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¡Oh, maravilla! ¡Todo es feminismo!

Una se va de fiesta vestida como una barbie y al día siguiente se va de fiesta pero, esta vez, disfrazada de hombre. Yo, ingenuamente, deduzco: a) que le gusta la juerga, b) que le encanta disfrazarse y c) que dispone de un buen guardarropa.

Y no, lo que sé debo deducir es que “juega con los roles de género para romper barreras”. ¿Ah, sí?… Pues creo que me falta imaginación poética para calibrar tal “hazaña”. Mis preguntas son más prosaicas, tipo: ¿Se trata de que le gusta disfrazarse y cambiar de apariencias? ¿O se trata de cambiar de personalidad? es decir: ¿el día que va de Barbie asume el papel y se comporta como una señorita yanqui y el día que va de hombre asume el rol varonil, acosa a las mujeres y las desprecia? O, por el contrario ¿aprovecha el disfraz para intercambiar los roles y el día que va de Barbi se comporta como un legionario chulo y el día que se viste de hombre se comporta como una convencional niñata? En cualquier caso, ninguno de esos supuestos me parece feminista. Juega con los roles, cierto, pero ¿los debilita? No creo.

Lo feminista consiste en minar la sumisión de un género a otro, minando también las estructuras profundas sobre las que se asienta la división genérica. Lo revolucionario, no en que, según te dé, según el día que tengas, según cómo te levantes te endoses un rol u otro…

De toda la vida de dios (o sea, de toda la vida del patriarcado) hombres y mujeres han sido construidas como dos polos de la humanidad estrictamente separados: en apariencia externa por supuesto, pero también en la construcción de la subjetividad, del imaginario y de las emociones, en el lugar asignado socialmente, en derechos, deberes, ritos, costumbres, etc. etc.

El patriarcado nos impone, en función de nuestros genitales, dos rígidos corsés a los que nos obliga a adaptarnos. Por más contorsiones mentales y físicas que hagamos, esas armaduras siempre son una dolorosa cárcel que nos limita y deforma.

Eso es así tanto para hombres como para mujeres. Pero –y aquí viene el problema grave, gravísimo-: el corsé de las mujeres es mucho más tremendo, rígido y penoso y va acompañado de sumisión y desvalorización. Si empezamos por las apariencias, sabemos que “ser mujer” conlleva unas normativas severas e intransigentes (tacones, fajas, depilaciones, peluquería, maquillaje) que comen tiempo y energía, limitan movimientos, provocan malestar e incomodidad y, sobre todo, someten a la mirada ajena constantemente. Eso en lo que a la apariencia refiere, pero es que, profundizando más, encontramos que “ser mujer” restringe el campo de lo permitido, coarta la libertad de explorar el mundo y los deseos. Supone vivir doblemente explotada y supeditada en todos los ámbitos de la vida, estar al servicio sexual o reproductivo de los hombres, al cuidado de toda la familia, sometida a la violencia, etc. etc.

El objetivo del feminismo es cargarse de manera radical y profunda la sumisión de las mujeres, su posición secundaria y subordinada y, por supuesto, el camino pasa por resquebrajar corsés y agrandar el mundo de los posibles.

Cierto que cuando una mujer individualmente infringe una norma puede servir de modelo para que otras, a su vez, lo hagan. Pero no siempre ocurre. Nos alegramos si una mujer rompe moldes pero, si no genera cambios en la condición del colectivo, no es un hecho feminista. Vervi gratia, Juana de Arco: plebeya campesina, analfabeta, nacida en un pueblo perdido. Con 17 años consiguió vestirse de hombre (algo totalmente prohibido), cruzar Francia, convencer a señores, nobles y hasta al Delfín y terminó comandando el ejército. Hechos pasmosos, extraordinarios que en nada repercutieron en el estado de sumisión y servidumbre de las mujeres de su época. Lo de Juana fue prodigioso, no feminista.

Pero que, en el siglo XXI y en España, una señora se vaya de juerga vestida de lo que le dé la gana y haciendo cosas “raritas”, no es ni siquiera digno de mención. Quizá en los 70 y 80 lo fuera, pero ¿ahora? Todo lo más, si tiene enchufe, conseguirá que la saquen por la tele en algún programa de esos que tan masivamente gustan.

Ahora tenemos espacios de libertad impensables hace cincuenta años. Y sabemos que fueron logros del movimiento ciudadano y -concretamente para las mujeres- logros del movimiento feminista. Pero vivir esas libertades, así, sin más, no es feminista. Luchar por el divorcio, por el aborto, por la educación, por los derechos políticos y civiles, etc. fue (y en algunos lugares si sigue siendo) feminista y revolucionario. Una vez conseguidos y normalizados, ejercer esos derechos no lo es. Alguien que se divorcia, aborta, vota, estudia, puede, al tiempo, defender con ardor la ideología más conservadora y patriarcal.

En Facebook, vi la foto de una mujer dando de mamar a un perro… Según explicaba, lo amamantaba cada dos horas y llevaba en esa dedicación dos años….Yo, así, de entrada, murmuré para mí “¡Qué loca!” Pues habéis de saber que los comentarios eran admirativos y elogiosos, del tipo: “¡Olé ya la tía!” “¡Qué ovarios!” “¡Muy bien, esta hace con sus tetas lo que quiere!”. Moraleja: da igual lo que hagas, basta con que lo hagas “porque quieres”. Y, por supuesto, no vale cuestionar cómo se forman esos “quereles” ni hasta qué punto son impostados, inducidos y/o tienen consecuencias nefastas (personales y sociales). No hay referente externo, no hay horizonte utópico, no hay proyecto que trascienda “a ti, a tu coño y a tu gusto”. ¡Viva el individualismo más radical y la inmediatez más roma! Así, lo feminista, lo revolucionario, no es que cada vez más mujeres se atrevan a romper barreras y cadenas, no es que como colectivo descuarticemos y dinamitemos estructuras patriarcales sino que unas cuantas hagan lo que les salga de los ovarios (sea lo que sea que les salga).

¿Te prostituyes porque quieres? Eres feminista. ¿Ruedas porno extremo pero lo haces porque te da la gana? Eres feminista. ¿Vives con un maltratador y no lo dejas porque dices que lo amas y que prefieres estar con él? Eres feminista. ¿Alquilas tu útero para luego vender la criatura? Eres feminista. ¿Tú te llamas a ti misma perra “experta en putología y perróloga”? eres feminista. ¿Te comes un bocata porque te apetece? Eres feminista (y más aún si el bocata es rarito y asquerosillo) ¿Te pones mantilla el Viernes Santo para salir en la procesión sin que el cura te obligue? Eres feminista ¿Eres fea, vieja, camionera, frígida, mal follada, infollable, histérica, tarada? (la lista la hace Depentes, no yo). Pues según algunas, ya con eso, eres feminista. ¿Aguantas a un tipo indeseable que te usa, no te hace ni caso, te desprecia pero, como tiene pelas, tú prefieres seguir con él? Eres feminista (eres una feminista que aprovecha sabiamente su “capital erótico”)… Y así sucesivamente. Feminismo es, pues, cualquier cosa que haga una mujer sin que le pongan una pistola en la sien (los condicionantes psicológicos interiorizados, no cuentan; las presiones de otro tipo, tampoco).

Y si eres negra, gitana o perteneces a un grupo socialmente discriminado y machacado, entonces eres feminista de oficio. Bueno, salvo si tienes alguna discapacidad porque entonces, nadie se acuerda de ti. No existes. Y, por lo tanto, no eres ni feminista ni lo contrario.

Y, ojo, que quede bien claro: según estas partidarias de “todo es feminista” no se trata de cuestionarse las clasificaciones con la que se nos denigra y se nos divide… No se trata de luchar contra la prostitución, el comercio con nuestro cuerpo, la cosificación y la clasificación que nos imponen, la subordinación, la explotación. No. Sse trata de vivir todo ello “con fruición”, sacándole “provecho” e incluso reivindicándolo.

Pues sí, queridas mías… Nosotras, somos unas antiguas y unas académicas. Nosotras, que peleamos contra nuestros propios formateos (esos que tan profundamente hemos interiorizado), que luchamos por liberarnos de la mirada dominante del otro. Nosotras que luchamos contra el ninguneo social, contra la explotación “hogareña”, contra la explotación laboral, contra la violencia… Nosotras que creemos que sólo como colectivo podemos avanzar realmente. Nosotras, cavilando, escribiendo, organizando grupos, asociaciones, encuentros, concertaciones, debates, manifestaciones…

Nosotras, las que abogamos por todo eso y lo practicamos somos una antigualla (da igual que tengamos veinte años o setenta) porque, hoy, para ser feminista basta con proclamarse perra, guarra, pro-sex, filoputa (o similar), basta con escupir sobre el feminismo-blanco-burgués-académico-colonial-heterosexual-etc. etc. (ya sé que cuesta aprenderse toda la retahíla pero luego es fácil, te limitas a soltarla, no tienes por qué definir su contenido, ni entrar en análisis, ni, menos aún, molestarte en discutir sus propuestas).

Hoy basta con vivir la “vida loca”. Lo de la militancia, el debate, el lento construir con otras… uf… qué asco… Hoy sólo importa la suma de los egoísmos individuales.

Pues a va ser que no. Que a esta modernez le va a pasar como a otras, que, cuando despierten, se van a encontrar con que la lucha feminista aún sigue ahí.

Vía Tribuna Feminista

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