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La autoexplotación como espejismo del éxito

Ser exitosa no es vivir conectada a un teléfono trabajando para pagarte el viaje a Punta Cana.

Es llamativo cómo ha cambiado el modelo de persona exitosa en los últimos años. Tenemos una sociedad donde todo se compra y/o se vende, donde es legal que una médica cobre $70.000 (más iva) por dejarte vivir. Algo que es verdaderamente un disparate y además es perverso. Aunque las obras sociales existan, con la medicina pasa lo mismo que con el transporte (o cualquier otro servicio): cuando pagamos menos, esto no redunda en que alguien cobre menos, sino que el estado (u otra entidad) paga la diferencia.

Ahí tenés un contraste con entre kirchnerismo y neoliberalismo (el de macri): existía el estado e intervienía. Pero este estado u obra social que aminora los gastos, en realidad está haciendo posible que alguien pueda seguir cobrándote el derecho a vivir. La obra social no podría, pero el estado puede determinar que cobrar el derecho a vivir no es una actividad lícita (y hacer al mismo tiempo que las médicas sigan teniendo ingresos, sólo que impidiendo la usura en los costos de operaciones). Pero ése no es el tema de hoy, aunque está vinculado. Estando hace unos días en Aluminé, un pueblito turístico en el centro de la cordillera neuquina, veía cómo una de estas personas exitosas (joven, con Blackberry, con auto nuevo, ropa cara, cuerpo de gimnasio, visiblemente adinerada), iniciaba sus vacaciones hablando con alguien por celular mientras se acomodaba en un hotel. Comentaba cuán contenta estaba por tomarse un merecido descanso, y que pensaba trabajar desde la cordillera.

[ttshare]En los 90 no trabajar era signo de éxito. Hoy el éxito es la autoexplotación.[/ttshare]

Algo verdaderamente contradictorio y que al mismo tiempo nos muestra un cambio de modelo de persona exitosa. Durante los 90 una persona exitosa y rica, era una empresaria que no necesitaba trabajar, pues entre sus empleadas contaba con gerentes que hicieran su trabajo, lo que le permitía dedicarse a viajar por el mundo disfrutando de su dinero. Actualmente el modelo de persona exitosa es todo lo contrario: alguien que trabaja de manera constante, al punto de que tiene un Blackberry o similar (que toma su nombre de las bolas de hierro fundido colocadas con grilletes en los pies de las esclavas y presas), que le permite trabajar en tiempo de descanso. Decíamos hace poco que esta es una forma de control social. No se trata de una costumbre de personas adictas al trabajo, se trata del modelo de éxito: desvivirse para viajar a Punta Cana (lugar apodado con el peyorativo de una de las fuerzas represivas argentinas. Claro, ésto es sólo una coincidencia).

Esto me hacía recordar los planteos de una filósofa de mediados del siglo pasado, de apellido Horkheimer, que en un texto llamado “El tiempo libre” se quejaba de que periodistas y amigas le consultaran si tenía hobbies. Según este tipo, el hobby no tenía sentido para él pues no disfrutaba de otra cosa que del librepensamiento. En su caso esto era un trabajo, pero aclaraba que si el origen de sus ingresos no fuera filosofar, pues sí dedicaría su tiempo libre al ocio que para el bueno de Max sería ni más ni menos que dedicarlo a filosofar -lo que lo convertiría en un hobby- y reflexionaba respecto del concepto de ocio, que es en realidad el tema de esta nota.

Entre las formas de control ejercidas desde los poderes cuyo negocio es pasar inadvertidas (recordá que el control es más simple de ejercer y más difícil de soslayar si no advertimos que existe, pues no podés liberarte ni rebelarte contra algo cuya existencia desconocés), desde hace algunos siglos se comenzó a impulsar la idea de que el ocio es tiempo que tenemos “al pedo”. Tiempo inútil. Tiempo que sobra, y que dedicamos a cosas improductivas.

Se trata de un concepto que marca claramente lo que es considerado como útil: producir dinero o generar plusvalía para empresarias. En consecuencia, todo aquello que no forme parte de esa labor, se transformará en improductivo. Como el ocio tiene lugar en momentos en que no estamos trabajando, y cuando no trabajamos no producimos dinero ni generamos plusvalía, entonces, el ocio es algo totalmente improductivo, pues a empresarias y patronas no les sirve para nada, sólo a nosotras. Si nos planteamos que existe un poder que no notamos al que le conviene que trabajemos todo el tiempo, podemos pensar que la salida del neoliberalismo estricto y la imposición de este modelo de mujer exitosa, colabora con la plusvalía y la ganancia de quienes impulsan e imponen este modelo de Blackberry. Puesto que para ser exitosa y adinerada, no puede hacerse otra cosa que dedicar la vida a trabajar (y en consecuencia ganar dinero). El poder que impone este modelo de vida, está interesado en que esto suceda y es por eso que lo permite e impulsa.

Cuando nuestro método para poder alcanzar el estatus de vida que deseamos es trabajar todo el tiempo, el ocio desaparece por completo. Pero resulta que este concepto de ocio, ligado a la improductividad, es en realidad lo que impulsa un sector al que no le resulta rentable el ocio de las demás. El tiempo de ocio es tiempo que dedicamos tanto a no tener actividades laborales como a enriquecernos culturalmente, a disfrutar y hacer todo aquello que deseamos pero no podemos hacer porque necesitamos dinero para pagar todo aquello que en este mundo se compra y se vende.

[ttshare]El ocio es tomado como tiempo de gasto de los sectores a los que el sistema permite ahorrar[/ttshare]

El ocio también es tomado como industria, pues puede asociarse el comercio a, por ejemplo, la producción cultural, por lo que también puede pensarse como algo que se compra o se vende, pero es accesible sólo a ciertos sectores, aquellos que tienen dinero para pagar su derecho al acceso a la cultura. Algo que es verdaderamente discriminatorio pues no todas las personas que disfrutan el cine tienen la posibilidad de pagar por él. El ocio entonces, no es tomado sólo como tiempo improductivo, sino como tiempo de gasto de los sectores a los que el sistema permite ahorrar para gastar en estas cosas. Esto es: personas que ganan lo suficiente como para que, luego de cubrir los gastos mínimos que conllevan la existencia y la supervivencia, quede un excedente que no es necesario guardar para el próximo mes ni para emergencias y pueda destinárselo a algo tan ‘intangible’ e ‘improductivo’ como disfrutar.

Se trata de un, por desgracia, sector minoritario y que el sistema tiende a hacer desaparecer, pues esta gente tiene tiempo y dinero para gastar en cuestiones ‘improductivas’. Algo que hace visible el carácter clasista del ocio es que no es una de las variables en las negociaciones salariales. Si el cine, el teatro u otras actividades culturales, aumentan de precio, esto no repercute en pedidos de aumento salarial, pues parece ocupar un espacio secundario, se encuentra en el lugar de lo dispensable.

Vivimos entonces en una sociedad donde todo aquello que supera la supervivencia (que puede ser con ciertos lujos, no nos distraigamos siguiendo el concepto de las que imponen el control) y que no pasa por el arel de lo productivo se transforma en el derecho de un determinado sector al que tiene acceso producto de la decisión de la clase poderosa.

Esta será una nota sin conclusiones, intenta que te preguntes por el derecho que tenemos las personas a disponer de nuestro tiempo, de manera libre y no mediada, de esa importantísima porción de nuestra vida en que decidimos cómo y de qué manera vivir, aunque estemos bajo el yugo de alguna explotadora directa (o de alguna de esas que se esconden).

El ocio es un derecho fundamental de las personas y sólo puede ser libre cuando, verdaderamente, podemos decidir sin temer consecuencias, por mera voluntad, por propia iniciativa, y con el sólo fin de hacer lo que deseamos hacer.

Que tengas buen fin de semana.

¡Happy Hacking!

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