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Si no estás haciendo nada malo ¿qué tenés que ocultar?

Los gobiernos a nivel local, estatal, y federal recogen cada vez más kilos de información sensible acerca de dónde vamos, lo que leemos, qué sabemos, qué compramos, y mucho más. Algunas personas dicen que no se preocupan por esta vigilancia silenciosa y siempre presente. No tienen nada que ocultar, dicen.

Pero consentir a la pérdida de control sobre la información que está rodando sobre vos es aceptar el hecho de que un número incalculable de personas e instituciones tomen el control de tu vida. La información es poder. Cuando la gente detrás de las puertas cerradas posee información sobre tu vida privada, tienen la capacidad de ejercer un poder sustancial para controlar y manipular, a menudo sin tu conocimiento ni consentimiento.

“No soy tan interesante”, se dicen muchas. Quizás tengas razón. El hecho de que un número desconocido de desconocidas tengan el conocimiento y, por tanto, el poder de hacer daño, no significa que siempre lo van a usar en tu contra (ni que se van a usar en su contra). Pero… ¿para qué querés correr ese riesgo? ¿Es eso un riesgo que estás dispuesta que corran tus hijas? ¿Es un riesgo que estás dispuesta a aceptar para las activistas por el clima que luchan por eliminar la energía sucia, o las niños pequeñas en su vecindario siendo derribadas por la policía?

Incluso si llevas una vida tranquila, y no te metés en política ni desafiás a las poderosas (o tenés la suerte de no tener que lidiar con la fractura hidráulica en tus alrededores, por ejemplo), correte bajo la excusa de ‘no soy tan importante’ es estar dispuesta a correr el riesgo de que algún día todo podría terminar en una lucha de poder -sea grande o pequeña con una persona que controla o puede acceder a información sensible acerca de su vida privada.

Si no estás haciendo nada malo, ¿qué tenés que ocultar? Aquí está una lista muy, muy incompleta:

Mensajes de texto sexuales (también conocido como sexting) que envíes a tus amantes, socias y cónyuges;
Los mensajes enviados a abogadas que contienen información sobre los litigios en curso en contra de cualquier parte del gobierno, o correos electrónicos que describen cualquier impropiedad como una aventura o algo tan simple como una amante eventual del trabajo;
Las llamadas telefónicas y visitas a las clínicas de aborto, centros de salud sexual, tiendas de armas, centros comunitarios LGBT, tiendas de sindicatos, organizaciones de violencia doméstica, líneas directas de suicidio, y contactos con periodistas;
Registros de cuentas bancarias o tarjetas de crédito que muestren que has adquirido juguetes sexuales, medicación contra la gonorrea o que te gastaste cuatrocientos mangos en un sitio web del que duda el sistema, o donaciones a organizaciones sin fines de lucro como la ACLU o Planificación Familiar (y afines);
Metadatos de Internet que revelen sus hábitos de ver porno y tus términos de búsqueda, por ejemplo, “síntomas del herpes”, “¿qué hacer si creo que mi novia me está engañando”, “maneras de escapar de tu novia y salirte con la suya”, o “desearía no haber tenido hijos “.

Como se puede ver, hay un montón de información flotando en el éter, en manos de las empresas privadas y recogidas por las agencias del gobierno (¡a menudo sin órdenes!). Actividades cuyas practicantes mantienen en privado y desean mantener de esa forma, cosa que no pueden producto de que sus datos no están bajo su poder ni control.

Todo esto significa que están violando tu privacidad, ahora, en este mismo momento y podés ser expulsada de tu trabajo, exiliada de tu comunidad, poner en problemas con tus amigas o familiares, perder tu casa o que millones de personas accedan a tu información sin que desees que sea así. Probablemente nunca sepas qué pasó.

Si pensás que esto es un juego imposible de escenarios conspirativos, leé sobre la historia del FBI bajo la mano J. Edgar Hoover, una persona famosa por una obsesión tiránica con sus enemigas personales y políticas que sumió en la vergüenza y difamación a buena parte de su país. La información que proporcionó, en secreto, a un Comité de Actividades nazionalistas conducido por Joseph McCarthy generó la ruina de millones de personas a lo largo de las décadas en que condujo ese organismo.

Algunas personas dicen que la privacidad es obsoleta porque muchas de nosotras somos boconas y publicamos cada pensamiento en Twitter, Facebook y otros sitios antisociales. Pero esta apreciación es un malentendido fundamental acerca de lo que significa la privacidad.

La privacidad no es lo mismo que el secreto. Privacidad se refiere al control de la información que existe sobre vos, incluyendo quién sabe qué, bajo qué circunstancias y cuándo. La privacidad es el control de tu propia vida, y el poder de moldear la percepción que tienen las demás sobre nosotras y lo que queremos que las demás opinen sobre nosotras. Hoy en día, vivimos efectivamente a merced de millones de personas desconocidas que tienen el poder para destruir nuestra reputación, relaciones y vidas profesionales con el clic de un botón.

¿Todavía sentís que no tenés nada que ocultar?

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