¿Cuánta vigilancia puede soportar la democracia?

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Ante un modelo de vigilancia precrimen extrema: ¿cuántas Snowden necesitamos? ¿Cuántas Assange, perseguidas y acorraladas en embajadas? ¿Cuántas Fuentealba? ¿Cuántas Lepratti?

Leyendo la nota de Richard Stallman, para El Telégrafo; que se titula así me puse a pensar nuestra democracia.

Hoy estamos ante un modelo de vigilancia precrimen extrema, donde la sujeto a vigilar somos todas. Esta vigilancia que muchas aplauden, confundidas por los mensajes bombardeados por la comunicación oficial y “alternativa”; es lesiva de los derechos humanos.

Mientras esto continúe la intromisión del sistema de vigilancia será más intrusivo y se constituirá en sistema de control, donde será digitado cada uno de nuestros movimientos haciendo posible una MATRIX donde sólo se erigirán comunidades de sujetos “necesarias” y se eliminará a la “innecesaria”. Cada vez es más palpable la necesidad de un globalismo, donde la disidencia, ha dejado de ser un signo del totalitarismo de derecha y se ha convertido en un signo de las nuevas “democracias globales”.

La lectora seguramente se confundirá y dirá si ahora todo se puede decir y hacer. Esto que “parece” no “es”. En comunicación social nos enseñan a diferenciar el ruido de la información. Una cosa es decir y que ese decir se multiplique decenas, centenas, miles, millones de veces, seguramente llegado a este punto se habrá naturalizado y convertido en dato, también esa información será solo ruido azuzando las mentes pero no información, no conocimiento. La razón del ruido tiene que ver con el control. El ruido no permite pensar, observar; nos molesta, nos ensordece.

Richard Stallman nos aconseja como uno de los mecanismos para detener esta vigilancia y el posterior control es “Usar Software Libre, como he defendido desde hace 30 años, es el primer paso para tomar el control de nuestra vida digital. No podemos confiar en software que no es libre. La NSA[1] usa software vinculado a Microsoft y Open Source e incluso crea vulnerabilidades de seguridad en el software que no es libre para poder invadir nuestros ordenadores y enrutadores. El Software Libre nos permite ejercer el control sobre nuestras propias computadoras, pero eso no protegerá nuestra privacidad una vez que pongamos los pies en Internet.”

Ya hace un tiempo que EEUU con la Ley Patriótica ha avanzado en la ocupación y ultraje de los archivos personales de las usuarias; ahora está extendiendo esos atributos con la complacencia de los gobiernos a través de tratados como el ya analizado aquí (TPP) y las leyes de neutralidad en la red, que se están aprobando con un sentido dual, donde por un lado proclaman el derecho de neutralidad, pero por otro lado legalizan la criminalización de las usuarias acusándolas de terrorismo, pishing, bulling,y otros delitos que pueden incluirnos a todas, y nos exponen a todas. Hoy por hoy el paradigma no es “proteger a la usuaria”, “proteger a la denunciante” ; sino muy por el contrario se persigue la división, la separación de la fruta podrida, “acorralar y capturar a la usuaria/denunciante”. Se busca identificar a la resistente, para acorralarla, desprestigiarla y acorralarla.

“Gracias a las revelaciones de Edward Snowden, ahora sabemos que los niveles actuales de vigilancia general en la sociedad son incompatibles con los derechos humanos. El reiterado acoso y persecución a periodistas, fuentes de información y disidentes lo confirma. Tenemos que reducir el nivel de vigilancia general, pero ¿hasta dónde? ¿Cuál es exactamente el nivel máximo de vigilancia que la población en general puede tolerar, más allá del cual se vuelve opresiva? Es cuando la vigilancia interfiere con el funcionamiento de la democracia: cuando existe la posibilidad de que denunciantes como Snowden sean atrapadas” nos dice Stallman.

Ahora ¿cuántas Snowden necesitamos? ¿Cuántas Assange, perseguidas y acorraladas en embajadas? ¿Cuánaos Fuentealba? ¿Cuántas Lepratti?

La persecución, y acorralamiento de los sistemas de vigilancia es analógica. La ejecución es analógica. Pero la identificación y la vigilancia es tecnológica, virtual. Esta vigilancia que identifica a la denunciante, a la que rebela las pruebas a la comunicadora-reportera, mostrando los crímenes y delitos del estado y sus socias, debe ser detenida. Hace 40 años atrás en nuestro país existió una experiencia llevada a cabo por Rodolfo Walsh llamada ANCLA, que denunciaba los crímenes de la dictadura; era la segunda vez que Walsh enfrentaba a una dictadura y la mostraba tal cual era, develándola, sacándole la careta. Sus informantes fueron anónimas inclusive después de su asesinato por las fuerzas represivas. Hoy esas fuentes serían identificadas y eliminadas.
Más avanza la vigilancia, menos espacio hay para la resistencia y la denuncia.
Debemos proteger nuestro derecho a disentir. Si entramos en el juego de aceptar la seguridad como garantía de la libertad, ya no tendremos libertad.

Si un gobierno puede acceder constantemente a los registros de llamadas de nuestros móviles o terminales; se acaba nuestra privacidad y se impone una ruptura donde el secretismo de los estados se prioriza a la privacidad de las sujetos ya sea como usuaria o ciudadana.

Hay de hecho una manipulación de la información donde el estado no dice que persigue a la disidente o a la periodista; sino que habla de espías, hackers, terroristas o criminales para poder legalizar la persecución y su posterior castigo o eliminación.

“Las activistas de oposición y disidencia se ven en la necesidad de ocultar información a los estados que están dispuestos a jugarles trucos sucios. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles[2] ha demostrado la práctica sistemática del gobierno de los Estados Unidos de infiltrarse en los grupos disidentes pacíficos bajo el pretexto de que podría haber terroristas entre ellas“.

Hoy por hoy inclusive aquí en Argentina; basta con que el estado acuse a cualquier ciudadana para obtener el acceso a sus datos biométricos, privados (comunicaciones y navegación) y hasta de movilidad (videos, Tarjeta SUBE, etc). Estos datos no son utilizados objetivamente por la justicia, sino que son manipulados subjetivamente por las necesidades de un estado que busca solidificar su poder.

Inclusive por la misma necesidad de presupuesto, para mantener un departamento de vigilancia debe existir la amenaza. La “otra” como enemiga, necesaria para justificar a la “protectora”. Por eso; las ciudadanas debemos poder ver el trasfondo de las leyes como la Ley “anti-bulling”. Porque es este tipo de leyes que termina convirtiéndose en trampas para las personas criticas del poder. Cuando hablo de personas críticas me refiero a un Walsh o a un Malcolm; no a un Obama o a un Blumberg.

Para que la protección de la privacidad sea robusta, debe ser técnica y con leyes garantizadas por organizaciones civiles fuertes. Si todas las psicobolches que liberan el mundo en Facebook se implicaran en la historia de sus comunidades, en las calles o discutiendo las formas de la seguridad y el conocimiento en asambleas barriales, el estado se vería seriamente limitado. Ceder la protección de nuestros derechos, a terceras (concejales, diputadas, senadoras, presidenta); no sólo es una equivocación, sino una renuncia explícita a nuestro destino.

“Si los límites de acceso a los datos se dejan de lado, será como si nunca hubieran existido: expedientes que se han ido acumulando durante años de repente estarían disponibles para un uso abusivo por parte del Estado y sus agentes y, en caso de que los datos hayan sido acumulados por empresas, también estarán disponibles para el abuso privado. Sin embargo, si detenemos la recolección de expedientes de todas, dichos expedientes no existirán, y no habrá manera de recopilarlos de forma retroactiva. Un nuevo régimen que no sea liberal tendría que implementar la vigilancia desde cero, y recoger los datos solo a partir de esa fecha. En cuanto a suspender o ignorar momentáneamente esta ley, la idea apenas tendría sentido”,

Si no tenemos en cuenta la ecología de nuestras relaciones sociales, considerando la vigilancia como dañina, seremos esclavos inconscientes. La vigilancia tiene un solo objetivo: castigar. Y se castiga para disciplinar; la disciplina es el primer mecanismo de control, por eso los totalitarismos apuntan primero al disciplinamiento, a ordenar.

Se deben mantener limitadas las prácticas y accesos a la vigilancia, para que sean herramientas para rebelar un delito; pero no para la criminalización de al “mala ciudadana”. Ya hemos hablado de lo peligrosa que puede ser la manipulación de datos conservados y acumulados largamente a lo largo de la vida de las personas; inclusive como una conversación a veces normal puede terminar criminalizando a una persona por el uso de palabras inconvenientes.

La digitalización de la democracia no es un uso deseable, mientras no pueda ser distribuida entre todas las ciudadanas, eliminando el secretismo de los estados. La libertad es nuestro derecho fundamental y solo puede ser garantizado por la limitación de la vigilancia.

Notas:
[1] . National Security Agency (NSA), Agencia de Seguridad Nacional.

[2] . American Civil Liberties Union (ACLU).

[3] . Foreign Intelligence Surveillance Act (FISA), Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera.

[4] . Drug Enforcement Administration (DEA).

[5] . Radio frequency identification (RFID), Identificación por Radiofrecuencia.

[6] . Internet Service Provider (ISP).

[7] . La Ley Patriótica.

[8] . Cabildeo.
Fuentes:
http://www.wired.com/opinion/2013/09/why-free-software-is-more-important-now-than-ever-before/
http://www.theguardian.com/world/2013/sep/05/nsa-gchq-encryption-codes-security

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