La mentira de la «brecha digital»

brecha digital

Cada vez que leo o escucho la frase «brecha digital» hay algo en mí que despierta la apatía y la desconfianza. ¿Por qué será? Hoy te dejamos una nota para ir quitándonos esa idea de que la técnica y el progreso nos harán más felices

Se trata de todo un paradigma creado por el mercado, la sociedad de consumo, las empresas, los estados, las buenas intenciones y la tecnología en sí misma al auto-reproducirse.

El filósofo y agricultor japonés Masanobu Fukuoka escribía en su «Senda natural del cultivo»  que el ser humano se comporta con la tecnología como si cavara un pozo cada vez que inventa un chiche nuevo y, como el progreso tecnológico es infinito, se entierra cada vez más y deja de ver la superficie de la tierra donde ocurren los procesos esenciales de la vida. Es decir: estamos perdiendo la vida.

El sociólogo argentino Christian Ferrer opina que la evolución tecnológica no es nada racional, más bien se asemeja a un caballo desbocado, que el progreso es una idea absurda porque siempre lo mejor está más adelante en el tiempo, y que nuestra sociedad ha sido constituida a imagen y semejanza de la técnica.

Vuelvo sobre Fukuoka: probablemente nunca tocó una computadora, murió a los 98 años hace poco, durante el 2008. Este sabio oriental sembraba sus campos mediante bolitas de arcilla repletas de semillas, lo cual garantizaba que no se las comieran los pájaros (eliminando la tecnología «espantapájaros», las máquinas sembradoras, los agroquímicos, etc.), dejaba algunas malezas (muchas de ellas comestibles) entre el arroz y las diversas hortalizas, y no empleaba máquinas cosechadoras. La única máquina que utilizó para intentar «reverdecer los desiertos» fue una mezcladora de construcción con el fin de hacer bolitas de arcilla+semillas masivamente, pero imagino que con la ayuda de mucha gente la hubiera evitado. Él proponía que cultivar la tierra de un modo natural debía llevar al cultivo del «espíritu humano», es decir que concentraba su esfuerzo en el perfeccionamiento intelectual/sentimental/artístico en lugar del progreso tecnológico. De hecho, podríamos decir que sus bolitas de arcilla eran una tecnología, pero a la vez concluiríamos que, tal como la escalera, se trataría de algo «totalmente inventado». Pretendía invadir el mundo con fastuosas selvas repletas de hojas, frutos, raíces y flores comestibles, decía que la tarea era urgente.

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Si hacía frío cortaba leña y prendía el fuego: no esperaba que el «gas natural» llegara a su rancho; si tenía hambre cosechaba algo (sembrado por él o alguna maleza comestible): no esperaba que abriera el supermercado; si estaba aburrido escribía poesía, cantaba, bailaba o charlaba, se relacionaba familiarmente o de otra manera, etc.: no prendía un televisor o revisaba Facebook. Si usaba alguna tecnología avanzada (como por ejemplo un avión), era para llevar la conciencia del desastre ecológico a otros confines del planeta y motivar la regeneración de las selvas.

Para las «agricultoras naturales»  lo mejor no está necesariamente más adelante en el tiempo: no hay progreso. Hay vida y muerte, hay familia y arte, hay comida, sol, tierra, aire, agua… y eso siempre ha sido y será más o menos así. Ellas no se desesperan por la comodidad o por su imagen corporal, no pretenden calmar los malestares lógicos de la condición humana mediante aparatos o fármacos, les da casi lo mismo si algo es software libre o privativo porque simplemente no lo necesitan. Toda nuestra civilización podría colapsar pero nunca detendrían las semillas de diente de león y otros yuyos que son más nutritivos que la acelga: en cualquier contexto, una sociedad de «agricultoras naturales» al estilo Fukuoka sería la solución a «todos los males»: la forma en que el ser humano permanezca en el planeta por siempre.

Para nosotras las ciudadanas tecnológicas de las ciudades, no: siempre hay algo nuevo que consumir, ayer era una PC de escritorio rapidísima con un monitor CRT, luego un monitor LCD, LED, más tarde fue una notebook, luego una netbook y un celular, luego una tableta o un celular tipo tableta, etc., y vendrán muchos más aparatitos para mantenernos lejos de esa brecha digital… de la gente y de la naturaleza también. «Quien cree en el progreso es incapaz de apreciar lo anacrónico o cualquier otra realidad no excitada por la máquina», explica Ferrer.

Me dirán que me ponga más práctica y comprensiva, que hay millones de niñas, de hombres y mujeres, abuelos y abuelas en el mundo que *necesitan* disminuir su brecha digital, es decir, acceder a Internet o al mundo informático como fuere. Me dirán que existe algo llamado pobreza digital, que las máquinas brindan mayores posibilidades de «inserción laboral» a quienes aprenden a dominarlas (¿al costo de esclavizarse en nuevos laberintos?), que el conocimiento nos hará libres (¿qué es el conocimiento, qué conocimiento?), etc., etc.

En un artículo reciente hablaba sobre el millón de argentinas que emigraron desde sus pueblos fantasma hacia las grandes ciudades con el cierre de gran cantidad de ramales de ferrocarril durante la década menemista. En muchos casos, eso significó que dejaran la tierra, la paz y la tranquilidad de sus pequeños pueblos para encontrar el vértigo del centro y la pobreza/violencia de los suburbios; tantos otros pueblos originarios se vieron despojados de sus montes gracias a la invasión de las patrias sojeras, emigraron a Buenos Aires y terminaron como cartoneras en las villas, en el mejor de los casos.

Cuando me dicen que la disminución de la brecha digital ayudaría a «las pobres» o a «las abuelos» a insertarse o incluirse en los estilos de vida, en el mercado laboral, etc., como quieran llamarlo, me pregunto: ¿no es otra forma más de esquivar el problema central? ¿Es más sabia/feliz la “mujer de negocios” que la originaria? ¿A dónde queremos ir?

En todo caso, cualquier disminución de la «brecha digital» debería realizarse con la mayor conciencia posible y no como un proceso publicitario-económico, no como un movimiento de re-esclavización de las «pobres» que no tienen otra salida laboral que la de limpiar casas o cartonear, no como una ilusión de progreso ni como una reproducción de los sistemas opresivos que fundamentan la vida consumista y productivista del Siglo XXI.

Cualquier adopción tecnológica/informática debería servir para volver a mirar la naturaleza, crear sociedades sustentables/resilentes, ir despojándonos de a poco de las ideologías (y tecnologías) que nos robotizan, que mercantilizan nuestros cuerpos e imágenes, ir quitándonos esa idea de que la técnica y el progreso nos harán más felices: basar la vida en nuestras posibilidades reales/naturales. De lo contrario, la «disminución de la brecha digital» no es otra cosa que un proceso de esclavización tecnológica.

Una cuestión de vida o muerte

Este planteo en verdad tiene muy poco de ideológico y mucho de práctico: el petróleo se acabará, el agua potable quizá también, las abejas se ven amenazadas por la gran cantidad de agroquímicos, por Monsanto y compañía, la población crece a escala logarítmica y debemos encontrar formas sustentables de vida. Las computadoras por sí mismas no van a solucionar nada, incluso pueden empeorar las cosas.

Tomemos un ejemplo bien claro: necesitamos cultivar un árbol frutal llamado Jaboticaba dado que brinda entre 3 a 6 cosechas por año de una baya similar a las uvas, muy dulce y nutritiva. Problema: es sensible a las heladas y moriría a -5º C o menos por un período prolongado. ¿Qué soluciones encontraría una informática o tecnocrática? Emplearía un sistema de automatización por el cual un termómetro detectaría las bajas temperaturas y encendería algún sistema de calefacción, focos incandescentes, aire caliente, ventiladores que muevan el aire frío, turbinas o aspersores de agua.

¿Qué soluciones encontraría una agricultora natural no dependiente de las tecnologías modernas? : apilaría rocas cerca del árbol porque se calientan con el sol y liberan el calor durante la noche mientras hiela, crearía pequeñas lagunas que atemperen el clima del lugar, implementaría barreras de viento con casuarinas y otras especies, enterraría troncos de árboles y materia orgánica que al pudrirse generarían más calor, etc.

La diferencia entre unas soluciones y otras, es que las primeras no son sustentables/resilentes (dependen del petróleo, hidrocarburos o de alguna tecnología no sustentable) y las segundas podrían dar alimento continuamente a un grupo social por siempre, dado que imitan la forma en que la naturaleza se comporta desde hace millones de años. Incluso una agricultora natural podría plantear no cultivar Jaboticabas en un clima con heladas de -5º C sino reemplazarlo por cualquier otro frutal similar que tolere el ecosistema en que se encuentra.

Se trata de un cambio de mentalidad para el cual la disminución de la brecha digital puede hacer poco o nada.

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