¿Cómo hacer una captura de pantalla en Android sin instalar apps?

captura de pantalla

Primero vamos a la razón por la que entraste en la nota y luego algunos comentarios al respecto. Para tomar una captura de pantalla en Android existe una combinación de teclas, en la mayoría de los teléfonos, por lo que no es necesario que instales ninguna app salvo en casos excepcionales. Las apps te dan posibilidades que la combinación de teclas no: almacenarlas en carpetas personalizadas, capturar una porción de la pantalla, automatizar capturas en un determinado lapso de tiempo, editarlas y afines.

¿Cuál es la combinación de teclas? Fácil: presionás al mismo tiempo el botón de encendido y el botón de bajar el volumen. Y listo. Tenés una captura de la pantalla activa en tu teléfono. Las apps son más prácticas para cuando tenés una necesidad específica -como capturar una porción de la pantalla o mostrar un problema que requiere ser recreado- o alguna dificultad particular como puede suceder si tenés rotas las teclas de la combinación o no tenés lugar en el teléfono para instalar nada nuevo. También puede pasar que simplemente quieras una sola captura de pantalla e instalar una app para usar una sola vez resulte innecesario.

En cuanto a apps para esto, hay muchas, una de ellas es Screenshot Assistant y podés instalarla desde aquí . No tiene anuncios ni permite compras desde la app, y permite tomar capturas presionando el botón central.

Ahora vamos a un tema relacionado con esto, que en realidad es mucho más importante.

Las razones por las que podemos necesitar capturar una pantalla son realmente miles. Lo curioso es que, muchas personas nos consultan cómo tomar capturas de pantalla para luego tener con qué extorsionar a otra persona (hay que destacar que la mayoría son hombres, lo cual no es menor en el contexto de violencia machista en que vivimos). El tema es que, por más posibilidad de extorsionar que exista, la forma de no ser extorsionadas con capturas de pantalla es… dejando de exponernos de forma innecesaria y otras actitudes de resguardo de la seguridad, ya que aunque no debería suceder esto, en la medida en que no tomamos recaudos aumentamos el riesgo de que alguien utilice nuestros actos para generarnos un perjuicio. Imaginate que el mundo de pronto es justo y desaparecieron el acoso y la violencia. Nada hace que desaparezca la voluntad de generar un daño a otra persona, y de eso sí debemos cuidarnos. No conviene cruzar una multitrocha reptando, aunque seas libre de hacerlo y tengas derecho a que no te atropellen, es bastante probable que mueras ejerciendo esa libertad.

Muchas personas envían material con el que pueden ser extorsionadas a gente en la que no pueden confiar (por los motivos que fueran). Si conociste a alguien y le mandaste una foto tuya con un desnudo total, le entregaste todo lo necesario como para poder identificar tu desnudez (tu rostro, tu número y tu cuerpo). Hay que marcar algo: en algunos casos podemos ser todo lo libres que nos venga en gana (y entre esas libertades se encuentra la de enviar nuestras fotos eróticas a quien queramos), pero nuestra libertad no puede desconocer el contexto en que la ejercemos, condicionar el actuar de otra persona, ni mucho menos presuponerlo, por lo que si abriste tu intimidad a una desconocida, sacaste todo eso que mostraste de tu fuero íntimo y ya no se trata de algo privado, se trata de algo público que estás compartiendo con una sola persona, porque el hecho de subir un material a la red, aunque lo hagas desde la ‘privacidad’ de tu celular, hace que estés colocando fuera de tu intimidad y a disposición de miles de personas ese material.

El caso es que no estás enviando ese material exclusivamente a una destinataria, lo estás subiendo a la red y proporcionando deliberadamente acceso a una sola persona. Lo que no estás notando, es que subir ese material a Internet es subirlo a una red pública, sin importar cuáles sean tus intenciones reales. Existen miles de intermediarias en un mensaje, sin ir más lejos están las que administran una red antisocial como WhatsApp o Facebook, que son parte de esa corporación, pero también existen personas que gustan de entrometrse en la vida de otras. No se trata de que seas culpable de exponerte públicamente porque alguien violó tu confianza y lo publicó, se trata de la conciencia que es necesario tomar a la hora de abrir nuestro círculo de intimidad. Es decir: nadie es culpable por las vulneraciones que sufre, pero sí es necesario saber que esta práctica significa asumir riesgos y tener en cuenta los peligros a los que nos exponemos compartiendo este tipo de material o cualquier otro que consideremos dentro de nuestra privacidad.

Si cambiamos el eje, el hecho de maltratar a una persona, violentarla, acosarla y torturarla telefónicamente, tal vez haga que alguien quiera compartir con la sociedad el acoso que sufre. Ante estos casos: se trata de una extorsión, sí (‘pará o te escracho’), pero si te extorsionan con mostrar tus chats violentos porque acosaste a una persona… no sos víctima de nada. Existe simplemente una persona que se encuentra tan desesperadamente vulnerada por tu accionar, que recurre a protegerse socialmente. Una protección triste y falsa: nadie evita su muerte publicando los mensajes con que fue amenazada, sólo conseguirá las pruebas para poder juzgar a su agresora. El asunto es que los chats, por ejemplo, dejan un halo extraño a la hora de comprobar un acoso, ya que no se puede identificar a la persona que escribió un mensaje (salvo que las corporaciones que usan nuestras cámaras personales se hagan cargo y permitan cotejar la cámara a la hora de redacción del mensaje). Pero los mensajes y sus capturas no son prueba suficiente para probar la autoría, ya que basta con olvidar una sesión de WhatsApp web abierta (o un celular emparejado) como para que alguien se haga pasar por nosotras y amenace a otra persona o nos comprometa en un accionar del que no somos responsables. Siempre que subas algo a la red (no importa si es una cuenta personalísima y encriptada en un servicio cloud o un mensaje privado por la vía que fuere) tené en cuenta que dándole a alguien herramientas para vulnerarte no sólo aumentás el riesgo de que te genere un daño, además el hecho de que un aparato envíe un mensaje, no prueba de ninguna manera que quien los escriba sea efectivamente la ‘responsable’ de un equipo, por lo que tampoco te servirá una captura para probar más que la recepción de un mensaje.

Probar que una persona efectivamente escribió un mensaje utilizando un equipo es tan complejo y dificultoso, que jamás puede llegarse a tener una certeza. ¿No me creés? Entonces agrego que la ciberguerra es tan activa en nuestros días porque no puede comprobarse la responsabilidad de un estado en un acto digital, de ahí para abajo, todo es incluso más difícil.

¿Es beneficioso que se registre qué persona utiliza un teléfono para poder responsabilizarla de sus actos? No. Es una violación sistemática de la privacidad.
¿Cómo resolvemos entonces? La respuesta a este problema, como la mayoría de los problemas, no es digital sino analógica: la solución está en el mundo tangible, que es el que genera el mundo virtual y no al revés.

Hasta que logremos ese cambio, mejor cuidarnos y llevar una vida completamente libre y plena, sin olvidar los riesgos que enfrentamos mientras transformamos el mundo en un lugar mejor.

¡Happy Hacking!

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