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Por qué (y cómo) las criptomonedas podrían terminar con la trata digital de personas, los bancos y las empresas periodísticas

Los medios de comunicación ocupan un lugar muy importante en el ideario de las personas. Pero están muertos porque no son necesarios. Sí, lo digo desde un diario digital, lo sé, pero así como las discográficas estuvieron casi 30 años en jaque producto de la aparición del MP3 y la cultura de compartir, los medios de comunicación están en jaque ante Internet, producto del mismo inconveniente: su esquema de negocios es prohibitivo, exclusivista y auto-refutante, se basa en quitar/negar opciones a su público, depende de tiempos de lectura que ya no existen (porque responden a una organización social que ya no existe) y fundamentalmente, no cuentan con el público en que están interesadas las anunciantes, a lo que se suma el para nada menor detalle de que su credibilidad está tan puesta en discusión, que ya no nos importa de qué se trata una noticia sino quién la publicó.

Las empresas periodísticas, esas que se dedican a vender al estado sobre qué está informado el pueblo, son responsables de esto. En un extenso loop ególatra y con un repugnante afán de control social, se colocaron como intermediarias de la sociedad: las necesitamos para saber qué sucede a la vuelta de nuestra casa, porque vivimos en una sociedad atomizada (situación en la que también tienen responsabilidad estas empresas) y esa atomización, entre otras cosas, genera que toda nuestra vida esté mediada. La información es la que nos permite saber cómo estamos, una base fundamental para nuestra concepción de la sociedad y nuestro ideario sobre ella -y lo que queremos/vemos posible en ella- por lo que la existencia de intermediarias siempre ha resultado poco provechosa para la sociedad, ya que existe un grupo de personas que decide -sin consultar a la sociedad- qué es lo que tiene que saber esa sociedad. Repetimos: las noticias no existen, sólo existe el punto de vista editorial de un medio que decide destacar un hecho (por las razones que fueren) como noticiable. La noticia existe en el ojo, en la opinión de una periodista, una editora, una directora, una dueña de un medio de comunicación, en su voluntad de que un hecho sea noticia.

Años atrás las empresas se basaban en criterios con una ética distinta a la actual. No sé cuánto de cierto haya en la frase anterior, pero tiendo a pensar que Rodolfo Walsh, Roberto Arlt y varias otras periodistas populares, jamás habrían podido publicar sus artículos en la actualidad, por lo que -aunque no quiero ser maniquea y pienso que la descripción es insuficiente- termino pensando en que o existía otra ética o existía una sociedad que daba valor a ese tipo de publicaciones. En ambos casos puede pensarse que existían éticas distintas a las de hoy.

Pero resulta que hoy, el modelo en que una empresa u organización del tipo que fuere, define qué es lo que tiene que conocer alguien está agotado: hoy, producto de la forma de consumo de contenidos que las empresas intervinientes terminaron impulsando por generar mayores beneficios en plazos más cortos, se les vuelve en contra y nadie tiene ganas de leer una noticia sino tiene algún tipo de compromiso directo con su persona (si no genera ciertos tipos de empatía: morbo, pasión, erotización, consumo, pena, odio y afines), tampoco está interesada en leer contenidos con una temporalidad marcada (salvo aquellas que buscan estar informadas ‘al minuto’, como si eso tuviera algún tipo de valor). Vivimos una etapa en que se priorizan los contenidos en demanda, lo que deja fuera del universo a los diarios, que parecieron ser de los pocos que podían subirse a la cresta de la ola de los contenidos digitales pero han fracasado producto de querer imponer al público sobre qué pensar. Los diarios que publican 40 noticias al día, saben que publican noticias efímeras, algo similar a escuchar una radio: en algunas horas, ese contenido ya no tendrá valor. Es el mismo esquema que los diarios en papel publicando las noticias de ayer, sólo que se publican las noticias de hoy cuyo lugar es ocupado por las otras noticias de hoy, cuyo lugar es ocupado por las otras noticias de hoy, y así en un loop infinito que siempre desconoce el derecho de una persona a informarse como y cuando quiera. En papel se pueden leer las noticias de ayer, y en digital, se pueden leer las noticias de hoy y ayer, pero siempre están escritas como las noticias ‘de ahora’, lo que genera una temporalidad del contenido más atemporal, en minutos, eso que pasa ahora, habrá fenecido, porque el diario necesita más visitas.

Tribuna Hacker en Facebook

Así, los contenidos que no tienen lugar en las grandes empresas periodísticas son vertidos en blogs u otros espacios de nicho (con el dato triste que arroja para esta redactora la concepción de que la información veraz y honesta sea un contenido de nicho), por lo que ya nadie espera de las empresas periodísticas otra cosa que el morbo que esos otros espacios no publican. La situación es tan digitada, que hay una tendencia a dejar de publicar cuerpos desnudos porque ya no erotizan y resulta más vendedora la insinuación (Playboy fue de las primeras en notarlo). Sí, saben que han vendido y revendido el cuerpo de las mujeres hasta lograr una suerte de ‘saciedad de los desnudos’ y trivializarlos (esto a algunas podría parecernos bien en otros contextos y organizaciones sociales), por lo que la estrategia actual es volver a seducir a los públicos con insinuación, que da más lugar a otras formas de consumo, y que además está permitida en las redes en que muchas publican las imágenes de las que se sirven gratuitamente las empresas que las venden. Una suerte de recarga de las pilas para que el machismo y el patriarcado sigan siendo redituables en este tipo de empresas. Pero si lo pensás, la existencia de los dos tipos de medio no genera más que un status quo.

Al aparecer, vías de comunicación más participativas y empoderantes (porque aunque Facebook sea una cueva de trata digital de personas da más participación a la sociedad y a su público que cualquier empresa periodística) las empresas que se dedicaban a vendernos la información con que nos vendían como público a la postora que más las conformara son menos necesarias. Sólo las buscaremos para eso que no podemos conseguir por otras vías.

En el universo de los abarrotes está sucediendo algo similar: a nadie le gusta ir al supermercado y todas sabemos que es por lo menos un 30% más caro, pero como estas corporaciones controlan el 70% de los alimentos -por ejemplo- en muchos casos no tenemos más remedio que ir, pero en otros -cada vez más- preferimos comprar fresco y más barato a una vecina nuestra en el mercadito del barrio, aunque la vecina nos parezca una abusadora: a ella podemos presentarle nuestras quejas y en el supermercado sólo podemos aceptar lo que nos imponen. Tenemos alguna participación activa en el mercadito del barrio y pasiva en el supermercado. Si hablamos de contenidos, todavía hay muchos a los que no podemos acceder si no es a través de una empresa periodística (porque gozan de la connivencia de la exclusividad de la fuente), pero cada vez son menos, y se suma el hecho de que desconfiamos de los intereses que se encuentren detrás de un contenido, por lo que se recurre a redes y a espacios de nicho (como este) que serían los mercados barriales de la información donde sabés que tu voz se escucha y tus opiniones se tienen en cuenta, entre otras características.

Las redes además generaron un nuevo mercado para la pauta oficial: ¿por qué un gobierno gastaría millones para que una empresa periodística publique editoriales favorables si puede pagar a las corporaciones de la trata digital de personas para llegar al público exacto que está buscando u obtener información que permita controlar mejor a la sociedad? Gobiernos como el macrista argentino, que se rigen por un orgiástico y repudiable focus group… ¿necesitan estos medios? No, pero la sociedad aun los utiliza y por eso se pauta en ellos (además de que con ese movimiento las que gobiernan están depositando dinero en sus propios bolsillos). Así, estamos en una etapa bisagra y no puede saberse muy claramente cómo terminará todo esto. Las discográficas vuelven a gozar de buena salud luego de que Spotify lanzara un plan de negocios que invirtió el esquema de comercialización de las discográficas tangibles/físicas, antes le vendían a la gente, ahora suben todo a Spotify y comparten beneficios con esa empresa centralizadora, que es la que termina asumiendo los grandes riesgos pero concentrando las audiencias. En medios, no podemos saber qué sucederá, pero se trata de un contexto por demás favorable para espacios autogestivos y populares. ¿Por qué? Porque nadie supone que escondemos algo ni desconfía de que estemos embutiendo nuestras opiniones en calidad de información, simplemente porque está todo a la vista. Igual que en el mercadito del barrio, donde no se disfraza una lechuga vieja ni se congela la comida para venderla meses después, porque la dueña quiere que volvamos, nos necesita.

El problema de medios como Tribuna Hacker sigue siendo el financiamiento. Nuestras lecturas -decenas de miles al día ¡gracias por eso!- provienen de personas que tienen una pauta ética marcada, pero esa pauta no incluye financiar nuestra existencia. Esto hace que en un universo de ingresos basados en publicidad, nuestros medios tengan infraestructuras mínimas y nuestras condiciones de producción sean desiguales. Los gobiernos nos niegan pauta y legislan en nuestra contra -por sus propios intereses o por el interés de las empresas periodísticas- pero la gente nos lee más que a las empresas periodísticas… ¿por qué? Porque pueden confiar, porque somos honestas, porque somos verosímiles y porque impulsamos la participación además de concebir a quienes nos leen como las reales destinatarias de nuestros mensajes. Las empresas periodísticas, toman de rehén el conocimiento de la realidad que tiene una sociedad y lo venden al poder (privado y estatal). ¿Qué venden? Publicidad. Y eso significa que se vende la propalación o el silencio respecto de lo que una sociedad sabe de sí misma. Se vende la consciencia del público que las financia y da razón de existir.

¿Cómo financiamos otros medios? En Tribuna Hacker creemos que hay que eliminar a las intermediarias y si hablamos de presupuesto y pautas éticas en las lectoras, podemos hablar de medios financiados por la gente que los lee. Una forma es la de la suscripción que ya están utilizando muchos medios (de hecho es el esquema elegido por corporaciones como el New York Times, entre muchas otras). Si, por ejemplo, el 1% de las personas que visitan Tribuna Hacker en un mes, donara POR AÑO el valor de 5 kilos de pan (algo así como 5 dólares), toda nuestra estructura estaría cubierta. Incluso el alquiler de una redacción y los sueldos de quienes escribimos aquí. Pero esa tendencia choca con la costumbre de que en Internet todo es gratis y con el desafío que aún tenemos los medios autogestivos de ser tomados por el público como iguales a las empresas periodísticas en lo que respecta a lo comercial: muchas personas están de acuerdo con pagar una suscripción al diario de una multinacional, pero no está interesada en hacerlo por un medio autogestivo. Lindo brete… ¿qué hacemos?

Una forma novedosa, y creemos que verdaderamente revolucionaria, es el minado de criptomonedas a partir de las visitas. Las criptomonedas tienen una concepción del mundo muy interesante: no quieren que sean estados ni empresas privadas las que emitan ni regulen las monedas. Esto aniquila, por ejemplo, a los bancos, pero también las opresiones y regulaciones de parte del estado que termina teniendo la potestad de decidir qué medios existen, ya que es ese estado el que regula a la sociedad y la existencia de determinadas actividades en su seno. Pero las criptomonedas se basan en otros criterios: descentralización, igualdad -aunque en un mundo más injusto, como es el anarco capitalismo-, participación, transparencia y libertad, entre otros. Para que todo esto sea posible, es necesaria una red de computadoras a nivel global, que actúa de la misma manera que la que tiene cualquier banco para que podamos hacer transacciones electrónicas. Todos esos equipos (por ejemplo, la computadora o el teléfono desde el que leés esta nota) son provistos por personas comunes, que compran su hardware y ponen una mínima porción a disposición de la red de transacciones y reciben una recompensa por ese hardware en criptomonedas. A ese proceso se le llama ‘minar’ criptomonedas.

Hace pocos días el sitio The Pirate Bay fue atacado mundialmente por comenzar a minar criptomonedas con el hardware de quienes visitaban esa web. Una crítica hipócrita, ya que la web entera se monta sobre el hardware de las personas que la utilizan (¿quién compró el equipo desde el que navegás? ¿dónde creés que se guardan las cookies con las que Google vende tu identidad a gobiernos y corporaciones? ¡Sí! En tu disco rígido y nadie te pidió permiso, ni mucho menos te avisa de esa situación) y deliberada, porque el hecho de que un medio dependa sólo de ser leído para poder existir no le conviene a nadie que quiera tener el derecho de decidir por las demás sin su consentimiento. Si faltan ejemplos, basta con decir que desde hace décadas Microsoft utiliza -para su beneficio y sin tu consentimiento- un porcentaje de la capacidad de procesamiento de tu equipo, por lo que no se trata de nada que no estés haciendo actualmente, lo diferente es a quién beneficia, a quién perjudica, de qué manera y quién tiene la posibilidad de decidir: vos o quienes quieren decidir por vos.

Si emprendimientos autogestivos comienzan a minar criptomonedas con el hardware de sus visitantes, y para esto se requiere de la autorización de las visitantes (como sucede también con las cookies), la publicidad, el costado espurio de los contenidos en los medios, la presión del estado y las corporaciones, no tienen lugar lisa y llanamente porque no son necesarios. ¿Quién quiere tener un monstruo en su living si no lo necesita? Alcanzaría con visitar una web para estar financiando su existencia, cosa que se hace desde una conducta comprometida, consciente, voluntaria, participativa y al mismo tiempo ética, ya que no genera ningún tipo de intrusión en la vida de las personas. Simplemente prestás un poquito de tu hardware a una web, para que esa web tenga con qué financiar su existencia. Es el principio básico de las redes de pares (como las que sostienen Ares o eMule y afines).

El mundo corporativo -y sus acólitas- se escandaliza ante las criptomonedas producto de que atomizan el poder. No se trata de una sociedad necesariamente mejor, sino de una en la que las personas tienen un lugar determinante y los sectores que hoy detentan el poder están equiparados a cualquier otro (aunque las criptomonedas NO destruyen el poder y la concentración capitalista sigue existiendo, por lo que no se trata de una verdadera revolución sino de un mundo peor con condiciones menos injustas para quienes vivimos en él). Hay otras interesadas en que este tipo de situaciones no sucedan. Una muy importante se llama Google y obtiene un pornográfico porcentaje de sus ingresos de la venta de anuncios personalizados, que requieren de la trata digital de personas para poder ser elaborados (¿habías notado que NUNCA pagaste por un servicio de Google pero es una de las empresas más grandes del globo? Bueno, es porque vos sos el producto que ellas venden). Esta corporación tiene tal nivel de penetración, que basta con un bloqueo de su parte como para que nuestra web no sea visitada. Si, por ejemplo, Google penaliza el minado de criptomonedas en su navegador Chrome, generaría una advertencia de seguridad que desalentaría las visitas de un 60% de los equipos del mundo. Esa -entre otras- es una de las razones por las que regular empresas como Google o Facebook: son desarrollos privados, centralizados, que determinan la cotidianidad de la vida de las personas pero no están supeditadas a voto popular ni reguladas por los gobiernos que además de torpes son temerosos, sin tener en cuenta de que los gobiernos se benefician de su existencia, justamente porque el negocio de esas empresas es vender la información de las personas que esos gobiernos utilizan para regir.

Así y todo, el minado de criptomonedas desde una concepción recíproca, resulta una alternativa no sólo viable sino además poderosísima: visitando una web estás haciendo posible que esa web no venda publicidad ni pueda ser presionada por nadie, sólo tenés que tener un motivo para entrar en ella. No hay intermediarias, son sólo vos y esa web. Esquemas como el de las suscripciones, pueden ser intervenidos tanto por bancos como por el estado en caso de que utilicen dinero tradicional (electrónico o en papel). Ejemplo de esto es el narcobloqueo que impusieron ciertas entidades bancarias a las farmacias que venden marihuana legal y producida por el estado en Uruguay: si todas pueden comprar y el estado regula, el narcotráfico no es negocio, por lo que algunos bancos -que son los que tienen el dinero de las narcos- bloquearon las cuentas de las farmacias que vendían marihuana aduciendo que no pueden recibir dinero de ninguna actividad ilegal, algo que viola la soberanía uruguaya, donde cultivar y comprar marihuana es legal. Esto produjo que las farmacias que estaban interesadas en sus cuentas bancarias, decidieran no vender más marihuana por más legal y producida por el estado que fuera, generando nuevamente condiciones que garantizan la buena salud del narcotráfico.

Si tu mera existencia garantiza la existencia de algo… ¿qué mundo querés financiar? ¿qué emprendimientos querés que existan? Estamos yendo a un universo aun amorfo, pero son estas condiciones de crisis las que pueden generar una vuelta de timón en las estructuras.

En Tribuna Hacker estamos considerando comenzar a minar criptomonedas con las visitas. Todavía en fase de estudio, pero con la firme convicción de que se trata de una forma ética, positiva y participativa de garantizar la existencia de medios como el nuestro.

Nos gustaría tener tu opinión al respecto.

¡Happy Hacking!

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