No podrán vencernos

a68julieta

Las humanas siempre compartimos nuestras creaciones hasta que llegaron Bill Gates y Jobs.

Cuando yo me pongo a colaborar con algún proyecto; revivo aquellos tiempos en el Barrio Industrial de Rosario, que con las chicas del barrio organizamos, el querido Lamparita Clú y el Club Palomo Javier. En el primero armábamos circuitos eléctricos y motores; así terminamos haciendo una heladera, que andaba conectandola al motor de un 4L, basándonos en un plano que publicó la vieja HOBBY que coleccionaba mi abuelo. En cambió en el Palomo hacíamos aviones de madera balsa con motores rudimentarios y peleábamos guerras con el Barón Rojo de Ludueña; continuación de la guerra de barriletes de años anteriores.

En aquellos años la historieta era la puerta a la aventura de las adolescentes; mi héroe era Juan Salvo; el eternauta; y nos reconocíamos en su afición a juntarse con sus amigas en una habitación de su casa, a hacer inventos que se basaban en la revistas de eléctronica y mecánica popular.Todo lo que comprábamos venía con un manual de uso que nos decía cómo replicar lo que teníamos en la mano. Inclusive recuerdo que cuando compramos las primeras Spectrum; venían con un manual que nos enseñaba a programar en Basic. Recuerdo haber programado un reloj gracias a esas instrucciones que después repliqué en mi recordada Tandy 1000.

Que cuando la compré, la vendedora me regaló un curso para aprender a configurar el DOS que traía desde el prompt. Aún Bill (Gates) no había decidido hacer inviable que todas modifiquemos su sistema operativo y lo mejoremos, adaptándolo a nuestras necesidades. Eso vino cuando Gates le ganó a Jobs con el entorno visual de las ventanitas, allí se desató una guerra de patentes terrible y todos los códigos se cerraron.

De pronto; no podíamos saber absolutamente nada de cómo funcionaba mi terminal, y cuando ibamos más allá; el sistema se hacia inconsistente, o se borraban archivos que atesorábamos o la famosa pantalla azul (que cuando había solo 16 colores en pantalla era realmente desagradable).

La primera manifestación de este corte, la primera reacción a la restricción se experimentó durante los ochenta. Montones de electrónicas se montaban sus propias estaciones de radio y denunciaban la prohibición de hablar, de compartir. Denunciaban un relato que les era impuesto y formaban los nuevos clubes de radialistas. Fue en uno de estos clubes en la zona sur rosarina, que escuché hablar en el año ’86 de algo llamado software libre y de una persona que había hackeado una impresora para que haga lo que necesitaba y no lo que su programadora había cargado. Una vieja que poseía una subnotebook me habló en aquellos años de que algún día esas cosas podríamos armarlas todas en el fondo de nuestra casa. Luego; entrando en los 90 escuché de una persona llamada Stallman y mucho después me enteré de que era la de la impresora.

En aquellos tiempos empecé a usar los primeros Debian que llegaban a estos lares. El primer Linux que usé fue Slackware que me instaló una compañera que había aprendido en España, y lo más importante: me enseñó a hacerlo. Inclusive me acostumbré tanto a hacerlo desde la consola, que hoy cuando hago clik en el instalador gráfico, siento un real hastío.

La mujer es una hacker por naturaleza y necesita saber. Reunirse y compartir ese conocimiento. Y eso esta prohibido…

Entonces las hacker han decidido desobedecer, reunirse, compartir conocimiento y se las denomina: PIRATAS. Ellas no sólo no se han amilanado, sino que han hecho del piratismo una bandera ética y se diferencian de la craker o delincuente informática que roba datos o transfiere dinero a sus cuentas sin autorización.

Desde hace 30 años un grupo de hackers; viene diciendo que hay que liberar el software y los drivers, para inclusive liberar el hardware.
Muchas veces se habló de un CPU con drivers No Propietarios y en ese interín se fue armando el concepto de hardware abierto, que hoy impulsan empresas reconocidas por su ligazón a las licencias restrictivas y a colaborar con el servicio secreto de EEUU, como Facebook con su Open Compute Projet, que persigue hacer servidores con hardware abierto y con lo lo necesario para abaratar costos en la estructura.

Sin embargo existen proyectos como Lemote (la que usa Richard M. Stallmann), pero ya hace 2 meses que busco cómo conseguirla en Argentina y sólo me golpeo contra la negación permanente y más considerando la restricción al ingreso aduanero impuesto por este gobierno.

Sólo con drivers y firmwares libres podremos saber qué hace un hardware cuando lo usamos

¿Y si usamos solo hardware abierto?
La realidad es que el hardware abierto nos ayuda a saber si ese dispositivo se ajusta a nuestras necesidades pero no a conocer su construcción y funcionamiento para poder replicarlo, como hacíamos con los circuitos que publicaba la Lupín. Sólo un hardware libre que publique los planos con las especificaciones nos permitiría esa conducta. Pero más importante aún que saber qué componentes debemos combinar para lograr la misma perfomance de tal o cual CPU, es que todo el driver y firmware que corren sus componentes sea libre. Es esto lo que nos permitiría saber qué esta haciendo mientras lo usamos.

Hoy las jóvenes empiezan a reunirse nuevamente en sus casas, en la biblioteca, en el club del barrio y hablan de reciclar, de desarrollo colaborativo, de proyectar y construir terminales con hard desechado. Llaman a esos lugares Hacklab o hackspace; allí están armándose las centrales experimentales del hardware libre, flasheando los firmware de los componentes privativos por otros libres y arman CPU libres o extraños globos con antenas wifi para cazar señales imposibles .

Tal vez sea hora de replantear aquella frase de Walsh:
Podrán ensordecernos y formatearnos, que naceremos bajo nuevas formas. Nos modificamos permanentemente ya no pueden vencernos.

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