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La información obtenida por espionaje global será usada en tu contra

Ahora que estamos como chanchas con el país que ha cometido más asesinatos, violaciones, torturas y aberraciones de cuanto color se te ocurran (teniendo a nuestra sociedad como víctima, hoy presa del síndrome de estocolmo) conviene empezar a prestar atención a los matices en aquellas cosas que no se hablan. Aunque las empresas periodísticas no le den la importancia social que tiene -porque las empresas periodísticas responden a los intereses de las corporaciones que las poseen y las burócratas que las administran- ya sabemos que el cambio es rotundo: el estado ya no está para servir a las personas sino a los capitales, y luego, a las personas que intervienen en esos movimientos. Si el resto vive, mejor, pero que no interfiera con los intereses de las corporaciones.

Así es que si trabajaste toda tu vida en negro ya no te podés jubilar, que si lograste tener la suerte de trabajar en blanco, ya no vas a poder jubilarte con tanta facilidad, si sos una nena a la que le gusta la música, el estado no va a impulsarte a que la practiques, que la educación ha sido retrotraída a décadas atrás -y se desconoce la legislación que actualmente tenemos-, si pensabas que eramos un país soberano y que no puede pagarse el ingreso de divisas con soberanía, ahora nos agachamos para que entre plata, que esa plata históricamente se ha fugado del país -porque las empresarias a las que favorece nuestro gobierno no están interesadas en dejar el dinero que pagamos con soberanía en nuestro país- por lo que pagamos con soberanía la plata que favorece a las empresarias a las que no les interesa la soberanía, que cultura ya no es más un ministerio y no contaremos socialmente con un presupuesto que haga sostenible las artes populares para las que no hay políticas públicas y todo el largo etcétera que conocemos.

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Parece brutal y lo es, pero como el estado que teníamos no era un estado revolucionario sino que era uno que favorecía en mayor medida a los sectores que financian el estado pero sin cambiar su condición de agentes garantes del consumo, los cambios tienen gusto a matiz, sólo que esa sutileza en menos de 150 días de gobierno comienza a mostrarnos que el gobierno antipopular e impopular que cambió funcionarias públicas por empresarias sí tiene un grupo al que beneficia, sólo que en lugar de beneficiar o tratar de beneficiar a una mayoría, se intenta beneficiar a una minoría. Todo esto se hace en nombre del cambio. Cierto, es un cambio: en los últimos 12 años no hubo el mismo nivel de preocupación por el desempleo y los sueldos de las trabajadoras del estado se fueron subiendo para que las personas que trabajaban allí se sintieran ponderadas, ahora, los “sueldos altos del estado” complican al sector privado que debe “competir” con el estado. Competir con el estado significa educación privada, salud privada, desarrollo privado y todo lo privado que se te ocurra, porque las empresas para competir con el estado deben transformar los derechos en un negocio, porque el estado no busca el mayor beneficio económico sino el bien común, y las empresas buscan el mayor beneficio, aun a costa del bien común.

Como avisa el título, la NSA comenzará a utilizar la información del espionaje global para investigar delitos comunes. Y ahí hay un matiz de sos peligrosos. ¿Por qué? Porque quien determina qué es y qué no es delito, es el mismo órgano encargado de investigar esos delitos, además se autobastece de la prueba, y te enjuicia. Cuando te enjuicia te da la posibilidad de defenderte, pero como en Argentina ni en ningún otro país capitalista hay que pagar para vivir, entonces, las posibilidades de defenderte se reducen al dinero que tengas, más todavía en un contexto de recorte y ajuste infernal como el que estamos viviendo.

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Conviene prestar atención a la sutileza, ya que la tipificación de delitos en espacios donde la justicia no sólo no es independiente sino que además responde a los intereses de las corporaciones (que al mismo tiempo son gobiernos), es muy peligrosa, porque la tendencia es a que sea considerado delito todo aquello que no conviene, disgusta o interesa al poder. Ahí está la legislación de la protesta que busca invisibilizar o reprimir, ahí están los códigos contravencionales de todo el país para evitar la expresión cultural, ahí está la pseudo lucha contra el terrorismo internacional (que no es más que el eufemismo con el que los países centrales mantienen su poderío), ahí está la lucha contra el narcotráfico que no hace sino beneficiar a las narcos manteniendo ilegal y desregulado una actividad cuya pornográfica rentabilidad se garantiza con esa ilegalización. En consecuencia, todo aquello que atente contra esos poderes es delito.

Este ejecutivo que beneficia con exclusividad a las poderosas, domina además la justicia y el legislativo, por lo que pensar en que estamos salvadas por la legislación es un acto de ingenuidad. Argentina se está plegando ansiosa y vorazmente a los grupos internacionales que viven del vilipendio -ahí estaba Paul Singer financiando la campaña de Macri y luego Macri aumentando al infinito la cantidad de dinero que les pagamos, para el que además nos endeudamos- y de hecho aun teniendo una fuerza militar moderada, ya ha lanzado sus primeros ataques contra estados como el Chino que significan un problema para el poderío de los países centrales ya que están en condiciones de no sentarse a negociar.

El espionaje global, la telefonía (recientemente beneficiada por Macri) y la sociedad cloud, están íntimamente vinculadas con el control social. Y el control social, en la actualidad, se basa en la pseudo idea de libertad, que genera que las personas primero no se sientan controladas sino vigiladas (con el matiz del estado que garantiza que no vengan las pobres a pedir a tu casa) y que desarrollen su cotidianeidad bajo el estúpido argumento de “no tener nada que esconder”, colaborando con el seguimiento personalizado que permite una sociedad equipada con smartphones y con anchos de banda crecientes para las puertas traseras que estos significan.

No en vano los grupos que buscan pasar desapercibidos están abandonando redes sociales, apps y webs como herramientas de comunicación. Lo hacen porque ahí está el poder espiando y es notable que sucede. El control social además es individual e invierte la carga de la prueba: todas somos culpables, salvo que el estado no pueda probarlo.

Un escenario que asoma al totalitarismo si no se lo combate con conciencia. Hoy la lucha es primero analógica, y para ello deben desplegarse las estrategias digitales, pero no puede reducirse la lucha al acto testimonial de la crítica. Necesitamos ocupar la calle, ser solidarias, ser recíprocas y tan bulliciosas como podamos.

¡No le demos tiempo a ningún gobierno -sea del color que sea- para instalarse y desplegar sus garras sobre nuestras vidas, la de las personas que queremos ni de las personas que vendrán!

¡Happy Hacking!

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