Acabando con la Guerra Contra la Práctica de Compartir

rock argentino en el ceart

Cuando la compañías discográficas arman tanto escándalo sobre los peligros de la “piratería”, no están hablando de violentos ataques a los barcos. De lo que se quejan es de la práctica de compartir copias de música, una actividad en la que participan millones de personas con espíritu de cooperación. Mediante el uso del término “piratería”, las compañías discográficas demonizan la cooperación y la práctica de compartir, equiparando estas actividades al secuestro de personas, al asesinato y al robo.

El /copyright/ fue establecido después de la aparición de la imprenta, método que posibilitó la producción masiva de copias generalmente para uso comercial. En ese contexto tecnológico el /copyright /era aceptable en calidad de norma industrial, no como restricción a las lectoras ni (posteriormente) a quienes escuchan música.

En la década del 1890, las compañías discográficas comenzaron a vender música producida en masa. Estas grabaciones no interfirieron sino que facilitaron el poder escuchar y disfrutar de la música. El /copyright/ de estas grabaciones musicales no implicaba prácticamente ningún tipo de controversias, ya que sólo restringía a las compañías discográficas y no a las oyentes.

Hoy en día la tecnología digital le permite a cualquiera hacer y compartir copias. Las compañías discográficas ahora pretenden usar las leyes del /copyright/ para impedirnos el uso de ese avance tecnológico. La ley que era aceptable cuando restringía sólo a las editoras es ahora una injusticia porque prohíbe la cooperación entre ciudadanas.

Evitar que las personas puedan compartir va contra la naturaleza humana, y la propaganda Orwelliana que dice que “compartir es robar” normalmente cae en saco roto. Parecería que la única manera de hacer que la gente deje de compartir es mediante una dura Guerra Contra la Práctica de Compartir. Por consiguiente, las compañías discográficas, a través de brazos legales tales como la RIAA, demanda a adolescentes por cientos de miles de dólares bajo la acusación de haber compartido. Mientras tanto, las corporaciones conspiran para restringir el acceso público a la tecnología desarrollando sistemas de Administración de Restricciones Digitales (/DRM – Digital Restriction Managment/), diseñados para encadenar a las usuarias e imposibilitar la copia. Los ejemplos incluyen iTunes, los DVD y los discos Blueray. (Para más información ver DefectiveByDesign.org). Aunque tales conspiraciones constituyen restricciones al comercio, los gobiernos no las persiguen legalmente.

A pesar de estas medidas, la práctica de compartir sigue en pie; la ser humana posee un fuerte impulso hacia la cooperación. Por lo tanto, en Octubre de 2008 los EEUU aprobaron una ley para secuestrar los ordenadores utilizados para llevar a cabo la práctica prohibida de compartir. La Unión Europea está contemplando la posibilidad de implementar una directiva que suspendería el servicio de Internet a las personas que hayan sido acusadas (no declaradas culpables) de compartir; quien desee colaborar para oponerse a dichas medidas, puede dirigirse al sitio laquadrature.net. Nueva Zelanda ya adoptó esta ley en 2008.

Recientemente, durante un congreso cinematográfico, oí que hubo una propuesta para requerir a las personas que demostraran su identidad para poder acceder a Internet; dicha vigilancia también ayudaría a eliminar el disenso y la democracia. China ha anunciado la implementación de una norma de ese tipo para los cybercafés, ¿será la UE la siguiente? Un parlamentario del Reino Unido propuso llevar a prisión a diez personas por compartir. Esto no ha sido aceptado… todavía.

Mientras tanto, en México, las niñas están siendo invitadas a delatar a susmadres, al estilo soviético, por realizar copias no autorizadas. Pareciera que no existen límites a la crueldad de la industria del /copyrigh/t en su Guerra Contra la Práctica de Compartir.

El argumento principal de las compañías discográficas para prohibir que se comparta es que causa la “pérdida” de empleos. Claramente son puras suposiciones. Pero incluso aunque fuera verdad, no justificaría la Guerra Contra la Práctica de Compartir. ¿Debería la gente dejar de limpiar sus propias casas para evitar la “pérdida” de puestos de trabajo para los empleados domésticos? ¿O acaso prohibir a la gente cocinar ellos mismos, o prohibir compartir recetas, para evitar la “pérdida” de puestos de trabajo en los restaurantes? Son argumentos absurdos porque el “remedio” es mucho más dañino que la “enfermedad”.

Las compañías discográficas aseguran también que el hecho de compartir música reduce los ingresos de las músicas. Esta es una verdad a medias, una de esas que son peores que una mentira, y el nivel de veracidad que contiene es mucho menos que la mitad.

Incluso si aceptamos la hipótesis de que si no hubieras descargado la música, la habrías comprado –normalmente falso, pero en ocasiones cierto– solamente si la música es una superestrella consolidada verá algo del dinero de la compra. Las compañías discográficas intimidan a las músicas al comienzo de sus carreras con contratos que las explotan durante los primeros 5 o 7 discos. Es casi imposible que un disco que se publique bajo esos términos venda suficientes copias como para que la música vea un centavo de las ventas. Dejando de lado a las superestrellas consolidadas, la práctica de compartir sólo reduce la cantidad de dinero que las compañías discográficas usan para demandar a las amantes de la música.

Con respecto a las pocas músicas cuyos contratos no las explotan, o sea las superestrellas consolidadas, el hecho de que estas personas se vuelvan un poco menos ricas no representa ningún problema en especial para la sociedad o para la música. No hay nada que justifique la Guerra Contra la Práctica de Compartir. Nosotras, el público, debemos ponerle fin.

Hay quien sostiene que las compañías discográficas nunca conseguirán eliminar la práctica de compartir, que eso es algo imposible de lograr. Dada la asimetría entre la fuerza del /lobby/ de la industria discográfica y la fuerza de las amantes de la música, desconfío de las predicciones sobre quién ganará esta guerra; en cualquier caso, sería insensato desestimar a la enemiga. Debemos suponer que cualquiera de las partes puede ganar, y el resultado depende de nosotras.

Además, incluso si las compañías discográficas nunca consiguieran eliminar la cooperación humana, causan mucho daño sólo intentándolo, y tienen intención de causar aún más. En vez de dejarles continuar la Guerra Contra la Práctica de Compartir hasta que admitan que es inútil, debemos detenerles lo antes posible. Debemos legalizar la práctica de compartir.

Algunas opinan que la sociedad de la red no necesitará más de las compañías discográficas. No apoyo esta postura. Nunca pagaré por una descarga de música hasta el día que pueda hacerlo de forma anónima, así que quiero poder comprar CDs anónimamente en una tienda de discos. No deseo la eliminación de las compañías discográficas en general, pero no renunciaré a mi libertad para que ellas continúen.

La finalidad del /copyright/ –en grabaciones musicales o en cualquier otra obra– es simple: fomentar la literatura y el arte. Ese es un buen objetivo pero tiene límites, no puede justificarlo todo. Impedir que la gente comparta sin ánimo de lucro ya es demasiado. Si queremos promover la música en la era de las redes de ordenadores, debemos elegir métodos que se ajusten a lo que queremos hacer con ella, y eso incluye compartirla.

A conitnuación doy varias sugerencias sobre lo que podemos hacer:

Quizás tengas otras buenas ideas. Apoyemos a las músicas, y legalicemos la práctica de compartir.

1 Ver el artículo pero cuidado con el uso que allí se hace del término “propiedad intelectual”. Este término disemina confusión porque se usa para agrupar incorrectamente varias leyes que no están relacionadas entre sí. Ver la explicación de los motivos por los cuales no es bueno utilizar ese término en el siguiente enlace.

2 Ver /the-future-of-copyright/.

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