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Que la historia no olvide quién ha sido Dilma Rousseff

Ocurrió tal como se anticipaba. El día 31 de agosto del 2016, el Senado de Brasil votó para consumar el matrimonio de los sectores neoliberales más recalcitrantes de Brasil con su poder ejecutivo. Causa tristeza, pero no sorpresa.

Otros escritores y escritoras, especialmente quienes son brasileños y brasileñas, están en mejor posición que yo para debatir la farsa legal y el espectáculo mediático en que se convirtió este autentico golpe de estado. Yo no estoy aquí para hablar de eso: yo escribo hoy para celebrar en nombre de una mujer llamada Dilma Vana Rousseff.

Dilma Rousseff lideró la victoria del Partido de los Trabajadores en las elecciones del 2010, con un 56% de los votos frente al 44% de José Serra, del Partido Brasileño Social Demócrata en segunda vuelta. Fue la primera vez que una mujer fue electa presidenta de Brasil y la cuarta victoria consecutiva para el Partido de los Trabajadores.

El 31 de octubre del 2010, la noche de su victoria electoral, el discurso fue corto pero emotivo. Dilma expresó esa noche que acabada de recibir “la misión más importante de su vida” y que ella consideraba que este compromiso demostraba un “avance democrático de su país porque por primera vez una mujer presidirá Brasil”. Es por eso que su primer compromiso, tras la elección, fue con las mujeres de Brasil. Se comprometió a “honrar a las mujeres brasileras para que este hecho, hasta ahora inédito, se transforme en un evento natural y que se pueda repetir. La igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres es un principio esencial de la democracia. Me gustaría mucho que los padres y las madres de las niñas puedan hoy mirarlas a los ojos y decirles “Sí, la mujer puede.”  Mi alegría es mucho mayor por el hecho de que la presencia de una mujer en la presidencia de la República se da por el camino sagrado del voto. Por la decisión democrática de las electoras, el ejercicio más elevado de la ciudadanía.”

Ese discurso lo recuerdo casi palabra por palabra. En ese momento yo estaba en la universidad y había adquirido una reputación entre mis amigas por tener una obsesión bien rara: los debates políticos internacionales. Los veía todos: Portugal, España, EEUU, Francia, Inglaterra y por supuesto, Brasil. Faltaba a cualquier fiesta con tal de ver un debate en vivo y los disfrutaba mejor que una película de taquillera. Cuando terminaban, los volvía a ver una y otra vez. Así fue como me enteré de quién era Dilma.

Aparte de su pasado activista, me llamó mucho la atención lo que hoy El Clarín de Argentina califica como “su carácter fuerte”. Dilma era una tecnócrata electa presidenta, tenía un excelente conocimiento de temas de género (algo sorprendente para alguien en política) y fama de ser el tipo de persona a quien “no le tembló el pulso para destituir a siete ministros salpicados por denuncias” de corrupción.

La noche de su discurso, yo brindé por Dilma con el alcohol barato que me permitía mi presupuesto de estudiante y cuando pronuncié la oración “me gustaría mucho que los padres y las madres de las niñas puedan hoy mirarlas a los ojos y decirles “Si, la mujer puede” recuerdo que lloré. Fue un momento increíble. Lo que vendría después también…

Una vez Lula da Silva declaró: “Nunca pensé que poner un plato de comida en la mesa de un pobre generaría tanto odio de una élite que se harta de tirar comida a la basura todos los días”. Es posible que en estos momentos Dilma Rousseff esté haciendo una reflexión similar. Aunque, a mi parecer, el crimen inexistente de Dilma tiene dos agravantes: 1. que ella es una mujer y 2. que ella es una mujer que nunca titubeó al centrar en sus políticas los temas de género, en particular la erradicación de la violencia contra la mujer.

En su momento, Dilma Rousseff fue una de las primeras figuras políticas en América Latina en comprender que el aborto seguro es una cuestión de salud pública. Se declaró en favor de la interrupción del embarazo por “motivos médicos y legales”. Desde el año 1996, Brasil ha visto morir una mujer o niña por causa de un aborto clandestino cada dos días y medio. Los grupos conservadores la odiaron por esta posición y las feministas que demandaban una postura mucho más liberal la condenaron por no ser lo suficientemente feminista. No obstante a eso, al ser electa presidenta, designó a la feminista brasileña Eleonora Menicucci como Ministra de la Secretaria de Políticas para las Mujeres de la Presidencia.

En otras cuestiones que conciernen los derechos de las niñas y mujeres, Dilma demostró que ella no necesitaba que nadie le diera cátedra en el asunto, pues ella lo comprendía a la perfección. Sobre los feminicidios expresó que “las muertes son por el simple hecho de ser mujeres. Es una cuestión de género.” Fue durante el mandato de Dilma que en el 2015 se promulgo la Ley de los Feminicidiosque convertía el feminicidio en un crimen de odio. Desde el punto de vista legal, la clasificación de los feminicidios como algo que en Brasil curiosamente se consideran “crímenes hediondos” significa que los acusados no pueden pagar fianza ni tener la pena reducida.

En el 2012, el Tribunal Supremo de Brasil ratificó la famosa Lei Maria da Penha, titulada en honor a la sobreviviente de violencia Maria da Penha y las adversidades a las que tuvo que enfrentarse (incluyendo dos intentos de asesinato) navegando el sistema legal brasileño ante la violencia de género de la cual fue víctima. La ley fue creada en el 2006, durante el gobierno de Lula da Silva y es considerada por las Naciones Unidas como la tercera mejor ley del mundo para combatir la violencia de género. La ratificación del 2012 da la potestad al Ministerio Público de denunciar casos de violencia aun cuando la víctima no presente querella, lo cual resulta significativo cuando se analiza desde la perspectiva del círculo de la violencia.

Hoy en día Dilma ha adquirido el estatus de icono del feminismo brasileño, una mártir en la lucha por derechos de las mujeres. Las feministas que anteriormente le exigían mucho más y se mostraban decepcionadas con lo que consideraban la falta de cambios radicales, hoy reconocen en Dilma Rousseff a una mujer que ha batallado en muchas luchas difíciles. Ya sea frente a los hombres militares que la torturaron durante su juventud durante 3 años, como en su destitución como Presidenta frente a una clase política que responde, sin dudas, a los intereses patriarcales. Hoy Dilma no es sólo Dilma. Ella siempre ha tenido claro que lleva el peso de la historia y la lucha feminista.

Dilma declaró sobre el proceso de impeachment “Tengo que honrar a las mujeres de mi país, mostrando que somos capaces de resistir y de enfrentar desafíos”. “La historia dirá cuanta violencia contra la mujer tiene el impeachment.”

Escribe El Mundo “convertida en mártir gracias a un proceso de destitución cocinado en el Congreso… la figura de Rousseff ha emergido más simpática y entrañable, incluso para las más duras críticas de la izquierda que ahora desean con fuerza su regreso al ver un gobierno interino de Michel Temer mucho más conservador y formado exclusivamente por hombres.” Y es que el gabinete de Temer, al que Dilma calificó como uno “formado por hombres viejos, ricos y blancos” que “no representa la diversidad de nuestro país” fue sólo uno de los nuevos cambios que le deparan a Brasil ahora que han quitado a su presidenta electa de por medio.

Michel Temer, a quien a partir de ahora habrá que referirse como “el presidente impuesto de Brasil” no tardó un segundo en demostrar qué intereses iba a proteger su gobierno (también impuesto). Como buen conservador que vela por los intereses de la clase empresarial, según Temer reducir el número de Ministerios es parte de la estrategia para sacar a Brasil de la crisis. Telesur informa que “Al reducir de 31 a 21 los ministerios, Temer sacó fuera de circulación a la cartera de Cultura, Desarrollo Social, Ciencia y Tecnología, Unión General de Contralor, Igualdad Racial y los Derechos Humanos e Instituto de las Mujeres.” Todo esto lo hizo como presidente interino… habrá que ver que desfachateces osaría instituir ahora que se considera a sí mismo, inexplicablemente, el Presidente legítimo de Brasil.

Una de sus primeras decisiones fue desintegrar el Ministerio de Igualdad y denostarlo como Secretaría de la Mujer. Como ministra designó en el puesto a la política evangélica Fátima Pelaes, quien aboga por la prohibición del aborto incluso cuando se trate de casos de violación y que curiosamente se encuentra bajo investigación por malversación de fondos.

Una vez más el patriarcado ha logrado lo que el feminismo a duras penas intenta instaurar ahora: que todos sus posicionamientos sean transversales. En un golpe de estado neoliberalista y conservador, la misoginia también estuvo presente de manera estelar. Que ni la historia ni las feministas olviden lo que está en juego en este proceso.

Ante su destitución, Dilma se muestra desafiante e inquebrantable. En sus primeras declaraciones luego de la hecatombe política afirma “El golpe va en contra del pueblo y de la nación. Es misógino. Es homofóbico. Es racista. Es la imposición de la intolerancia, el prejuicio, la violencia. Volveremos. Volveremos para continuar nuestro forjado rumbo a un Brasil en que el pueblo sea el soberano.” Continua “Yo viví mi verdad. Di lo mejor de mis capacidades. No huí de mis responsabilidades. Las mujeres brasileñas, que me cubrieron de flores y de cariño… pido que crean que se puede. Abrimos un camino de la mano en una única dirección: la igualdad de género. Nada nos hará echar para atrás. Futuras generaciones sabrán que, la primera vez que una mujer asumió la Presidencia, el machismo y la misoginia mostraron sus caras más feas. Yo, a partir de ahora, lucharé, incansablemente por construir un Brasil mejor.”

Concluyó: “no estamos alegres, es cierto. ¿Pero porque razón deberíamos estar tristes? El mar de la Historia es agitado.”

Ante todo este proceso yo admito que me siento muy triste. Pero no por eso voy a dejar de brindar otra vez por Dilma, igual que como lo hice la noche de su victoria electoral esa noche de octubre hace ya seis años.

Brindo por Dilma: por la guerrillera convertida en tecnócrata convertida en la primera Presidenta de Brasil. Por la dignidad y la fuerza que ha mostrado cuando todo el aparatus político y económico conservador brasileño (¿y nos atrevemos a decir que también internacional?) la ha querido humillar. Porque cuando le tocó ir a defenderse frente a un Senado que ella sabía la iba a destituir de un cargo a donde fue electa con más de 54 millones de votos, se mostró solemne y noble.

Brindo por la misma razón que lo hice aquella noche; porque gracias a Dilma, millones de niñas y mujeres brasileñas y alrededor del mundo están aprendiendo las crueldades que tiene que soportar una mujer como Dilma por tener el descaro de atreverse a ser electa Presidenta, pero también están aprendiendo cómo enfrentar los desafíos con entereza y resolución, con coraje y determinación.

Brindo por Dilma: por todas las luchas que ha batallado, las que le quedan por delante y las que libraran a partir de hoy millones de niñas y mujeres alrededor del mundo, inspiradas por ella.

Vía Tribuna Feminista

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