Impresoras 3D dan la vida o la quitan ¿Estamos preparadas?

La posibilidad de fabricar (imprimir) cualquier objeto mediante una computadora y una impresora 3D nos brinda, por un lado, infinitas posibilidades en cuanto a mejoras en la calidad de vida y, por el otro, algunos riesgos muy serios.

Hace tan sólo 5 años atrás nos hubiera parecido ciencia ficción, pero hoy es cosa de todos los días que, por ejemplo, una bebé de dos meses se salve gracias a un implante 3D, no podemos menos que sonreír.

El susto comienza cuando la tecnología parece estar por sobre nuestra madurez como personas y como sociedad. Basta con que una autoproclamada “anarcocapitalista” cree algo llamado “Defense Distributed” para que las bases de la sociedad tiemblen. De ahí en adelante, el sitio web que plantea distribuir código (planos) de armas en 3D es promocionado por los medios más importantes del mundo: Forbes, BBC, CNN, The Guardian, The New York Times, etc., se suman a la promoción amarillista del fenómeno incontrolable.

¿Cuándo no? Tenía que ser de Texas, Cody Wilson, estudiante de derecho, basa su iniciativa en la Constitución de EEUU y en el “código libre” informático. Nos pone en jaque. Sé que hay gente que lee eventualmente nuestro diario que pensará que es un derecho individual tener armas de fuego y por lo tanto para esta gente la iniciativa “libre” de Cody es un avance importante. Tengo que dejar de lado aquí cualquier pretensión de objetividad y decir que para mí representa una vergüenza enorme que el mundo del software libre termine infectado por la más grande de las estupideces humanas.

El gobierno de EEUU piensa que es imposible detener la impresión de armas caseras: es cierto que una vez que los planos (el código fuente) son subidos a Internet, la copia es superflua y las medidas de control son en vano… sino, pregúntense cuándo fue la última vez que compraron la música que escuchan actualmente.

Más allá de que esta capacidad que nos brinda la red de compartir códigos, textos, fotos, música, videos es en sí más buena que mala, el tema de las armas 3D queda en un lugar difuso entre ese vacío moral/sentimental/psicológico de personas faltas de afecto, entre la necesidad real de libertad, seguridad, “defensa”, entre la corrupción, la pobreza, la locura y la pulsión de muerte.

Para Josh Horwitz del Huffington Post, el proyecto de Wilson es un “intento disimulado de alterar radicalmente nuestro sistema de gobierno.”

Me voy a permitir opinar un poco más y arriesgar una teoría en base a lecturas de Laura Gutman, Carlos González y otras terapeutas especialistas en crianza.

No le voy a echar la culpa a las herramientas, un martillo sirve tanto para construir como para destruir o matar y lleva miles de años con nosotras… quizá el problema esté verdaderamente en cómo hemos sido criadas en nuestra más tierna infancia, en los (generalmente equivocados) consejos de las médicas pediatras hacia las madres (preferencia por la leche de fórmula en los años 70-80, abandono de la lactancia materna), es decir, quizá gran parte de toda la violencia y racismo que estamos viendo surgir y resurgir en nuevas generaciones tenga que ver con necesidades de las industrias (vender leche de fórmula) violentamente insertadas en las familias y en las bebés que, hoy en día, pasan horas frente a la compu en juegos “de tiros” o -¿quién lo va a impedir?- comienzan a fabricar armas 3D pensando que eso les dará alguna seguridad… seguridad que quizá les hubiera dado algo tan simple, natural, amoroso y humano como una teta.

Así, mientras en algún lugar del mundo una impresora 3D le salva la vida a una bebé, en otros sombríos rincones ausentes de teta alguien está fabricando un arma dispuesta a matar, son momentos en los cuales me inclino a pensar que sería bueno abandonar todas las tecnologías y volver a la selva… quizá ese sea el último hack informático de las verdaderas “hackers anarquistas”.

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