web 15 04 2015 ni big ce

Violencia, ciudadanía y educación: pedagogía de la respuesta

La violencia, ¿qué es la violencia?, ¿no será la manifestación de las injusticias que vivimos a diario, en todos los órdenes, en todas las circunstancias, en todos los espacios de nuestra vida cotidiana? La injusticia, la inequidad y la desigualdad nos abofetea a cada instante, parece ser que todo está diseñado para esto.

Mientras los gobiernos y las dirigencias de elite, políticas, empresarias, sindicalistas -o sea las clases dominantes– observan indiferentes, sin reflejos ni creatividad para resolver.

Pero en el campo popular, donde ya no pertenecen, la violencia se revela en crímenes, pero también en creciente desocupación, en pobreza, en inflación, en tarifazos, etc. Y en todas las situaciones donde observamos injusticia, surge la violencia.

A su vez, somos manipuladas, mejor dicho educadas por los grandes conglomerados mediáticos, cómplices del poder dominante y que influyen decididamente imponiendo un “sentido común” que justifica esta situación de inequidad, rotulando a la diferente, excluyendo a la que piensa distinto, no escuchando y a su vez tratando de imponer verdades absolutas.

Nos han impuesto un modelo de vida sostenido exclusivamente por el consumo de objetos como camino a la felicidad individual, sin importar lo que suceda a nuestro alrededor.

La educación cumple un papel muy importante, pero no como eje transformador sino como reproductor de un paradigma donde reina la verdad absoluta, la propagación de respuestas y la incapacidad de diálogo, funcionales a todo un régimen socio-cultural. No hay necesidad de diálogo, debido a que cada una defiende su realidad.

Los sistemas educativos estandarizados se han quedado obsoletos, coherentes a un sistema económico funcional a un mundo irreflexivo, que necesita una educación de consumo y no individuos críticas.

Como dice German Doin: “La posibilidad de pensar y repensar el mundo, cuyo motor tiene que ser la pedagogía crítica, fue reemplazada, por una que responde a muy poco: estudiar para cumplir el ‘mandato’, estudiar para aprobar, estudiar para pasar de año”.

Por eso la violencia se sigue manifestando, hasta en los pequeños micro espacios donde se desarrolla la educación: La escuela de hoy, enseña a ser competitivas cuando rotula a una estudiante bajo una condición numérica; a buscar sus propios fines, cuando clasifica a las estudiantes entre buenas y malas, regulares o excelentes, deficientes o superiores, bajas o altas; a ser egoístas, cuando poco les interesa el Ser de la estudiante, sus sentimientos, emociones.
La violencia blanda, aquella que es imperceptible pero no menos dañina, motorizada por la creación de verdades absolutas, por la reproducción de respuestas, gestada en la educación, parece ser la generadora de conflictos en nuestra actual sociedad (está claro que hay un abanico de modelos de violencia). La pedagogía de la respuesta tiene un tinte irreflexivo. No hay pregunta porque no hay cuestionamientos, “esto es así”.

Nada se cuestiona, porque hay un sistema educativo que provoca la irreflexión, instaura la pedagogía de la respuesta, formando ciudadanas acríticas, es decir irreflexivas, por lo tanto, aceptamos pacíficamente situaciones de injusticias, inequidades y desigualdades.

Nos preguntamos: las políticas que supuestamente ‘elegimos’ ¿realmente nos representan? Las legisladoras ¿hacen leyes para beneficio del pueblo?, las juezas ¿regulan la justicia para el bienestar general?, las grandes empresarias ¿comparten equitativamente sus pingües ganancias con las trabajadoras?, las sindicalistas ¿defienden exclusivamente los intereses de las trabajadoras?

Necesitamos transformar esa pedagogía de la respuesta por una de la pregunta, del cuestionamiento. Formar personas críticas: al entorno, a la cultura, a la sociedad toda, para poder hacer un cambio que permita erradicar la violencia y transformar el mundo. Para eso necesitamos cambiar el paradigma educativo.

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