sexismo

La constante del sexismo en Silicon Valley

Quizá porque es Uber, empresa tecnológica siempre en el epicentro de la noticia ya sea bienintencionada o polémica, el caso es que los focos han vuelto a posarse sobre la compañía de Kalanick.

El desastre se desataba cuando el domingo, al amparo de la prensa dominical, el blog personal de la ingeniera Susan Fowler se posicionaba como uno de los más visitados a nivel global. En este espacio, Susan relataba cómo había sido su paso profesional dentro de las filas de la ingeniería de Uber; que dejó hace un año para empezar a formar parte de Stripe. El relato, encabezado por los apelativos de extraño, fascinante y horrible sólo podía pronosticar una historia en la que el acoso sexual y el sexismo por su condición de mujer tomaban partido en una de las compañías más valoradas del mundo. Aliñado con las frases tipo: “No te quejes, y si lo haces vete”, ante ciertos comentarios expuestos por los directores. En una suerte de Juego de Tronos para escalar puestos, Susan terminó tirando la toalla y migró para encontrar un mejor entorno en el que trabajar.

Inmediatamente después de a publicación de este artículo, la respuesta del CEO de Uber no se hizo esperar y lanzaba la orden de iniciar una investigación urgente:

Mientras estamos a la espera de conocer el resultado de la investigación que, de corroborarse, debería llevarse a más de una jefa de departamento por delante, vemos cómo la industria tecnológica sigue heredando las costumbres de sus antecesoras analógicas.

Dejando a un lado el hecho de que sólo existe un 7% de mujeres ricas en el mundo, según Forbes, y que únicamente el 20% de las tecnológicas de reciente creación han nacido de la mente de una mujer –aunque en los puestos intermedios sí que se ha producido un incremento–, lo cierto es que en las grandes, las desigualdades siguen siendo inmensas. El techo de cristal, o de hormigón, se ha hecho un hueco al amparo de las fronteras de un Silicon Valley que sigue ofreciendo un salario medio mucho menor y unas condiciones laborales inferiores. Y de hecho, un casi desaparecido Yahoo, es de las pocas empresas que pueden decir que una mujer ha liderado sus filas.

En términos de igualdad, las empresas que mejores cifras de paridad presentan son Airbnb, Dropbox, Netflix o Slack entre otras muchas. Una lista que curiosamente coincide en gran medida con aquellas que han sido de las primeras en firmar el manifiesto antinmigración de Trump.

En cualquier caso, Uber no es la primera ni la última tecnológica acusada de sexismo y acoso a sus empleadas. Apple en su momento o la app de citas Tinder han tenido sus propios casos de acoso a mujeres. Dentro de las compañías de inversión, las desigualdades también se hacen patentes; una de las empleadas de Kleiner, Perkins, Caulfield & Byers ya demandó a la firma por trato vejatorio en 2016. Y es que el casi el 60% de las mujeres que cuentan con un empleo en este tipo de empresas han recibido comentarios inadecuados por parte de sus jefes hombres.

Inside out

La cuestión es que el problema de las tecnológicas no sólo se reproduce de puertas hacía dentro en la escalada de puestos de mando y, a fin de cuentas, paridad. Si bien es cierto que por herencia de un pasado reciente, en el que pocas mujeres accedían a estudios de ingeniería, ocurre tanto lo mismo con el uso de las mismas. Pocas mujeres son las que se adentran en el uso de las tecnologías, al menos para las que podrían ser. Y, sin embargo, en las que sí entran en él, el acoso y sexismo sigue teniendo su reflejo.

Twitter, el ejemplo más alarmante de todos, está intentando encontrar y aplicar medidas que, como poco, frenen los casos de abuso y acoso a través de la red social. La irrupción de la mujer en entornos tradicionalmente de hombres, véase el caso del mundo de los videojuegos y los eSports, aún tiene muchas cuentas pendientes en lo que a igualdad se refiere; la disonancia que se produce entre el discurso y el hecho deja mucho que desear en este sector.

Y en un acto de revisión interna, la propia prensa que cubre la información del mundo tecnológico juega en esa delgada línea del sexismo y la ausencia de paridad. De hecho, en unos días el MWC se dará cita en Barcelona y la cantidad de mujeres paseando por la Fira, más allá de su posición como azafatas, dejará bastante que desear respecto a lo que debería ser a las alturas a las que estamos.

Vía Hipertextual

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