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Las selfies afectan la capacidad de recordar (investigación)

Viajar es muchas veces una gran oportunidad de conocer, y la verdad lo disfruto con fruición, pero más de una vez, en pleno júbilo por la situación que estaba viviendo en pleno viaje… me encontré con que llevaba horas mirando todo a través del lente de mi cámara. Desde allí, sólo fotografío lo indispensable y según parece, ha terminado siendo un acierto.

Según advierten investigadoras, el uso exhaustivo de las cámaras (fotográficas y/o de vídeo) está provocando agujeros en la felicidad de muchas personas. Se trata de una tendencia social: cada vez más personas tienen una buena cámara de fotos a mano y dónde publicar sus imágenes, por lo que son cada vez más personas las que lo hacen. La mayoría se inclina por las fotos y a esta altura parece que si no las compartimos no las disfrutamos de la misma manera. Y eso, aunque aquí estamos totalmente en contra del espionaje y de la invasión a la intimidad de las personas, es algo más que aplaudible, porque compartir es un acto de subversión, y aquí lo apoyamos a rajatabla.

El tiempo y la práctica cotidiana de tomar imágenes y compartirlas se llevan muy bien, y con el tiempo hemos llenado la red de nuestra vida, pero no sólo la compartimos, la obsequiamos a quien quiera recibirla, muchas veces de forma compulsiva, constituyendo una suerte de piloto automático de la fotografía y el compartir.

Para ilustrar la dimensión de esta tendencia, es bueno comentar que todos los años el diccionario de Oxford de lengua inglesa, hace un sondeo para elegir nuevas palabras e incluirlas en su edición. El año pasado una de las palabras elegidas fue “selfie”. La pregunta es esta tendencia de fotografiarlo todo… ¿tiene algún efecto en la calidad de nuestras vivencias? La respuesta es rotunda: sí.

Un estudio publicado recientemente por la Psychological Sciencie afirma que si realmente querés atesorar un momento en tu memoria, no tenés que fotografiarlo sino concentrarte en la experiencia por la que estás atravesando. En el estudio se pidió a un grupo de universitarias que prestaran atención a una serie de objetos y obras de arte -sea fijándose en ellos durante un rato o fotografiándolos- para al día siguiente hacer una prueba de memoria. Los resultados fueron claros: quienes habían tomado fotos de la muestra eran menos precisas en el reconocimiento de los objetos y erraban más a las preguntas entorno de los detalles de lo visto.

Linda Henkel, responsable de la investigación, llamó a este fenómeno “photo-taking impairment effect”, algo así como “efecto de deterioro por toma de fotografías”. “La gente a menudo saca sus cámaras casi sin pensar para capturar un momento dado, hasta el punto de que se pierden realmente lo que está pasando justo delante de ellas” sostuvo a la revista especializada.

Según apuntan entonces, la memoria visual depende de nuestra atención focalizada y cuando ésta se asienta durante un objeto durante un tiempo, nos concentramos en él, lo observamos con detenimiento y este proceso permite recordar mejor los detalles visuales. Cuando pensamos en tomar fotografías quitamos la atención y con esto morigeramos nuestra capacidad de concentración para centrarnos en la imagen que tomaremos de él. Algo muy similar a lo que decía Fernando Delgadillo hace unos años “cuando al imbécil le mostraron la luna, sólo pudo ver el dedo del que se la señaló”.

A esto se añade que parte de nuestra conciencia de la experiencia está dedicada a buscar el mejor momento para retratarla y conservarla con nosotras, sea para recordarla o compartirla en la red. Con esto, sin notarlo, nos volvemos espectadoras de nuestras propias experiencias, algo que nos aleja de poder disfrutar las mismas.

Un estudio paralelo al anterior replica estos hallazgos y conclusiones, pero añade un matiz interesante: si tomamos una fotografía de un detalle específico, y para esto hacemos zoom, preservamos la vivencia de mejor manera. Esto además tiene un plus: no sólo recordamos el detalle en que enfocamos, además construimos un mejor recuerdo de la vivencia en general. Esta investigación suma una conclusión interesante: la intencionalidad de la captura cuenta a la hora de ejercitar la memoria.

La Dra. Henkel agrega que la fotografía sí puede colaborar con el recuerdo, pero que para esto es necesario revisar las fotografías con cierta periodicidad, tomarnos tiempo de verlas. En fin, que el mundo digital es cada vez más perverso como el mundo analógico. Y la verdad no importaría… si estuviéramos hechas de bits.

¡A divertirse!

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