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Congreso de Derecho Informático: ¡mañana exponemos! ¡Revoleálo y venite!

El concepto de publicidad basada en intereses apareció como una solución al ruido que generaba el esquema anterior, más similar a la publicidad tradicional. Es una forma de hacer que una persona sea más proclive a consumir o adquiera una determinada conducta (u opinión) luego de ver un anuncio producto de que se le muestra algo que -en teoría- es de su interés, lo que reduce la reacción negativa y desagradable de la publicidad, disminuye los gastos publicitarios y permite segmentar públicos con microvariables y sus combinaciones. Para recabar esta información las webs utilizan archivos que se almacenan en cada computadora llamados Cookies. En el caso de Google a los datos que pueden obtenerse de navegación (Chrome), se suman las llamadas telefónicas y todo lo que haga alguien con un smartphone y su equipamiento: micrófono, cámara, posicionamiento global, acelerómetro, giroscopio son algunos de los componentes (Android), los correos electrónicos (Gmail), las interacciones en redes (Plus), los archivos personales (Drive) y su edición/visualización (Docs), los sistemas estadísticos de gran parte del globo(Analytics), el posicionamiento GPS que al mismo tiempo permite conocer el movimiento de una persona en tiempo real (Maps), las imágenes y las cámaras que toman esas imágenes (Fotos), la organización cotidiana de una persona basada en lugares, horarios y actividades (Calendar), las búsquedas (Google Search), el entretenimiento y consumo cultural (YouTube) y las teleconferencias (Hangouts) entre muchas otras fuentes de información que son de carácter individual de las que dispone la segunda empresa más grande del mundo, que curiosamente no cobra “en dinero” a las usuarias por sus servicios. No es necesario tener alguno de esos servicios/productos instalados para que Google pueda obtener información respecto de las personas: como los datos se entrecruzan y segmentan, basta con que una persona incluya un dato nuestro (como un email o un teléfono en una agenda de contactos) para que ese dato sea alcanzable por esta empresa.

Te propongo un ejercicio: imaginate que una empresa bioquímica cuenta con una red de laboratorios en los que, para brindar un mejor servicio, crea un perfil para cada paciente. Este perfil es obtenido de las muestras de sangre, orina y heces que las pacientes llevan para analizar. A partir de esas muestras el laboratorio puede saber qué productos alimenticios consumen esas personas, si consumen drogas (legales o ilegales) y otros datos que pueden ser de interés para, supongamos, una cadena de supermercados.

El laboratorio vende entonces esa información para que los supermercados puedan ofrecer a cada persona productos que les resulten interesantes o de necesidad. Un porcentaje de sus miles de pacientes, al enterarse de que su información está siendo divulgada, demanda al laboratorio, que termina pagando indemnizaciones y proveyendo a cada paciente de un contrato en el que se explican, con eufemismos y lenguaje técnico especializado, los pormenores de esta práctica. Para esto pide a cada una que cree una cuenta en su sitio web en la que al iniciar sesión luego de registrarse, se ve un popup en el que aparece un texto que dice ‘Lea Atentamente’, dentro de un recuadro de dimensiones mucho menores que las requeridas por el texto (que debe seguirse con el scroll del mouse) y una casilla de verificación tildada que dice ‘Acepto’, por lo que cada paciente puede informarse respecto del destino de su información, su tratamiento y almacenamiento, el tiempo en que se guardan los datos y otras informaciones pertinentes y el clic en ‘Aceptar’ significa la comprensión de los términos y condiciones y la adhesión por parte de cada paciente a esta metodología. Si no acepta, la paciente es rechazada, por lo que rápidamente las pacientes adhieren para poder realizarse los estudios que necesitan, otras lo hacen alentadas por las dimensiones del texto informativo en relación con el interés de las pacientes en leer, el tamaño del cuadro dentro del que puede leerse, la casilla de verificación tildada en Aceptar, cuyo botón además tiene un color más llamativo que la opción Declinar. Como la empresa, producto de la legislación vigente, no puede dar los nombres de las titulares de esos estudios, le ofrece al supermercado la posibilidad de enviar publicidad a su correo electrónico, a su celulares y mostrar los anuncios entre las pacientes que se encuentren conectadas y hayan iniciado sesión en la web. Esto permite que la empresa pueda vender el producto que ofrece sin divulgar el nombre de las personas cuya información comercia.

Ante una situación de esas características, en este caso ficticia pero abundan los ejemplos en el mundo, la sociedad pondría el grito en el cielo, las empresas periodísticas denunciarían, el estado debería intervenir en resguardo de los derechos de las personas cuya intimidad ha sido vulnerada, de las consumidoras y usuarias que no han sido debidamente informadas producto de que el espacio dispuesto para la información y una prominente variedad de violaciones de derechos por parte de la empresa contra sus pacientes.

El caso de Google es el mismo. Pero nada de eso sucede.

Estas son algunas de las líneas de la ponencia que estaremos presentando mañana Jueves 23 de Mayo a las 11.30 en la Facultad de Derecho de la UNCUYO, en el marco del Congreso Argentino de Derecho Informático, organizado por ElDerechoInformatico.com al que hemos sido invitadas. Titulamos nuestra ponencia “Big Data y trata de identidades: Soluciones analógicas para problemas digitales” que será presentada por Pablo Lozano, directora de nuestro medio.

Creemos que no podemos sostener una actitud pasiva ante el avasallamiento cada vez más galopante de los derechos de las personas, en este contexto en que se está diluyendo la ciudadanía en la figura de la consumidora. Hay un destalle: las consumidoras no votan y participan sólo en la medida en que son alcanzadas por un producto o servicio. Si no, no tienen derechos que ejercer. Hoy Google, Facebook, Twitter, Instagram y cuanto otro servicio pagamos con nuestra información, está vendiendo nuestra identidad, y no podemos zafar de esta situación. No es necesario tener una cuenta de Google para que Google sepa todo sobre vos, lo que significa que aunque no seas consumidora de sus productos, estas empresas van a vender tu información. Y si no sos usuaria ni te asisten derechos ciudadanos: no tenés forma de defenderte. Por ahí va este hilo, venite mañana.

¡Te esperamos!

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