mandarinas

Copyright, DRM y copyleft ¡explicado con mandarinas!

Antes de nada debo aclarar que la idea de esta nota se la debo a FANTA y Rod iGNUrante de la lista Hacktivistas que a contramano del retroceso que viene experimentando el movimiento vienen pateando el tablero y resurgiendo.

Cuando hablamos de licencias, DRM (digital restrictions management o gestión digital de restricciones), derechos de autora, ACTA (Acuerdo comercial anti-falsificación), TTP (Tratado Transpacífico); nuestras interlocutoras generalmente nos miran como si fueramos unas dementes creyéndonos Cleopatra y hablando de la invasión romana. A veces parece ser más fácil si hablamos del DRM o las licencias, si lo aplicamos a algo tan sencillo como las mandarinas.

Una mañana nos encontramos estreñidas o tenemos esa necesidad infantil de oler a mandarina y vamos a la verdulería, compramos 1 kilo de la preciada fruta y nos la llevamos a casa, las ponemos en la mesa y nos sentamos a comerlas, cada tanto escupimos las semillas sobre la mesa junto a las cáscaras, y luego decidimos sembrarlas para tener nuestro propio mandarinero para los próximos veranos. Allí tenemos las consecuencias de la licencia;

A) Nuestras semillas germinan y empiezan a crecer, se lo comentamos a la verdulera y ella nos denuncia. Viene la policía de MONSANTO a reclamar su pago por usar semillas de su propiedad, discutimos que eran MIS mandarinas, que no; y nos encontramos en un atolladero donde somos procesadas. Esas semillas tenían copyright.

B) Nuestras semillas nunca germinan, porque no eran cultivables, MONSANTO las hizo estériles para que no podamos reproducir esa mandarina. Esa fruta tiene DRM.

C) Las mandarinas crecen, da una buena cosecha tres años después, tantas que comparto con vecinas y amigas gran parte de las recolectadas, y otras me imitan y siembran las semillas, cosechan y comparten. Esas mandarinas tienen copyleft (licencia libre).

Toda forma de licencia privada o ley que condu<ca a la restricción de los contenidos es una enemiga de la soberanía cultural de los pueblos, de la misma forma en que las licencias transgénicas afectan la soberanía alimentaria de los pueblos.

Es totalmente ilógico que nos impidan sembrar las semillas que conseguimos y tener nuestras propias huertas y compartir nuestras frutas y verduras con nuestras vecinas, amigas y afectos. Esta práctica era la normal, la que llevamos durante siglos con nuestras parroquianas, más allá de que alguien las comercializara. Pero un día alguien decidió que lo mejor era tener el monopolio de la semilla y obligarnos a todas a tener que ser esclavas de una sola proveedora o licenciataria, a la vez estan tenían que estar certificadas y nos obligan a pagar una licencia para vendernos.

Lo más ilógico sin embargo es que nosostras creamos que esto tiene lógica y así debe ser.

De la misma manera es ilógico que creamos, lo que las empresas nos venden como “feature” con sus productos y que en realidad son mecanismos de control que digitan nuestras costumbres, consumos, ideas y hasta nuestra intimidad. Sin embargo; ahí están todas haciendo cola para obtener el último Ipad, Iphone, la nueva Nexus Q de Google, ni hablar de los productos marca Microsoft o Samsung.

Parece que a nadie le importa que cada vez que encienden alguno de esos dispositivos, esas empresas recolectan información a raudales (Big Data), que después convertirá en más ganancias, vendiéndolas a otras compañias o a los estados.

Parece que a nadie le importa que cada vez que encienden su automóvil con encendido digital, GPS, servicios en real time y afines, las empresas automotrices procesan en sus nubes Big Data nuestros recorridos, lugares más habituales, costumbres de manejo, horarios y también los convierten en nuevas fuentes de ingresos, vendiéndolos a empresas y departamentos de turismo, agencias del estado y otras empresas.

Hoy; las ciudadanas creen que las empresas trabajan para ellas, cuando la realidad es que todas trabajamos gratis produciendo enormes cantidades de datos para las empresas.

Si una empresa ofrece como servicio monitorear nuestros horarios y luego avisarnos si alguno se nos pasa, en realidad está ejerciendo un control para uniformizar nuestra conducta, convertirnos en lo que algunas estudiosas de estas tecnologías ya preveían a mediados de los años 50-60 del siglo pasado. Los cuerpos dóciles que había preconfigurado Foucault y que hoy se preconfiguran de manera permanente y de forma programada.

Mientras no seamos todas conscientes de que debemos romper con esta lógica, no habrá libertad posible.

Kissinger dijo en los sesenta a sus amigas poderosas “Quien domine los alimentos dominará al mundo” en los sesenta y su lógica viene dominando nuestro mundo hace 60 años; es hora de que decidamos recuperar nuestras soberanías alimentarias y culturales. Es prioritario volver a tener nuestras huertas y nuestros espacios de cultura.

Cambiar los multicines por el cine de barrio, por el teatro abierto y comunitario, por el club de barrio; volver a las prácticas comunitarias donde no podían digitalizarnos. Debemos dar de baja todos los servicios de nuestro smartphone y quedarnos sólo con los imprescindibles para comunicarnos, usar redes libres, no consumir aparatos hogareños con la ya famosa consigna “dispósitivos inteligentes”.

La sociedad fue hackeada por las multinacionales; por un grupo de personas avidas de poder y riquezas; que han convertido cada una de nuestras actividades y necesidades en productoras de dinero.

Ya no se producen alimentos, se produce dinero.
Ya no se produce cultura, se produce dinero.
Ya no se produce educación, se produce dinero.

Es hora de que nosotras la hackeemos.

image/svg+xmlTribuna Hacker existe gracias a

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