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Máximas para ser una periodista seria

Reflexiones apuradas e incompletas sobre el rol del periodismo, las periodistas y las empresas que las poseen.

Muchas veces me resultan extrañas algunas prácticas del periodismo en general, pero en especial las prácticas del periodismo que se hace en empresas periodísticas (públicas o privadas). El periodismo autogestivo, al menos en lo que toco hoy, es diferente, o al menos, tiene motivos diferentes. El periodismo me resulta una materia muy interesante, está inmersa en contextos que se entrecruzan y plagada de las más variopintas personajes. Bueno, en eso es como todo, sólo que dentro del periodismo -más que en la abogacía, la escribanía y otras- se habla de seriedad y el costado ético y moral de las periodistas resulta determinante.

El periodismo es extraño, porque tiene dueñas. Como las murgas uruguayas, que como los equipos de fútbol, tienen dueñas. Ver murgas con dueña me resulta algo similar a ver un león en un zoológico. La vitalidad, la ironía, la frescura, la acidez, la literatura, lo popular, todo eso que habla de espontaneidad y bases: tiene propietaria. La propietaria es inapelable, comanda y decide al mismo tiempo, es la que alquila personas que se encargan de hacer lo que ella quiere. Y las periodistas no estamos exentas de lo que sucede en todo trabajo: obedecer, realizar una determinada tarea para cobrar, intentar sentirse digna (o no), intentar dar lo mejor que podemos (o no). Muchas periodistas son destacadas por su compromiso, por su solidaridad, por su capacidad de investigación, por su relación con la otra y la sociedad, aunque son características que se esperan y se exigen de todas, y al mismo tiempo, todas las periodistas dicen tener. Pero cuando una se pone a mirar titulares se pregunta dónde habrá quedado todo eso del compromiso, la solidaridad, la ética, la intachabilidad (si existe el término), del periodismo y las periodistas. Porque resulta que el trabajo como periodista topa, se choca, con todos esos conceptos anteriores al punto de que muchas veces sostener uno significa no sostener la condición de periodistas. Allí, las periodistas, hablamos de que “son las reglas del juego”, como si fuera aceptable que exista un antagonismo entre lo que esperamos de nosotras, lo que la sociedad espera de nosotras, y lo que hacemos.

Y vuelvo a pensar en periodistas ganando pésimo, mayormente sin prestigio, sin tiempo para más que trabajar, corriendo de un lado al otro, soportando reuniones donde una jefa mediocre les indica que deben priorizar los intereses del medio en cuestión antes que todos los conceptos anteriores. Y son conceptos algo particulares: funcionan “hacia afuera”, es decir, no pueden existir sin otra persona a la que están dedicados. No se puede ser “solidaria”, ni “comprometida”, ni ética, ni moral, ni nada, sino es en sociedad. Y resulta que la periodista acepta el mandato entendiendo que la impedida de plenitud es ella. Pasa que en esto del periodismo hay mucho ego, y todo nos pasa a nosotras. Bueno, las que son periodistas sin ego son las que me merecen más respeto, son las que me gusta tener al lado o enfrente. Gente que puede generar odio y respeto al mismo tiempo.

Pero lo extraño, es que la periodista acepta el impedimento de ejercer estos conceptos que llenan positivamente al periodismo, primero como parte del trabajo (porque la cosa “es así”) y luego como si fuera un problema de ella, que está siendo censurada. Pero como el periodismo existe para una sociedad, en realidad la jefa le está pidiendo a la periodista que no haga caso de los conceptos del segundo párrafo. Le está pidiendo que se cague en otras personas, que para colmo son las destinatarias del medio y su trabajo, por lo que toda la cadena de producción informativa y de contenidos se torna un sinsentido. Y la periodista, cuidando su vocación, su fuente de trabajo, o sumándose a la lucha contra la gente, se calla, e intenta muchas veces seguir serpenteando entre notas que pueden ir de frívolas a dañinas para poder colar alguna que sí tenga que ver con la sociedad. Una especie de premio para la periodista por haber llenado de sangre, culos, discriminación y operetas partidarias a la gente. Con el tiempo la periodista se autocensura o se mixtura con el medio, allí ya estamos en la jaula. Horrendo.

Muchas veces cuando alguien que está arrancando en “esto del periodismo” se ha sumado a alguna empresa periodística (pública o privada) en la que he estado laburando, le he dicho: “ojo, estamos en la boca del lobo, esta empresa en realidad está de acuerdo con meter en cana a los pobres por pobres, están de acuerdo con usar una información para conseguir plata de un funcionario, está de acuerdo con rentar su línea editorial, esto es mierda, sólo que nos pagan” y parece algo lapidario, pero no lo es. Lo peor es que no se advierte hasta que una compañera lo hace. Y gran parte de lo terrible y oprobioso es que son nuestras manos las que escriben esas barbaridades o las que las dan de baja, con el autoinsulto de que lo tomamos como parte del trabajo. Y me pregunto qué es lo que separa al editor, al director, al periodista que escribe una noticia nefasta porque se lo piden, de aquello que -tal vez como consuelo- dice combatir el periodismo.

[pullquote]Fumigamos para que las sojeras ganen más vendiendo comida para los animales de otros países. Esa ganancia la pagamos con bebés.[/pullquote]

Nos pasó hace poco en MDZ tener que soportar que nos dieran de baja de la home una nota en la que noticiábamos la confirmación de que el glifosato produce malformaciones en embriones. No me resultó tan horrenda la censura en nuestra contra, lo que me pareció inaceptable fue que quien dio de baja esa noticia estaba siendo DEMASIADO hija de puta. Pido disculpas a las putas y sus hijas, que no han hecho nada malo, tómese por favor la connotación social y no literal del concepto. No basta con el ridículo de que el glifosato se utilice para obtener más ganancias de una planta que sembramos para que la coman los animales de otros países. La noticia confirmaba que ese negocio exacerbado lo estamos pagando con bebés. Y alguien la bajó. Silenció una investigación oficial. “Que se deformen las fetos, qué importa, tengo un Mercedes” tal vez haya pensado o -peor- “mi jefa está contenta porque va a ganar más plata”.

El periodismo, cuando se ejerce, está tan plagado de bemoles que periodistas como Rodolfo Walsh son millones de veces más grandes. Así que se me ocurrió escribir estas líneas, tocando un costado del que no solemos hablar las periodistas, tal vez para ocultar cuán cerca estamos o cuán parte de lo nefasto del mundo somos, que me parece bien cerrar con algunas puntas para identificar a una periodista seria, de estas que escriben, hablan, y aparecen, en los “medios serios” que cobran por hablar y por callar.

Una periodista seria no tiene opinión, historia, gustos, humor ni ideología. Es objetiva.
Una periodista seria no pregunta cosas de mal gusto.
Una periodista seria no se juega por ninguna causa.
Una periodista seria se compromete con las causas, siempre que su patronal esté de acuerdo.
Una periodista seria sólo publica en medios masivos, lo demás, no es periodismo.
Una periodista seria acepta publicar 30 notas insultando el derecho a huelga de los trabajadores para poder publicar una de gatillo fácil.
Una periodista seria sólo publica si está cobrando un sueldo, sino, no es trabajo.
Una periodista seria apoya la cultura independiente, siempre y cuando esta provenga de alguna provincia o ciudad populosa.
Una periodista seria utiliza muchas palabras para decir lo que se puede decir en tres, porque además es una gran escritora.
Una periodista seria es más importante que sus lectoras, porque sin ella, no hay nada para que lean las lectoras.
Una periodista seria sabe lo que quiere la gente, y además, tiene la responsabilidad de decidir qué quiere la gente.
Una periodista seria está dispuesta a aceptar lo nimio pero no a las socialistas, porque no es lo que quiere escuchar la gente.
Una periodista seria es capaz de no socorrer a una persona que sufre, debe tener el temple para poder conseguir la noticia.
Una periodista seria jamás es despedida, no es serio ser despedido.
Una periodista seria jamás divulga su situación laboral.
Una periodista seria jamás comparte temas con sus compañeras, pues pueden robárselos.
Una periodista seria no comparte su agenda.
Una periodista seria sólo debe mirar hacia arriba a otras periodistas cuando trabajan en medios más leídos que en el que ella lo hace.
Una periodista seria no debe calificar.
Una periodista seria no debe presionar a una funcionaria, salvo que se vea bien hacerlo.
Una periodista seria jamás repregunta si su trabajo está en juego.
Una periodista seria no trabaja en medios autogestivos, ésos son para masoquistas que están al pedo.

Respuesta al titular de Clarín tras el asesinato de Kosteki y Santillán titulado como "la crisis causó 2 nuevas muertes"

Esta nota no intenta ser más que un disparador. Ni los medios ni las periodistas son responsables de todo lo que sucede. Sólo lo son de la parte que les toca. Me encantaría ver algún día a una periodista orgullosa del conjunto de la producción de su medio, con bemoles, con pifies, pero orgullosa.

Ah, cierto, eso sólo pasa en medios autogestivos.
Y allí no hay periodistas.

¡Happy Hacking!

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