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Descubren fraude en impresoras que obliga a gastar demás

Siempre he creído que las impresoras son malvadas. Y si no lo son, entonces son agentes del orden mundial. Están ahí disimuladas entre nuestras cosas, parecen sernos de utilidad para trabajar, estudiar, o para ser felices con ellas, pero son iguales al Decépticon de Transformes 3, que está escondido durante años esperando el momento para traicionarnos. Justo cuando estás apurada o necesitás una buena presentación, la impresora nos dice cosas como que no tiene tinta amarilla, y aunque el trabajo en cuestión sea en negro, no nos deja imprimir hasta que le compremos el cartucho en cuestión, o peor, hace zafarrancho y nos enerva al punto del síncope.

No sé si en el resto del mundo haya sido igual, pero luego de la crisis del 2001, las empresas empezaron a regalar las impresoras y asesinarte con el precio de los cartuchos. A esto se le suma que las impresoras rara vez actúan como debieran, eso sí, al menos tienen un repertorio de lo más variado. Está desde la que se vuelve loca, te gasta los cartuchos, te ensucia la resma y se traba con el papel (que parece que estuviera haciéndolo a propósito, porque es todo perfectamente terrible) hasta la que te pone en situaciones más graciosas como imprimir todo bien, hasta que salimos de la habitación y al volver nos encontramos con 4 páginas correctas y 70 de código ASCII. Creo que si las impresoras tuvieran boca, seguramente tendrían en ella un pucho a medio consumir.

El asunto es que más allá de lo místico del relato anterior, la empresa Bellevue Fine Art descubrió algo más que insultante. Resulta que esta gente tiene una Epson 9900, una impresora enorme, por lo general de uso profesional, y que cuenta con un precio por demás elevado si se las compara con el resto. El asunto es que por lo general, el hardware de uso profesional suele ser más fiable, estable y duradero que el hogareño, y además tiene un costo de mantenimiento menor, pero que producto de que su uso es profesional, es más habitual (lo que significa que a la larga se gasta más dinero, aunque cada trabajo sea más barato).

Según dicen, la impresora cuesta unos u$d 5000 (sí, una locura para nosotras), pero los cartuchos merodean la friolera de u$d 3800, es decir, bastante más que la mitad de la impresora. Cada vez que hace un gasto tan importante en cartuchos seguramente la gente de Bellevue Fine Art recuerde a las madres de todas las trabajadoras de Epson y, por qué no, también a sus antepasados.

El tema es que un día decidieron abrir los cartuchos para chequear que efectivamente estuvieran descargados y descubrieron lo que esperaban: no estaban descargados del todo e incluso contaban con suficiente carga como para imprimir bastante más.

¿Qué sucedía? Que la gente que desarrolla los cartuchos y el software con que se la utiliza previó que la impresora se detuviera y no volviera a imprimir cuando la carga llega al 1% (lo cual desde el vamos significa que sólo podés aprovechar el 99% de cada cartucho). Al llegar a este punto la impresora se detiene. Esta es una función muy útil e interesante, pero el matiz y el problema están en que la impresora miente.

La gente de Bellevue Fine Art comprobó al abrir los cartuchos (de 700 mililitros de tinta) que estos aun contenían entre 100 y 150 mililitros disponibles, lo que significa un robo que va desde el 14% al 21% en promedio, para cada grupo de cartuchos. Algo verdaderamente nefasto.

Fueron todavía más adentro y descubrieron que pasa lo mismo con las versiones de 350 mililitros, en este caso, según dijeron los cartuchos albergan todavía entre 60 y 80 mililitros de tinta. Todo esto nos dice que hay gente que está tirando a la basura varios miles de dólares sólo por capricho de la fabricante. Si el problema fuera técnico (es decir, que no es posible ocupar el 100% de la tinta) lo lógico sería que además de la advertencia exista un plus en el contenido, pero no, los cartuchos contienen exactamente los 700 mililitros que prometen, no hay tinta complementaria, por lo que comprás 700 mililitros, pero podés usar sólo 550. Una estafa total.

Según comentaron en Ars Technica, la empresa se comunicó con Epson y la respuesta fue la esperada: no contestaron hasta que lo hicieron diciendo que Bellevue Fine Art estaba equivocada. Por eso fue que hicieron este video que hoy te invitamos a ver.

¡A desalambrar!

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¡Happy Hacking!

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