escenario vacio

Somos las berretas que mamamos de la teta del Estado

Luego de que nos borraran el usuario de MDZol sin informarnos, volvemos al ruedo de la discusión autogestiva y la cultura libre. Respuesta a una editorial de Los Andes.

Esta nota iba a arrancar diciendo “me disculpo por iniciar un debate que no puedo continuar, pero esta es la última nota que hacemos en este diario”, pero ya no es necesario porque sin avisarnos MDZol decidió borrar nuestro usuario de su sistema y con ello nos dejó sin acceso a poder subirla. Ha sido un final desagradable para nosotras y para MDZol, del que alguna vez hablaremos pero creo que no es hoy el momento, aunque sí quiero agregar que censurar a una periodista en su penúltimo día de trabajo implica temor a lo que pueda decir. Lo que iba a decir, es tan peligroso como lo que sigue.

Leía una nota de Patricia Slukich, jefe (así firma ella) de sección Estilo del diario más rancio de Mendoza titulada “Una falsa dicotomía entre artistas” y publicada el miércoles pasado. En la nota comenta que escucha a diario la palabra “independiente” -y acto seguido la sinonimiza con autogestivo- en el ambiente en el que se mueve, que es del periodismo cultural (alguna vez me reí cuando escuché ese término en la boca de Rudman, personaje bizarro que al presentarse no habla de sí mismo sino de “sus amigos”) y el de espectáculos.

Dice además la publicación que autogestión e independencia son la misma cosa y entiende además que lo que diferencia a un empresario del espectáculo o la cultura de un productor cultural o artista independiente es la estructura de producción, la maquinaria de mercado. Señala (no sin sorna)  los festivales queincluyen la palabra “independiente” en su nombre y aclara que están “totalmente subsidiados”, algo que parece salido del ministerio de cultura provincial, muy ocupado en atacar al sector autogestivo, aunque no desconfiemos, tal vez ella opina eso mismo. La nota en sí es una nota interesante para debatir porque toca algunos puntos que generan intensas discusiones en espacios autogestivos pero en general nos dice que su autora puede conocer muchos artistas autogestivos pero no ha entendido de qué se trata la autogestión.

En esto hay que aclarar: la autogestión como teoría no existe. Hay tantos pensamientos y opiniones sobre el concepto y el hacer como personas intentando lograrla. Esto ha generado que mucha gente entienda que son lo mismo, algo verdaderamente errado (y herrado), aunque la responsabilidad, creo, es de los espacios autogestionistas que todavía tenemos mucho por hacer. Sucede algo similar con la perspectiva de género: mucha gente cree que género y mujer son la misma cosa. Por lo que lo que sigue, es mi visión y experencia en procesos, emprendimientos y producciones autogestivas en los últimos 16 años y vale sólo como eso: la experiencia y postura de alguien.

La independencia es una mera cuestión económica y, en algunos casos, política. El millonario autor de la frase “el lujo es vulgaridad” es un artista independiente, y cuenta al mismo tiempo con una estructura que le permite ser millonario, y ejemplos como él, sobran. En sociedades donde todo se compra y todo se vende (y sin hacerlo no se puede vivir), la posibilidad de llevar adelante un determinado proyecto es económica. Un proyecto independiente sólo busca sustentarse sin intervenciones externas, sin ser parte de otro emprendimiento, sin tener limitaciones ni condiciones ajenas a sus integrantes, se trata de un hacer y una forma de hacer. Pero cuando hablamos de autogestión hablamos de algo mucho más profundo, hablamos del objetivo con el que llevamos adelante una acción y de la coherencia entre el fin en cuestión y el resultado final del conjunto de acciones. Paradójicamente, necesitamos independencia para la autogestión y autogestión para la independencia. Por lo que volvemos a la melange anterior.

En los espacios autogestivos para muchas la independencia es independencia del Estado. Esto puede significar descartar al mercado como un posible aliado o enemigo. Pero al parecer el Estado, para muchas, es un especie de ser demoníaco que rompe la independencia. Lo curioso, es que las funcionarias provinciales también creen que la independencia es SIN el estado (así me lo señalaron Alejandro Orellana y Vanesa Funes, funcionarias provinciales, en la última y única reunión que pudimos tener, cosa que espero se amplíe). Por lo que las independientes terminamos condenadas a competir en un mercado (que está avalado y sostenido por el estado) en el que no tenemos condiciones para competir, mercado en el que existe un estado que no lleva adelante ninguna política cultural que impulse lo autogestivo (al parecer, porque el estado no tiene que favorecerlo, porque si no, no es autogestivo). Esta interpretación de autogestión hace que, por ejemplo, Monsanto sea un emprendimiento autogestivo. Es independiente del estado, se financia con fondos propios y no está intervenida políticamente, es más, tan autogestiva es Monsanto que hasta impone a los estados lo que deben hacer.

Cuando -al menos nosotras- hablamos de autogestión, nos referimos a un objetivo muy distante del mero sustento económico no intervenido. Nos referimos a formas éticas de producción y organización tanto internas como externas, a que lo que se hace es trabajo y militancia al mismo tiempo, a que el fin de lo que hacemos es exactamente el resultado que buscamos. Nosotras no hacemos esto para ganar plata, sino que ganamos plata para hacer lo que estamos haciendo. En ese sentido yo difiero profundamente de la idea de que la autogestión no existe sin el Estado, porque ese estado es, en una enorme cantidad de casos, un limitante a la hora de hacer y por eso mismo debe ocuparse en dejar de serlo. No estoy de acuerdo con que se subsidien actividades como única vía para su existencia, porque generan producciones adictas al estado, algo además poco conveniente en contextos como el actual en el que existe un capitalismo de amigos, poco útil para el desarrollo en general.

Ese capitalismo de amigos es el que permite que un funcionario destine fondos para una producción y al mismo tiempo se sienta con derecho a coaccionarla. La selectividad ha caracterizado además la última gestión en cultura de la provincia. No se convoca a nadie que pueda decir algo que deje mal parada a la gestión, y, perdón si te suena exagerado, pero eso es censura previa (entre otras cosas). Y a más de una le parecerá un disparate mi pretensión de que el estado me pague para cuestionar a un gobierno. Pero resulta que gobierno y estado no son la misma cosa. Que el estado además está obligado, porque es su función y objetivo el de generar condiciones en las que pueda ser viable la producción cultural como derecho fundamental sin el cual no puede existir el bien común (razón de la existencia del estado). En algunos casos los subsidios son de utilidad para poner en funcionamiento un proyecto, pero en otros son cruciales para que puedan existir.

El caso del Le Parc y las famosas entradas a $10, que es mostrado como una medida progre, es justamente lo contrario: atenta plenamente contra la autogestión y contra el arte autogestivo. Por otra parte, sucede algo extraño con el gobierno “popular”. Vivo en esta provincia hace 14 años y los gobiernos se dedicaron -por lo general- a ignorar a las hacedoras independientes. La gestión actual, para sorpresa de muchas, nos ha prestado mucha atención: se ha dedicado a atacarnos, incluso a infiltrarnos y lanzar rumores sobre nosotras y nuesta actividad. Poner entradas en $10 para ver a artistas que mueven grandes cantidades de público en una sala de las características del Le Parc, aniquila instantáneamente toda producción autogestiva que, no tiene forma de poner una entrada en ese valor, ni de competir con la masividad de las artistas subsidiadas. Las autogestivas terminamos siendo caras y precarias (porque nos sustentamos sólo con la participación social, cosa que además nos caracteriza) llevando adelante producciones en situaciones que muchas veces son poco atractivas para el publico y enfrentando muy duras condiciones para llevarlas adelante. A esto se suma soportar insultos desde medios masivos (que cuando no nos ignoran sólo “cumplen” con informar,  aunque con excepciones que por suerte no son tan aisladas).

De igual manera, una producción como esa, significa que el estado está subsidiando la entrada para que más personas puedan asistir, me parece muy bien. Pero… ¿Qué subsidia? Producciones que están funcionando, por lo general masivas. ¿Por qué? Porque tienen “arrastre”. ¿Por qué? Porque el estado provincial no invierte en cultura sino que gasta en márketing. De igual manera busca meter en medio artistas locales para que “ganen” con el arrastre. Seguro, la gente que va a ver una banda masiva -a la que se le paga un caché obsceno con presupuesto que no se destina al arte local- va a interesarse en la banda que le ponen antes a tocar 5 o 6 canciones. Seamos sinceras: esa banda telonera, sólo ocupa el tiempo, genera suspenso y rompe el hielo para que venga la “banda importante” que es a la que está invitada a ver la gente, por lo que en el mejor de los casos muchas participantes de eventos de este tipo terminan entendiéndolas no como “bandas teloneras” sino como “bandas telones” que están ahí “tapando” el escenario hasta que empieza lo importante. Simplemente, porque su interés no es esa banda sino la que fueron a ver.

Cita la nota una frase -a la que además dice adherir- en la que se duda de las condiciones morales de las artistas independientes: “los que se dicen ‘independientes’ se definen con esa palabra porque nadie les ofreció un buen contrato”. Al parecer, llamarse independiente es una forma de quejarse porque una no tiene un buen contrato.

Por otra parte está el tema de la comunicación. Las productoras autogestivas rara vez somos destacadas en las páginas de los medios masivos, aunque muchas periodistas comprometidas (en algunos casos más “buena onda” que comprometidas aunque sí existen periodistas comprometidas que no pueden hacer mucho por nosotras) hacen notas y colaboran con la difusión, esto es cierto. Aunque una siempre sabe que nunca logrará una tapa, salvo que sea pagando, algo que según la jefa de la sección Estilo del diario más rancio de la provincia hace que una deje de ser independiente, pues para ello se necesita estructura comercial. Rara vez se da la misma entidad a producciones “independientes” y autogestivas que a Manzanero, Luis Miguel, o el culo de alguna Veddette que acaba de pasar por el quirófano. Y esto no es un ataque a las trabajadoras de prensa. Debe ser verdaderamente difícil dedicarle tiempo a hablar de la foto hot de Annalisa Santi y en lugar de algo que sirva a la sociedad para algo más que el onanismo. El asunto es que, ahora que pudieron dedicarnos tiempo, lo hicieron para mentir sobre nosotras, tratarnos de chastrinas, de berretas, de contradictorias, de que nos decimos autogestivas porque no tenemos un buen contrato. Perdón Patricia, pero eso es un ataque a las organizaciones autogestivas que no ha sido motivado ni merecido.

Tiene razón Patricia al marcar que en ciertas producciones algunas hacedoras culturales locales no ponen mucho esfuerzo, pero equivoca en generalizar de tal forma frente a un público masivo.

De igual manera, esta nota no tiene por objetivo atacar a Patricia Slukich, aunque lo parezca, y anticipo mis disculpas en caso de que algo de lo dicho aquí le resulte ofensivo, la invito a charlar al respecto -sinceramente- pero también a meditar sobre la liviandad y falta de información que abudan en su editoral. No es mi intención atacar sino marcar el compendio de contradicciones de la nota y la necesidad de profundizar, de investigar, de conocer,  de debatir, antes de insinuar que las autogestivas hacemos arte berreta, y que -para colmo- lo hacemos por decisión propia. Como hacedoras culturales tenemos derecho a exigirlo: ¿masivo o no?, como sea; pero nunca berreta.

¡Happy Hacking!

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5 comments

  1. Hola, quiero comentar algunos desacuerdos con el comentario precedente: lo que está en el centro del debate son los artistas y el arte. Ese es el planteo de la editora de Estilo y esta nota que reflexiona a partir de allí. Y en esa reflexión aparece el Estado y el Mercado. Y básicamente la editora de Los Andes descalifica a los artistas independientes, en nombre de una racionalidad económica y de una “eficacia artística” determinadas. Y se critica a los artistas independientes porque no están bajo el contrato de productoras sino subsidiados por el Estado, ya que no son los suficientes buenos/as para merecer “un buen contrato”, y porque si reciben dinero del Estado, son del Estado, responden al Estado. Por eso desde el título, el autor de esta nota toma el guante. Y por eso yo mismo he llevado el argumento de la periodista de Los Andes a su propio terreno: ¿acaso si te paga Los Andes piensas como Los Andes quiere que pienses? Es de suponer que la periodista diría que no, con lo cual se cae su argumento: no por tener subsidios del Estado se es del Estado. Y no porque el estado esté poblado de bonachonas hiper democráticas, sino porque cual defiende su libertad.
    En cuanto al Mercado (en mayúscula como una institución que es, en términos de teoría social): el problema con el sistema político y económico, a escala planetaria es que el Mercado ha invadido zonas de la vida humana hasta el punto de despojarlas de otra identidad. El arte es primordialmente ello, arte y no objeto de compra y venta en un mercado. Esa es la discusión de fondo, aquí, en USA, Europa, Rusia, etc. Y el problema está en la constante incitación a solo hacer arte PARA el mercado. Es como en la política: todos los políticos batallan tras la búsqueda de votos. Pero cuando sólo obran tras los votos, se los maltrata bastante, en tanto que “seguidistas” y demagogos. Es decir, el mercado del voto aparece como más importante que las ideas políticas y la agenda real de problemas. Simplemente hay tantos artistas independientes: porque no quieren hacer su arte dirigidos por la sola lógica mercantil y porque creen que su arte vale más que las reglas de oro mercantiles. ESO NO SIGNIFICA QUE SE IGNORE QUE EL MERCADO, COMO EL SOL SIEMPRE ESTÁ (perdón por las mayúsculas pero no hay otra manera de resaltar texto), sino que el Arte es Arte, antes que mercancía.
    Creo que es un insulto gratuito negar el carácter de independientes a quienes obtengan ayuda del Estado y adicionalmente se les tilde de berretas, como es el caso de la nota de Los Andes.

  2. Y la tienen con Monsanto (no me vengan con la tontería de que hablo de otros temas, si ustedes introducen el ejemplo bánquense las críticas)… ay Dios. Sigo sin poder explicarme de dónde viene ese odio visceral que sienten y expresan sin tapujos por la susodicha empresa… ¡habiendo cientos que son millones de veces peores! Por momentos, y sin ánimo de confrontar al pedo, parecen obsesionados.

    Ahora, yendo un poco más a lo que apunta la nota, el problema de la gestión cultural parece ser, finalmente, quien se queda con la plata del Estado o, para ser más preciso, cómo se distribuyen los recursos. Coincido en la innecesariedad de subvencionar a los artistas que ya tienen un mercado privado y como eso distorsiona y nivela hacia abajo la rentabilidad de otro proyectos, en este caso, el estado compite de manera desleal. Por lo tanto, un primer paso sería dejarse de huevadas y reconocer que el arte cuesta plata y el que quiera disfrutar de él tiene que estar dispuesto a pagarlo. Luego, podrá llegar el estado e invertir para generar estructuras para un acceso más justo a los bienes culturales, cuidando no caer en la deslealtad comercial ya mencionada.

    El resto suena más bien accesorio, discusiones semánticas sobre la ambigüedad de los términos, palos para Los Andes por ser medio facho, que el malo de la película es siempre y sin excepción alguna el Mercado, etc., etc., etc. Los lugares comunes libresdelsuristas a los que nos tienen acostumbrados.

    PS: Les doy un punto a favor por el sitio (está bastante bien) y otro por detestar a Rudman.

  3. Si, tal cual. Creo que la proletarización extendida por la que presiona el sistema es que todo esté dentro del mercado, porque así se fagocita la vida entera de las personas. No digo nada nuevo, es biopolítica facoultiana con un poco de Zizek, eso es todo, pero que se ve palmariamente en ese comentario de la Jefa de Estilo. Pero dejando a esta muchacha que canta lindos fados, creo que hay que motivar un debate amplio en torno a ciertos temas que trata vuestra nota. Enuncio desordenadamente algunos puntos: a) necesidad o no de construir un mercado cultural dentro de Mendoza, b) reformular la promoción y apoyo de emprendimientos, por parte del Estado, c) poner bajo crítica los criterios de contratación (por parte del Estado) de artistas “consagrados”. Eso por un lado y por el otro promover políticas de promoción sociocultural. Y fuera de hilo, pero también para alentar la ya prolífera pluma que ya ponen de manifiesto, rediscutir la política cultural estatal en clave de derribar supuestos, prejuicios y prácticas camufladas de discursividad edificante.

  4. Y tenías que ser vos Paideia quien rompiera el hielo e iniciara el debate en nuestra nueva casa. Un abrazo y Bienvenido.
    La palabra independiente lamentablemente ya no es una etiqueta de rebeldía o de postura no manipulada. Se ha transformado solo en una etiqueta que según quién la use es sinonimo de estar a favor o en contra. Esas vanguardias que hoy existen y muchas particularmente las considero muy buenas están tan tapadas que pocos ven la ruptura semántica y semiotica con lo establecido; a veces cuando chateo y le pregunto a mi hija estudiante de teatro en Junín como quiere ser me dice “Como las gambas al ajillo” yo me río y le digo “si nunca las viste” y ella me dice “pero vos me las contaste muchas veces”. Y creo que ese mantenerse tan vivos en el relato de algunos es la marca de ese esperitu que los que piensan como esta señora temen. El germen de la rebeldía que sobrevive la adolescencia.

  5. No había leido la nota de esta muchacha. Es cierto que la industria cultural se mueve dentro del mercado. Pero la industria cultural es una cosa, y el arte es otra cosa, pueden coincidir en un punto, pero no son lo mismo. El artículo es profundamente cínico, más bien propio de alguien que por fin ya consigue buenos contratos. No es cierto que no existan vanguardias, creo que la soberbia mezclada con desconocimiento del asunto le juega una mala pasada a la jefa de Estilo de Los Andes. Pero además está esa falacia de quitar el carácter de independiente a un emprendimiento que tenga subsidio. Si para ella el que paga o ayuda con algo es el que te impone el mensaje y la estética, pues ya todos sabemos que si Los Andes te paga el sueldo, debes decir lo que te digan los capos de Los Andes. Es cierto que muchas veces lo berreta toma la cohartada de lo independiente, en cualquiera de sus versiones. Pero también así se justifica como popular lo que no es más que un experimento exitoso de márketing cultural. Creo que al final de la nota trata de retomar cierta compostura pero ya es tarde. Es buena la reflexión de la nota y es lamentable el discurso de la jefa de Estilo de Los Andes.

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