Aberrante: fabricante de consoladores ‘inteligentes’ recolecta información de usuarias

Cuando hablamos de trackeo solemos mostrar nuestro asombro por un concepto bastante triste de nuestra sociedad: si un gobierno o empresa te mete una cámara en el baño seguramente te parezca una intromisión, pero si realiza estadísticas sobre cuántas veces vas al baño al día, qué dejás ahí y cuánto pesa, decimos que no tenemos nada que esconder, como si el espionaje fuera vernos hacer caca, un ridículo total. ¿Para qué querría un gobierno o una empresa vernos hacer caca? ¿Te pusiste a pensarlo?

Al hecho de dotar de conexión a Internet a cualquier aparato que se nos ocurra -por más bizarro que sea- recibe el nombre de ‘Internet de las Cosas’. El nivel de penetración de este concepto es realmente importante y no aporta grandes funcionalidades a los aparatos, pero detrás de esto se esconden enormes poderes, tanto que se sospecha de las mafias de la industria en muertes como la de Barnaby Jack que apareció muerto en su departamento en la víspera de una presentación en la que mostraría cómo hackear un corazón y de qué manera la conexión WiFi de un marcapasos pone en riesgo la vida de las potenciales usuarias. Imaginate: para matarte sólo hace falta apagarlo y para eso sólo necesitás una conexión WiFi ¡esa no puede ser una funcionalidad en un corazón!

La lista de alternativas y elementos ‘hackeables’ (autos, cámaras, celulares, bases misilísticas e incluso órganos como decíamos más arriba) es realmente importante. Pero estas funciones no sólo presentan problemas respecto de la seguridad, sino también de la privacidad. Una mujer estadounidense demandó a la fabricante de juguetes sexuales Standard Innovation por recopilar datos íntimos desde … el interior de su vagina.

¿Cómo llegó esa empresa a la vagina de esta persona? A traves de un vibrador conectado a su smartphone. El problema de la Internet de las Cosas es la forma en que las empresas gestionan los datos personales que permite recabar esta tecnología. Cuando se habla de información e Internet no podemos confiar en empresas ni gobiernos. Jamás tendremos forma de chequear qué hacen con nuestra información, cuál se llevan, si realmente es anónima ni por cuánto tiempo la almacenan, por lo que Internet de las cosas remueve avisperos sensibles. En la última DefCon (una conferencia de seguridad) un grupo de hackers mostró cómo los vibradores ‘We-Vibe’ de la empresa Standard Innovation transmitían datos del cuerpo de las usuarias en tiempo real. Sí, alguien podía saber cómo te masturbás (aunque no haya podido verte) y cómo está tu cuerpo mientras lo hacés. Algunos de los datos que comprobaron que se estaban obteniendo son extremadamente personales, como la temperatura del cuerpo y la intensidad de la vibración.

La empresa confirmó que esto sucedía, pero acotó que no identificaban a las usuarias. Ahí tenés un debate: ¿la despersonalización resguarda la intimidad? Si hacen estadísticas sobre cómo te masturbás pero no saben quién sos ¿saben o no saben cómo te masturbás?

Al respecto la empresa no informó cambios en el desarrollo sino que prometió hacer más claros sus términos y condiciones (te van a contar mejor cómo averiguan sobre tus prácticas autoamatorias). Esta respuesta, como era de esperar, no calmó la ira de esta usuaria que vio cómo una corporación entraba en su vagina sin su consentimiento y obtenía ganancias de eso, lo que la llevó a iniciar una demanda por no respetar el derecho a la privacidad de las consumidoras y violar (según la propia demanda) numerosas leyes estatales y federales.

Según informaron desde el servicio de noticias del palacio de justicia estadounidense, la mujer presentó una demanda colectiva de 18 páginas contra la fabricante de juguetes sexuales en la que explica que ella misma compró el consolador en 130 dólares hace unos meses y que sus detalles íntimos están en juego, incluidas la fecha y hora de cada uso, el nivel de intensidad seleccionada, el modo de vibración o el patrón seleccionado. ¿El dato? También el correo electrónico de las clietes de We-Vibe.

Machismo, capitalismo, corporaciones y gobiernos en nuestras vaginas. Lo que queremos todas.

¡Happy Hacking!

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