres (en su conjunto también).

El axioma central del patriarcado es el principio de la inferioridad de las mujeres y su consiguiente sometimiento.

Supone:

La construcción de una rígida estructura bipolar que nos mete, en función de nuestro sexo y nada más nacer, en uno de los dos corsés genéricos: hombres/mujeres. Ese es el primer punto.

El segundo –y más grave- la desigualdad jerárquica: la inferioridad y la sumisión de un género (el femenino) al otro (el masculino). Esta desigualdad agresiva trabaja en dos niveles: 1. El sometimiento ideológico (un adoctrinamiento que infiltra todas las facetas de la vida) y 2. La imposición violenta (leyes, estructuras sociales y costumbres).

Conviene recordar –aún a riesgo de resultar plasta- el ‘abc’ de esta dominación.

  • La ideología patriarcal se nos predica masivamente por tierra mar y aire a fin de que la asumamos y le demos nuestra conformidad. Impregna todo: costumbres, tradiciones, normas y hábitos sociales y familiares, relatos, historia, cultura, arte, ropa, doctrinas, religiones, prejuicios, símbolos, etc., etc. Se nos presenta como “natural” y nos induce a amoldarnos a ella.
  • Y, por supuesto, se aplica mediante leyes de todo tipo. Incluso en occidente, donde legalmente somos iguales, los varones siguen detentado el poder político, siguen legislando por nosotras y aplicando -o no, según les convenga- las leyes que ellos promulgan. Pensemos, por ejemplo en la “aplicación” (ya sabéis por qué lo pongo entre comillas) de la ley de igualdad. Y sabéis lo que ocurre con la ley que sanciona las violencias contra nosotras. Es decir: las mujeres, a pesar de nuestros avances –avances que hemos conquistado luchando- estamos, siempre y en todos los campos, en situación de sometimiento y fragilidad.
  • La primera y más cruel de las barbaries es que el patriarcado asesina a las mujeres. Esos desalmados no matan a su padre, ni a sus hermanos, ni a sus vecinos, ni a sus colegas, ni a los que se encuentran por la calle: matan mujeres por ser mujeres.
  • El patriarcado nos cosifica construyendo nuestro cuerpo y nuestro imaginario en función del deseo masculino heterosexual. Aplica, además, una doble moral. Practica sin rubor alguno el sexismo en el lenguaje y el humor degradante hacia nosotras.
  • Nos prostituye y mercantiliza considerando nuestros cuerpos meros receptáculos para sus genitales o para sus hijos.
  • Invisibiliza el valor de las mujeres, no reconoce nuestros méritos y nos impide de mil maneras (más o menos sutiles) el acceso a los puestos de responsabilidad, prestigio y autoridad que se merecen. Así, ya en el 82, egresaron tantas licenciadas como licenciados y, desde hace ya bastantes años, egresan más y con expedientes más brillantes ¿dónde están luego? ¿Por qué sigue habiendo más catedráticos que catedráticas, muchos más directores de cadenas de TV, de periódicos, de museos, de instituciones de todo tipo?
  • Nos responsabiliza del mantenimiento y cuidado del hogar, de los hijos, de los ancianos… O sea, nos impone una enorme cantidad de trabajo suplementario no remunerado.
  • Nos reserva los puestos más bajos, peor pagados y a tiempo parcial. La brecha salarial es vergonzosa. Y, en consecuencia, la media de nuestras pensiones también es menor.
  • Tanto la violencia masculina explícita, como las costumbres limitan nuestra autonomía personal en el ámbito social y nuestra la participación en el espacio público. Y, por ejemplo, ningún gobierno –por más que la Constitución diga que no se puede discriminar por razón de sexo- impone a las distintas religiones un trato igualitario hacia las mujeres.

Como el objeto de este artículo no es el análisis del patriarcado, dejo aquí la enumeración de sus horrores. Tampoco entro en ejemplificarlos (si alguien desea informarse con datos, puede hacerlo fácilmente por internet y si lo único que desea es seguir en sus trece, sobran fundamentos).

Además, este artículo no va dirigido a quienes no saben qué es el patriarcado. Interpela a aquellas personas que se consideran feministas pero hablan de “heteropatriarcado”. Y les pregunto: ¿por qué minusvalorar al patriarcado dejándolo en “hétero”?, ¿qué significa esa adjetivación? ¿Que la violencia contra las mujeres no está extendida a todos los ámbitos sino solo al sexual? ¿Que ningunearnos en los trabajos tiene poca importancia? ¿Que cargar sobre nosotras el cuidado de los ancianos o de los enfermos no es injusto? ¿Que cocinar y limpiar para todos no es indignante? ¿Que el hecho de que ganemos menos es peccata minuta? ¿Que lo importante y crucial del entramado patriarcal reside en que nos obliga a todas a ser heterosexuales? ¿Que las lesbianas no sufren el patriarcado? ¿Que, por el contrario, no lo sufren las que de por sí se sienten eróticamente atraídas por los hombres? ¿Qué los varones gays no pueden ejercerlo?

A ver, recordemos que patriarcado es un sistema de dominación que crea una rígida estructura de opresión del género femenino y un predominio del género masculino. Se ejerce en todos los ámbitos. No solo en el sexual y no solo obligándonos a ser heterosexuales.

El patriarcado es mucho más extenso, cruel y tremendo. Los 120 millones (120.000.000) de mujeres vivas que han sufrido ablación han sido radicalmente amputadas de satisfacción sexual de cualquier tipo: homo, hétero o auto. Nada, cero. El horror.

Y muchas mujeres que sienten atracción por los hombres también se morirán sin saber que existe el orgasmo. No habrán sido mutiladas de forma tan radical e inhumana, pero serán penetradas como, cuando y por donde ellos quieran. Van a ser tocadas y manoseadas en función, no de su placer, sino del placer ajeno. Ese es el mundo en el que vivimos.

Recapacitemos: cada poco aparecen noticias escalofriantes de agresiones que pueden calificarse de sexuales pero ¿qué buscan?, ¿placer sexual o placer de violentar y maltratar mujeres? Así, hace tres días, en Plasencia. Esos tipos que fuerzan a golpes a una chica que andaba por la calle a entrar en un coche. La vejan, la humillan, la lesionan, la aterrorizan («La violamos con condón, la matamos y la metemos en el maletero») ¿Alguien cree que persiguen satisfacción sexual?, ¿que practican estas barbaries porque son muy hétero-lo-que-sea? No. Son tipos criados en el patriarcado, educados, pues, para amarse y respetarse unos a otros y para despreciar y odiar a las mujeres.

Vuelvo a preguntaros, amigas ¿qué significa ese “hetero” que le colgáis al patriarcado?, ¿que hay otras formas de patriarcado?; y, si las hay, ¿son mejores o peores?, ¿y dónde están esas otras formas?, ¿significa acaso que los hombres que no follan con mujeres sino entre ellos están mal vistos y oprimidos? Pues sí, pero, ¿significa que el patriarcado nos oprime por igual a hombres y a mujeres? Pues no. Un homosexual sigue siendo un hombre, es decir, sigue ocupando un lugar de privilegio.

La prueba: antes un homosexual que una mujer. Antes sus derechos que los nuestros.

Y así ha sido a lo largo de la historia. Pensemos en Grecia. Me permito simplificar y ridiculizar: ellos venga a filosofar en banquetes y a competir en juegos olímpicos pero las mujeres sometidas y encerradas en los gineceos. Ellos exaltando el amor homosexual (entre hombres, claro) pero usándonos como “vasijas” (Aristóteles) para gestar sus herederos.

Y actualmente: en Malta la homosexualidad es legal desde 1973. Y desde 2014 se permiten uniones civiles entre personas del mismo sexo. Pero el aborto sigue estando estrictamente prohibido.

Y en España, los mismos que reclaman que una niña pueda tener pene se quedan mucho más fríos e indiferentes cuando una niña con vulva es violada y embarazada y la ley no le permite abortar sin el permiso de su padre, padre que quizá sea su violador.

En Irlanda no se puede abortar en ningún supuesto pero van a tener un primer ministro gay. Y, para colmo, ese señor gay declara ¡que él está en contra del aborto!

¿Heteropatriarcado?, ¡qué más querríamos nosotras que estar ya en esa fase, esa donde el único problema fuera la heteronormatividad…!

Amigas feministas: ¿podemos pasar de puntillas sobre lo que de verdad significa el patriarcado?;  ¿podemos olvidar el dolor, el sometimiento, la humillación, el ninguneo, las agresiones que acompañan a tantas mujeres en todos los órdenes de sus vidas?

Si el patriarcado necesitara una adjetivación, la única que de verdad le convendría sería “violentopatriarcado” porque es la única que lo describe en su globalidad: un sistema de violencias múltiples contra nuestro género.

Y por eso os pido que no minusvaloréis al patriarcado, no restrinjáis su opresión, no lo embellezcáis adjetivando y parcializando su alcance.

Pilar Aguilar es analista de ficción audiovisual y crítica de cine. Licenciada en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad Denis Diderot de París.

Vía Tribuna Feminista

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